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Internacionales

Casos similares previos en EE.UU. explican el gran apagón: errores humanos y fallos técnicos

A pesar de que en los últimos años se han detectado infiltraciones de hackers rusos y chinos en redes eléctricas norteamericanas y europeas, especialistas en ciberseguridad han subrayado que fallos humanos o errores técnicos siguen siendo, con diferencia, las causas más probables en apagones de la magnitud como el que ha dejado sin luz este lunes a España y Portugal . La experiencia de otros grandes apagones, como los ocurridos en Estados Unidos y Canadá en 2003, en Italia en el mismo año, o en Argentina y Uruguay en 2019, apuntala esa conclusión.Un 14 de agosto de 2003, poco después de las cuatro de la tarde, el noreste de Estados Unidos y buena parte del sureste de Canadá quedaron sumidos en la oscuridad. En apenas minutos, más de 55 millones de personas en ocho estados norteamericanos y en la provincia de Ontario vieron cómo la electricidad se apagaba en ciudades enteras, incluidos Nueva York, Toronto, Cleveland y Detroit. Se trató del segundo apagón más grande del mundo hasta entonces, solo superado por el ocurrido en Brasil en 1999.Según dijo entonces un informe oficial de Estados Unidos y Canadá, «los pocos casos de daños físicos en líneas de transmisión de energía se debieron a fenómenos naturales y no a actos de sabotaje. Ningún informe de inteligencia antes, durante o después del apagón indicó planes u operaciones terroristas específicas contra la infraestructura energética. Tampoco se registraron incidentes que detallaran actividades sospechosas cerca de las plantas de generación o de las líneas de transmisión afectadas».Noticia Relacionada estandar No El Instituto Nacional de Ciberseguridad y el Gobierno investigan un posible ciberataque Rodrigo AlonsoEn efecto, a pesar de las sospechas iniciales de un ataque adversario, la causa del colapso fue técnica: un fallo en el sistema de alarmas de la empresa FirstEnergy, en Ohio, impidió a los operadores detectar a tiempo una sobrecarga en las líneas de transmisión. Una de ellas, recalentada por la elevada demanda de electricidad en un día especialmente caluroso, cayó y provocó un cortocircuito que, de haber sido aislado de inmediato, habría sido apenas un incidente menor. La falta de alertas automáticas permitió que la sobrecarga se propagara a otras líneas, desencadenando una reacción en cadena que derribó el sistema eléctrico regional.«La experiencia de 2003 demostró que las redes eléctricas modernas, aunque técnicamente seguras en apariencia, pueden ser altamente vulnerables si no se planifican ni se operan con un conocimiento riguroso de sus limitaciones. Un sistema con tan poco margen de maniobra dejaba escasas opciones de respuesta ante contingencias simples o múltiples», concluyó el informe conjunto de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá.Colapso en comunicaciones y transportesDurante las primeras horas del apagón en Norteamérica , algunas ciudades lograron restaurar parcialmente el servicio, pero en otros lugares, como Nueva York o Toronto, el corte duró hasta tres días. Se suspendieron los servicios ferroviarios y aéreos, las comunicaciones móviles colapsaron y hubo cortes en el suministro de agua. Las infraestructuras críticas, desde hospitales hasta plantas de tratamiento, tuvieron que operar a base de generadores de emergencia.Las consecuencias fueron graves: en total, un centenar de personas murieron como consecuencia directa o indirecta del apagón, por accidentes de tráfico, intoxicaciones con monóxido de carbono, caídas o falta de acceso a servicios médicos urgentes. Un estudio publicado años más tarde en la revista \'Epidemiology\' documentó que el gran apagón provocó en Nueva York un aumento del 28% en la mortalidad respecto a los días anteriores. Aunque inicialmente las autoridades solo atribuyeron seis muertes directas al apagón, el análisis reveló decenas de muertes adicionales por problemas cardiovasculares, respiratorios y otras complicaciones de salud agravadas por la falta de electricidad.Ese patrón –un fallo inicial no detectado , propagación en cascada, colapso de infraestructuras básicas y agravamiento de condiciones médicas preexistentes– se ha repetido en otros grandes apagones recientes. En septiembre de 2003, toda Italia quedó a oscuras durante doce horas tras la caída de una línea de alta tensión entre Suiza e Italia: un fallo localizado que, por errores de coordinación y falta de reacción a tiempo, derivó en una crisis nacional. Lo mismo ocurrió en junio de 2019 en Argentina y Uruguay, cuando una mala gestión en la desconexión de una línea crítica y la falta de actualización de los sistemas de alerta desencadenaron un apagón masivo que afectó a casi 50 millones de personas. Y en Brasil, en noviembre de 2009, el corte de una línea durante una tormenta provocó el colapso de la red en gran parte del país.En todos estos casos, el origen fue técnico y no fruto de un ataque deliberado. Una sobrecarga , una línea caída o una desconexión mal gestionada bastaron para paralizar regiones enteras durante horas o días. La vulnerabilidad estructural de las redes eléctricas, interconectadas y sometidas a demandas crecientes, aparece como un factor común más relevante que una agresión externa.Grandes apagones: India, Pakístan y BangladésEn el historial de los mayores apagones de la historia destaca el caso de India en julio de 2012: más de 620 millones de personas –casi la mitad de su población– quedaron sin suministro eléctrico durante dos días, paralizando 22 estados del norte y el este del país. También en esa ocasión, el origen fue técnico: una combinación de sobrecargas en líneas de transmisión, mala coordinación entre regiones y fallos en los sistemas automáticos de desconexión. Otros apagones de magnitud comparable se produjeron en India en 2001 (230 millones de afectados), en Pakistán en 2023 (230 millones) y en Bangladés en 2022 (140 millones).En todos los casos, las consecuencias fueron similares: paralización del transporte, hospitales funcionando con generadores, falta de agua potable y colapso de las ciudades. El patrón común no fue un ataque externo, sino fallos internos, con sobrecargas no corregidas, errores humanos y respuestas tardías ante los primeros síntomas de inestabilidad en la red.

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