El Papa Francisco recordó este domingo 21 de marzo, durante el rezo del Ángelus en el Vaticano, que la Cruz “se ha convertido en el emblema por excelencia de los cristianos”.
Explicó que quien proviene de países y culturas donde el cristianismo es poco conocido y quiere conocer más sobre Jesús, lo primero que ve “en las iglesias, en los hogares de los cristianos, incluso en el propio cuerpo” es el crucifijo.
Por eso, insistió en la importancia de que “el signo sea coherente con el Evangelio”, porque “la cruz no puede sino expresar amor, servicio, entrega sin reservas: sólo así es verdaderamente el ‘árbol de la vida’, de la vida sobreabundante”.
El Pontífice, que volvió a presidir el Ángelus en privado desde la Biblioteca del Palacio Apostólico debido al aumento de restricciones en Italia debido a la pandemia de coronavirus, hizo esta reflexión a partir del fragmento del Evangelio de San Juan donde se narra cómo un grupo de griegos se acercan al apóstol Felipe y le piden ver a Jesús.
Jesús responde a esa petición “de un modo que lleva a reflexionar. Dice así: ‘Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre […]Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto’”.
“Estas palabras”, señaló el Papa, “no parecen responder a la petición que habían hecho aquellos griegos. En realidad, van más allá. De hecho, Jesús revela que Él, para todo hombre que quiera buscarlo, es la semilla escondida dispuesta a morir para dar mucho fruto. Como diciendo: si queréis conocerme y comprenderme, mirad el grano de trigo que muere en la tierra, mirad la cruz”.
El Santo Padre hizo hincapié en que “también hoy mucha gente, a menudo sin decirlo implícitamente, quisiera ‘ver a Jesús’, encontrarlo, conocerlo. Esto nos hace comprender la gran responsabilidad de los cristianos y de nuestras comunidades”.
“Nosotros también debemos responder con el testimonio de una vida que se entrega en el servicio. Se trata de sembrar semillas de amor no con palabras que se lleva el viento, sino con ejemplos concretos, sencillos y valientes”.
De esa manera, concluyó el Papa Francisco, “el Señor, con su gracia, nos hace fructificar, incluso cuando el terreno es árido por incomprensiones, dificultades o persecuciones. Precisamente entonces, en la prueba y en la soledad, mientras muere la semilla, es el momento en que brota la vida, para dar fruto maduro en su momento. Es en esta trama de muerte y de vida que podemos experimentar la alegría y la verdadera fecundidad del amor”.