La elección como secretario de Estado de Marco Rubio –alguien hasta ahora, en su labor de senador, muy focalizado en Latinoamérica, por su origen familiar cubano–, y la designación de Mauricio Claver-Carone –cuya actividad previa igualmente se ha centrado en la misma región; también de familia cubana (y española)– como enviado especial para las Américas genera la duda sobre quién gestionará la política exterior de Estados Unidos hacia el vecindario americano. Un tercero en liza es Mike Waltz , colocado al frente del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, quien, aunque no tiene los mismos lazos e intereses regionales que los dos anteriores, como legislador ha alcanzado protagonismo en medidas de castigo a Venezuela y Cuba . Waltz contará en su equipo con un responsable para el Hemisferio Occidental, cargo que ocupó Claver-Carone en el primer mandato de Trump, si bien ese otro designado actuará bajo las órdenes de Waltz. Claver-Carone, que luego fue llevado por Trump a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, queda dentro del Departamento de Estado, pero no reportará a Rubio sino directamente a Trump, que es quien le nombra.Por su parte, el multimillonario Elon Musk , al que Trump ha querido conceder gran influencia en algunos aspectos de la nueva Administración, lleva meses dando importancia a los asuntos latinoamericanos, especialmente con sus alabanzas a los presidentes de Argentina y El Salvador, Javier Milei y Nayib Bukele , respectivamente, y su apoyo a la oposición venezolana de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia frente a Nicolás Maduro .Noticia Relacionada Torrente de órdenes ejecutivas estandar Si Perdón a los condenados del Capitolio, la frontera, salida de la OMS... Las primeras medidas de Trump Javier AnsorenaEn esta lista podría añadirse como apéndice menor al joven Marino Cabrera , destacado trumpista de Miami, que si bien como embajador en Panamá se ocupará solo de lo relativo a ese país, podrá despachar muy directamente con Trump en todo lo relativo a las demandas de la nueva Administración en relación al Canal de Panamá.Dos meses de incertidumbreTodos los nombres mencionados coinciden en una misma política de firmeza ante las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Cuba. No obstante, queda claro que, sea quien sea quien principalmente gestione la relación con la región, será Trump quien marque las pautas. De hecho, la superposición de voces propiciada por el nuevo presidente podría buscar justamente que sea evidente que ninguno de los encargados manda lo suficiente y que quien lleva la batuta es Trump en exclusiva.Esa dispersión de referentes había creado incertidumbre en el último par de meses acerca de cómo el reelegido presidente abordará la crisis de Venezuela, sobre todo por su fama de impredecible. El hecho de que haya habido algún trumpista como Bernie Moreno , nacido en Colombia y nuevo senador de Ohio, que defienda la necesidad de entenderse con Maduro para rebajar la presión migratoria que suponen los exiliados venezolanos, había sembrado sospechas. Que Trump no recibiera a González Urrutia en una reciente visita a Washington, cuando sí lo hizo Biden, añadió desorientación, aunque después el ganador de las elecciones venezolanas fue invitado a la jura del lunes en el Capitolio.Sanciones al petróleoEn su primer día de nuevo en el cargo, Trump despejó el panorama al asegurar que sigue «con mucho interés» la situación en Venezuela y sugerir que endurecerá las políticas contra Maduro. «Probablemente vamos a dejar de comprar petróleo a Venezuela ; no lo necesitamos», dijo. Con esto abría la puerta a retirar el permiso devuelto por Biden a la petrolera estadounidense Chevron a operar con normalidad en ese país. Trump ya había limitado en su primer mandato las operaciones de Chevron allí (con unas sanciones que también restringían la actividad de la española Repsol y la italiana Eni; todas esas energéticas operan mediante sociedades con la estatal venezolana Pdvsa). En cualquier caso, está claro que Trump es más independiente que Biden respecto al lobby que pueda ejercer Chevron –y el dinero chavista– en Washington.Cabe que Trump, en su estrategia para conseguir los fines que se propone, piense alternar la presión sobre Maduro con modos más suaves, como los que está dedicando a Xi Jinping , pero esto último, sin embargo, no lleva a engaño sobre el pulso que Trump mantendrá con China. En este último caso, puede querer evitar una escalada de tensiones que acabe conduciendo a una guerra –a causa de Taiwán, por ejemplo–, pero es evidente que el interés económico y geopolítico de Estados Unidos está hoy en confrontar a China. De igual modo, Trump no va a ordenar ninguna invasión de Venezuela, pero el golpe de estado dado por Maduro muestra que el suyo es un régimen nada dispuesto a concesiones. Por otra parte, se hace difícil pensar que Rubio y Claver-Carone, especialmente, se vayan a prestar a una política de distensión con Caracas o con La Habana que no lleve a contrapartidas directas por parte de sus gobiernos.