Es difícil anticipar cómo juzgará la historia la presidencia de Joe Biden . Él llegó para ser el presidente que enterraría la que fue, para una parte de EE.UU., una pesadilla populista y con inclinaciones autoritarias de Donald Trump , rematada por la tragedia y el bochorno del asalto al Capitolio.Su objetivo era pasar página con el trumpismo, «restaurar el alma de la nación», como prometía con grandiosidad en su campaña electoral victoriosa de 2020. Pero Biden estará este lunes en el Capitolio para ver con sus propios ojos cómo Trump jura de nuevo el cargo de presidente de EE.UU. Pudo ser el presidente que acabó con Trump. Y será el presidente que le devolvió las llaves de la Casa Blanca. No ha sido una figura de transición para olvidar a Trump, sino un paréntesis en el mayor fenómeno político mundial de este siglo. Y un presidente, dirán también muchos en EE.UU., para olvidar.Desde la victoria de Trump en las urnas del pasado 5 de noviembre, Biden se esfuerza, hasta el último minuto, por recomponer y preservar su legado. Lo hace con declaraciones públicas en las que busca imponer una visión positiva sobre su mandato y alarmante sobre lo que está por venir. Solo esta semana, Biden habrá dado un total de cuatro discursos. Entre ellos, el del lunes desde el Departamento de Estado , donde defendió que deja un EE.UU. con alianzas más fuertes en todo el mundo y con advertencias a sus socios de la OTAN de que debe reforzarse ante la llegada de Trump . También el tradicional discurso de despedida desde el Despacho Oval , el miércoles, donde alertó sobre la llegada de una «oligarquía» a EE.UU. –una referencia a la nueva alianza entre Trump y los magnates tecnológicos– y donde defendió que ha firmado una presidencia exitosa a pesar de las dificultades. «Hemos salido más fuertes, más prósperos y más seguros», aseguró.Noticia Relacionada Editorial opinion No Biden, un adiós entre sombras Editorial ABC El presidente saliente de Estados Unidos se despide con un mensaje apocalíptico, sin una mínima autocrítica y tras haber emborronado su legado con el indulto de su propio hijoSe refería Biden a la salida de la pandemia de Covid-19 con él al volante, a la mejora –para su desgracia, demasiado tarde– en economía, a logros legislativos históricos como el plan de infraestructuras, a la caída de los crímenes violentos –que se habían disparado en la pandemia–, o al apoyo a sus aliados, de Ucrania a Israel .¿Por qué ganaría entonces Trump la elección? Biden, obstinado y con una opinión inmejorable de sí mismo, insistió hace unos días en que, si él hubiera sido el candidato, la Casa Blanca seguiría en sus manos.Más allá del zarpazo a la que ha sido su vicepresidenta, Kamala Harris , a la que entregó su candidatura ante las presiones de su partido , que le veían incapaz de ganar a Trump, el mandato de Biden ha estado plagado de problemas.InflaciónLo más decisivo para sus votantes fue la gestión económica. Nada impacta tanto el voto como la inflación y las políticas de Biden no consiguieron meter en cintura los precios. Cada vez que un estadounidense llenaba el depósito o veía la cuenta de su carro de la compra, se acordaba de la familia del presidente.Pero ha habido mucho más que eso. El caos en la frontera, con una inmigración de indocumentados desbocada, es responsabilidad única del Gobierno federal. O una persistencia en la ideología identitaria de los demócratas, de la que se han cansado muchos estadounidenses.El desastre de AfganistánEn política exterior, nadie podrá olvidar la debacle en la salida del Ejército de EE.UU. de Afganistán , un cierre vergonzoso y trágico para la guerra más larga de la historia del país. Y, pese al apoyo mayoritario a la causa ucraniana y al Gobierno de Kiev , los estadounidenses perdieron la paciencia con una guerra otra vez interminable, a la que los contribuyentes han dedicado decenas de miles de millones de dólares, sin rastro de que Biden pudiera imponer una resolución del conflicto. Algo similar ocurrió en Gaza , donde la gestión del presidente encolerizó a los izquierdistas propalestinos e incomodó a la gran mayoría de estadounidenses que apoyan a Israel, pero que exigían que Biden consiguiera un acuerdo de alto el fuego. Que ese acuerdo llegara en cuanto Donald Trump se ha metido en las negociaciones no ha servido como éxito de Biden, sino para retratar una vez más su debilidad.Para salvar su legado, a Biden le han quedado sus palabras y la muñeca. Con frenesí creciente, se ha metido en una contrarreloj de órdenes ejecutivas en la que se le va a gastar la pluma presidencial antes de que Trump jure su cargo. Algunas de ellas son gestos a la galería. Otras tienen la intención de dificultar que Trump imponga políticas que den la vuelta a las suyas.Decisiones de última horaMuchas de ellas tienen que ver con asuntos domésticos. En las últimas semanas, entre otras decisiones, ha disparado los millones de hectáreas de superficie terrestre y marina protegidos para impedir el \'drill, baby, drill\' (\'perfora, cariño, perfora\') de Trump, su intención de expandir las explotaciones petrolíferas; ha conmutado las penas de muerte de casi todos los condenados en la jurisdicción federal, algo que la próxima fiscal general, Pam Bondi , calificó esta semana de «aberrante», además de otras decisiones de clemencia; ha endurecido la regulación sobre inteligencia artificial y ciberseguridad; ha expandido la condonación de deuda estudiantil; y ha ampliado las protecciones contra la deportación de cientos de miles de inmigrantes de Venezuela , El Salvador, Ucrania y Sudán.Y, en el terreno internacional, ha buscado también dejar huella a última hora. En Ucrania, después de casi tres años de guerra, ha permitido a Kiev usar sus misiles para atacar objetivos en territorio de Rusia y también el uso de minas antipersonas, además de la aprobación de nuevos envíos de ayuda militar (esto podría ser beneficioso para Trump, al que le interesa que Ucrania tenga mejores cartas en la negociación con Moscú que busca impulsar desde la Casa Blanca). Apenas se recuerda ya el acuerdo de paz entre Israel y Hizbolá , alcanzado en diciembre, pero que ha quedado en un segundo plano por el reciente con Hamás. Biden también decidió, meses después de las elecciones de Venezuela, declarar como presidente electo a Edmundo González Urrutia . Y, al filo de la campana, ha sacado a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo y ha relajado el embargo a la dictadura castrista. Trump ha dicho que revertirá muchas de esas decisiones en cuanto ponga el pie en la Casa Blanca. Algunas serán más fáciles que otras.Polémico indulto a su hijoPese a todas estas acciones, lo que para Biden será difícil de revertir es la sombra sobre su legado. Muchos le acusarán de haber propiciado el regreso de Trump por su insistencia en presentarse a la reelección. Pese a su impopularidad, pese a las evidencias de declive físico, pese a la sensación de debilidad, a Biden le pudo el ego de ser él quien cerrara de nuevo la puerta a Trump. Y rompió la promesa que hizo en 2020 de que su presidencia sería un «puente» a una nueva generación de líderes. Es una responsabilidad que compartirá con el Partido Demócrata , incapaz de imponer un proceso de primarias competitivo y labrar un nuevo líder.El golpe final a su legado, sin embargo, solo se puede atribuir a Biden: la decisión de otorgar un perdón presidencial a su hijo, Hunter , después de repetir que no lo haría. Al igual que Trump con sus propias causas penales, adujo que su vástago había sufrido persecución política. El venerable político que vino a proteger la democracia se fue dejándole una mancha.