El arzobispo emérito de Corrientes afirmó que la santidad convierte a los cristianos en testigos creíbles de la Buena Nueva que, al progresar en la vivencia de la fe, se constituyen en evangelizadores.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que la santidad convierte a los cristianos en testigos creíbles de la Buena Nueva.
“De esa manera, por el hecho de progresar en la vivencia de la fe, se constituyen en los verdaderos evangelizadores”, destacó en su sugerencia para la homilía dominical.
El prelado consideró que “se debe atribuir a la virtud de la fe el principal lugar” y lamentó que “en la teología y en la catequesis se especule sobre el tema, pero que disminuya su importancia en la vida cotidiana, hasta confundirlo con una insustancial formalidad”.
“Es como si un creyente le dijera a otro creyente: ‘no exageres. No te lo tomes tan en serio’”, graficó.
Para monseñor Castagna, “no existe otra forma de tratar el tema de la fe. Se la toma en serio o se la niega”.
“La vida cristiana se caracteriza por la práctica explícita de la fe. San Pablo enseña que si no vivimos por la fe, no llegaremos jamás a la justicia. Es inevitable que surja la inquietud: ¿qué significa vivir por la fe?”, planteó.
Texto de la sugerencia
1.- La fe lo arriesga todo. Entre los seguidores de Jesús, no hay unanimidad en la incondicionalidad de la fe. No deben alarmarnos las fragilidades que encontramos hoy entre los creyentes. El Señor sabe que no todos están dispuestos a arriesgar sus seguridades por las exigencias de la fe. Ciertamente la fe lo arriesga todo o no es fe. Está en línea con la misteriosa afirmación de Jesús: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará”. (Mateo 16, 25) Obedecer a Dios - sustancia de la fe - es arriesgarlo todo por su causa. Nos movemos en un mundo donde predomina la auto referencia y el cuidado desesperado por edificar nuevos graneros para guardar la abundante cosecha (Lucas 12. 13-21). La fe, como respuesta decisiva, incluye la generosa ofrenda de sí, a Quien lo da todo por amor.
2.- La confianza en el Santo de Dios. El evangelista y Apóstol Juan describe la difícil situación que debieron atravesar muchos discípulos, al encontrarse ante la disyuntiva de optar por la confianza absoluta en su Maestro o en el dictamen erróneo de su frágil entendimiento. Muchos de ellos sucumbieron ante la prueba, recargada por el desafío del mismo Señor: “Jesús preguntó entonces a los Doce: ‘¿También ustedes quieren irse?’ Simón Pedro le respondió: ´Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”. (Juan 6, 67-69) Los Doce no declaran entender la sorprendente noticia de que “su carne es comida y su sangre bebida”. Por los labios de Pedro, manifiestan confiar incondicionalmente en el que “tiene palabras de Vida eterna”, por el hecho de ser “el Santo de Dios” en quien creen. En lo sucesivo ese será el protocolo que regule su misión apostólica, y la misma vida de quienes crean y creerán. Nos abarca y compromete, constituyendo así el secreto de nuestra fe, cuyo contenido debe ser presentado al mundo con claridad.
3.- El justo vivirá por la fe. La santidad, convierte a los cristianos en testigos creíbles de la Buena Nueva. De esa manera, por el hecho de progresar en la vivencia de la fe, se constituyen en los verdaderos evangelizadores. Así lo entiende el Apóstol San Pablo: “En el Evangelio se revela la justicia de Dios, por la fe y para la fe, conforme a lo que dice la Escritura: El justo vivirá por la fe”. (Romanos 1, 17) Se debe atribuir a la virtud de la fe el principal lugar. Me temo que en la teología y en la catequesis se especule sobre el tema, pero, que disminuya su importancia en la vida cotidiana, hasta confundirlo con una insustancial formalidad. Es como si un creyente le dijera a otro creyente: “No exageres. No te lo tomes tan en serio”. No existe otra forma de tratar el tema de la fe. Se la toma en serio o se la niega. La vida cristiana se caracteriza por la práctica explícita de la fe. San Pablo enseña que si no vivimos por la fe, no llegaremos jamás a la justicia. Es inevitable que surja la inquietud: ¿Qué significa vivir por la fe?
4.- “¡Ven Señor Jesús!” Jesús así lo expresa: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”. (Juan 14, 21) Inseparables actitudes: recibir la palabra y obedecerla. El verdadero creyente está atento a la palabra que Cristo le formula, y la lleva de inmediato a la práctica. No es suficiente una declaración de pertenencia a la Iglesia, si se contraría la esencia de su enseñanza. Su doctrina coincide con el contenido esencial de la fe. Hemos escuchado, no sin estremecimiento, que algún dirigente político exclamó públicamente: “Soy católico, pero, estoy de acuerdo con el aborto”. Es lo mismo que decir: “Soy un devoto catequista pero no creo en Dios”. El debilitamiento de la fe, o su no correspondiente cultivo, conduce inevitablemente a la apostasía, al agnosticismo y a la abierta negación de Dios.+