El caso de Sylvain Hélaine, alias Freaky Hoody, provocó un gran debate en Francia. El docente de 35 años, quien trabaja desde hace 12 como suplente en diferentes escuelas del sur de París, no podrá seguir dando clases en jardines de infantes.
Hélaine tiene el cuerpo completamente tatuado, incluidos los ojos y la lengua y, según las autoridades del establecimineto, “da miedo a los niños”. La polémica se generó a partir de la denuncia de los padres de varios alumnos.
Hélaine se desempeña como maestro suplente en varias escuelas del departamento de Essone, al sur de París. Hasta ahora sus alumnos tenían edades comprendidas entre los 2 y los 12 años, pero tras las quejas las autoridades educativas del distrito lo transfirieron a cursos con alumnos de más de 6 años.
“Los inspectores ya no quieren que vaya al jardín de infantes. No quieren correr ningún riesgo”, declaró al canal BFMTV Sylvain Hélaine, quien agregó que "nadie se queja directamente conmigo, siempre lo hacen de manera 'muy valiente', con cartas enviadas a la dirección o a los diarios”.
Al mismo tiempo, señaló que “los que se quejan de mí son los padres de niños que no tengo como alumnos, pero que me cruzan en la escuela”, y lamentó que “a los adultos en cuestión no les importan mis habilidades, solo les indigna mi apariencia”. Pidió que se le trate con tolerancia y se le juzgue solo por su capacidad didáctica y su rendimiento profesional, y no por su aspecto.
Además, el docente explicó que la inmensa mayoría de niños no tiene problemas con su aspecto físico, y que la sorpresa inicial, cuando entra al aula, dura pocos minutos porque luego lo aceptan con normalidad y la clase transcurre sin incidentes.
“Los niños que me ven aprenden mucho sobre la tolerancia y el respeto hacia los demás. Sin quererlo, solo estando en contacto con ellos, quizás hay más chances de que en el futuro no sean racistas, homofóbicos, o que no miren a los discapacitados como si fueran bichos raros”, afirmó.
La ley francesa no prohíbe los tatuajes de los docentes, aunque sí la exhibición de signos religiosos como la cruz o el velo islámico. El laicismo de las escuelas es un principio muy estricto.
Para Hélaine el tatuado completo, además de ser su pasión, forma parte de un “proyecto artístico”, puesto que le permite completar su sueldo de maestro con ingresos que obtiene posando en museos o con su participación en películas y vídeos.
“Sufrí una discriminación que esperaba sufrir. Mis tatuadores me habían advertido que la mirada de la gente cambiaría cuando me tatúe las manos y la cara. Lo sospechaba, pero la pasión fue más fuerte”, aseguró.
Pasión por los tatuajes
Freaky Hoody es un fanático de los tatuajes, aunque él niega que esté enganchado a los dibujos corporales de un modo patológico. “No es adicción, es pasión”, aseguró.
Influyó su estada en Londres en un programa de intercambio de profesorado. Se le pegó la gran afición de los británicos por los tatuajes, que hoy cubren todo su cuerpo, incluido el cráneo, el cuello, la cara, la lengua, las orejas, el interior de las manos y los dedos.
Hélaine lleva un conteo muy preciso de lo que invirtió, en tiempo y en dinero, para conseguir una apariencia física tan original: 460 horas en los estudios de tatuaje y 57.000 euros. El proceso se prolongó durante tres años y no está dispuesto a detenerlo. Poco a poco va a cubrir todos los espacios que aún conserva de piel de color natural. “Seguramente acabaré todo negro a los 80 años”, predijo.
Lo más extremo es que Freaky Hoody llegó a inyectarse tinta de varios colores en la esclerótica –la membrana blanquecina de los ojos–, lo cual le da una mirada casi de ciencia ficción o de personaje de cómic. Estas inyecciones oculares se las han administrado en Suiza porque en Francia están prohibidas. Es una técnica invasiva muy peligrosa, y el docente reconoce que se corre el peligro de quedarse ciego, por lo que no recomienda en absoluto que se siga su ejemplo.
Otro tatuaje problemático fue la lengua, que “triplicó su tamaño”. Durante varios días no podía hablar y le dolía abrir la boca." “Aún no cicatrizó después de un año y medio”, reconoce.