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ABC, en la frontera fantasma entre Israel y el Líbano: «Cada día que pasa la guerra está más cerca»

Desde que lo evacuaron el 8 de octubre pasado tras la masacre de Hamás en Israel, la vegetación ha ido ocupando el kibutz Matsuva, a tiro de misil antitanque de Hizbolá en la frontera entre Israel y el Líbano donde al cierre de esta edición aún no ha estallado la próxima guerra. Las hierbas han tomado posiciones entre las grietas de las aceras, sobre los alcorques, los canalones de los tejados y un poco en todas partes. Lo invaden todo sin siquiera la épica de la selva cuando engulle los pueblos. Esta es una maleza ordinaria y seca, unas zarzas como de trámite. En el fondo de la piscina, vacía y polvorienta como el resto del pueblo, descansa de costado un erizo muerto y seco que de lejos parece un cepillo. El poblado en el que hasta hace un año vivían 1.200 personas , ha adquirido un aire fantasmagórico a base de sillas en las que no se sienta nadie, cristales cubiertos por el polvo, tablas de surf descoloridas por el sol y el típico desorden que dejan tras de sí las desbandadas.«Este era un sitio muy diferente a lo que es ahora». Habla Ishai Efroni , 55 años, un gigantón con espalda de estibador que se encarga de la seguridad del concejo de Mate Ashev en Galilea, un área que incluye a Matsuva y a otras comunidades hoy vacías por orden del Gobierno y por el miedo a que la fuerza Radwan –las tropas de elite de Nasrala–, crucen la frontera y repitan la masacre del 7 de octubre. Desde que empezó la guerra, Israel ha peleado simultáneamente en dos escenarios: la franja de Gaza contra Hamás y este de la frontera norte a merced de las bombas, misiles, drones y cohetes que envía Hizbolá desde aquel monte y a los que responde Israel con contundencia (el jueves las FDI aseguraron haber destruido un centenar de lanzacohetes). Esta semana, el Gobierno de Benjamín Netanyahu aseguró que el regreso de los 60.000 desplazados al norte del país es ahora un objetivo de la guerra. Mientras a Hizbolá le estallaban los buscas y los \'walkies\' en Beirut, a este lado de la frontera, el Ejército desplazaba efectivos, armaba 97 nuevas unidades de defensa y enviaba material para una gran guerra a escala que se cree inminente.Noticia Relacionada estandar No Quién era Ibrahim Aqil, líder de Hizbolá asesinado por Israel y por el que EE.UU. ofrecía 7 millones de dólares Juan Rodrigo Su figura era considerada clave dentro de la estructura de la organización libanesa, especialmente por su rol en el Consejo de la YihadKibutz, bases militares«La escuela estaba llena de niños; tendrías que haberlo visto», añora sonriente Efroni . Él y algunos pocos vecinos se turnan para mantener la seguridad del recinto. Porta un fusil de asalto m16 norteamericano que lo acompaña las 24 horas del día. Patrulla, vigila y se comunica con el ejército desde un refugio antibombas con literas, ventilación, mapas que no se pueden fotografiar y pantallas en las que se vigilan cámaras y sensores de movimiento. La guerra con Hizbolá y Hamás ha convertido el sueño hippie de los kibutz israelíes en algo que se parece demasiado a una base militar. Mantienen la seguridad, la asistencia médica, un servicio de bomberos y un retén de emergencias por si sucede algo. «Ahí guardamos martillos hidráulicos y material por si se derrumba una casa y hay que sacar a la gente de los escombros. Sabemos que, si empieza la guerra, tendremos que arreglárnoslas con nuestros propios medios porque nadie nos ayudará». —¿Cuándo será eso? —No lo sabemos, pero cada día que pasa está más cerca. Llevamos diez meses de retraso. Podríamos haberlo hecho hace mucho. Podríamos entrar mañana, pero el Gobierno no ha tenido el valor. Hemos perdido mucho tiempo. Nadie va a volver mientras no vea a un soldado israelí al otro lado de la frontera.«Vámonos. No podemos estar mucho tiempo aquí. Podrían dispararnos». Al fondo, la frontera cruza la montaña un muro en zigzag con la forma de una herida que hubiera suturado un cirujano borracho. Un poco más al sur, en uno de los encuentros organizados por la asociación europeas de judíos EIPA, un grupo de periodistas rodea al teniente coronel del IDF Dotan Razili en mitad de un encinar por el que pastan cabras, un escenario tan calmado y que se hace tan familiar que parece por momentos que la tercera guerra mundial va a empezar en Soria.Por orden: Dotan Razili, teniente coronel de la IDF; Isahi Efroni, encargado de seguridad; y Sarit Zehavi, ex oficial Chapu Apaolaza«Está todo preparado. Cada uno sabe lo que tiene que hacer». Las ráfagas de disparos suenan con un eco infantil, despreocupado e irreal casi de caseta de feria. «Tranquilo: son nuestros chicos entrenando». Sobre una piedra, dos soldados de unos veinte años en bermudas apuran una lata de Coca-Cola zero y se lían un pitillo como si se relajaran en la playa de Fishman de Tel Aviv: biquinis, fusiles y surferos como de \'Apocalypse Now\'; en el baño del bar alguien ha escrito «Hamas don\'t surf». «Hemos neutralizado algunas incursiones de terroristas –explica Razili en la montaña–. También nos lanzan cohetes, misiles antitanque, fuego de francotiradores y envían aeronaves no tripuladas. Los drones hacen el sonido de un tren acercándose».El Ejército y los expertos militares se dividen entre los que prefieren esperar un alto el fuego en Gaza, difícil de alcanzar si empieza la fiesta con el Líbano, y los que piden entrar al precio que sea. «Tiene que ser antes de que llegue el invierno para minimizar bajas». Lo explica junto a la frontera con Gaza el general de brigada retirado Amir Avivi , de la parte del ala más dura del IDF. La otra opción que se plantea es una solución diplomática, un improbable acuerdo con Hizbolá dado que ya existe un acuerdo que no se cumple. En 2006, Naciones Unidas adoptó la Resolución 1701 que ponía fin a la guerra entre Israel y el Líbano. Contemplaba el desarme de Hizbolá, el despliegue de tropas UNIFIL y la aceptación de que se retirarían al norte del río Litani, treinta kilómetros al norte.«Yo he visto miles de veces a los miembros de Hizbolá al otro lado de la frontera», asegura Sarit Zehavi , exoficial de Inteligencia militar, presidenta y fundadora del Alma Center, un centro de estudios militares, tecnológicos, geopolíticos y de Inteligencia para el mantenimiento de la seguridad del norte de Israel. 3.000 ataques desde octubreEn lo alto de un cerro en Migdal Tefen está la sede de Alma. Hay un edificio industrial y dentro de ese edificio, un aula con una decena de pantallas en la que se proyectan lanzamientos, explosiones, mapas e imágenes de entierros de terroristas con tipos a los que alguien ha rodeado la cara con un círculo. En el costado izquierdo de la habitación se abre un ventanal desde el que se abarca visualmente toda la zona, desde las colinas hasta la ciudad costera de Nahariya. Sobre el alféizar alguien ha posado tres prismáticos para no perderse el fin del mundo cuando suceda. Sarit vive allá, a nueve kilómetros del Líbano, en el primer cinturón habitado del país. Los diez primeros kilómetros de terreno han recibido 2.840 ataques hasta el 31 de agosto, unos 3.000 desde que comenzó la guerra en octubre. «Cada uno puede ser uno o seis drones o 60 cohetes».La mitad de los objetivos eran objetivos civiles y otra mitad, militares. «Hace unas semanas, lanzaron un dron contra la base de Nahariya y se estrelló contra una torre de edificios civiles. ¿Se puede decir que fue un accidente?». La proporción de ataques en la franja que va de cinco a diez kilómetros –la parte más alejada en la que vive gente– ha crecido en el último año un 30% y escala con cada una de las operaciones de Israel contra los altos mandos de Hizbolá. «No podemos esperar más. Entregar el norte del Israel no es una opción. No sirve de nada infligirles dolor», explica Zehavi en referencia a los ataques contra altos mandos de Nasrala . —¿Qué se puede hacer entonces? —Mermar sus capacidades. —¿De qué manera?—Destruir los túneles que han abierto en la frontera y 65.000 de sus 100.000 misiles sería una buena opción. —¿Cuánto tardaría en hacerse y qué coste tendría? —No sé la respuesta. Si un misil se lanza desde Beirut puede alcanzar cualquier parte de Israel. Va a haber muchos daños. Lo siento, hoy no tengo buenas noticias, ¿de acuerdo?

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