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El infierno de ser votante en Pensilvania

«Es insoportable». Una conversación improvisada por las calles de Pittsburgh deriva en el castigo de ser votante en Pensilvania. Lo cuenta Eric, vestido con el negro y amarillo de los Steelers, el equipo de fútbol local, en la previa de un partido, entre miles de seguidores que se ajuman con cerveza barata y tragos de tequila en vaso de plástico.Habla Eric del asedio de las campañas a los votantes de este estado, quizá el más decisivo de la elección. Es probable que Donald Trump o Kamala Harris no lleguen a la Casa Blanca si no ganan aquí.Estamos en la recta final y Pensilvania es un sumidero de dólares venidos desde las cuatro esquinas del país para impulsar a los candidatos. Son casi mil millones los que se han invertido aquí, desde bolsillos grandes y pequeños, para inclinar voluntades, un récord histórico para cualquier estado de EE.UU. Se traducen en una propaganda ubicua, que asalta a los ciudadanos a cada paso.Noticia Relacionada estandar Si Trump escenifica en Butler la comunión total con sus seguidores: «Derramamos la sangre juntos» Javier Ansorena | Enviado especial a Butler (Pensilvania) El expresidente de EE.UU. busca un impulso para la recta final de su campaña desde el lugar en el que sobrevivió de milagro a un intento de asesinato«No hay manera de ver la tele sin que aparezcan Kamala o Trump», dice Eric, que es una pieza de caza mayor para las campañas: votó a Trump en 2016, cambió a Joe Biden en 2020, está registrado como votante independiente. Es el tipo de votante centrista que se disputan ambos bandos y que, con la carrera empatada al máximo, tiene un valor extraordinario. «Cada día me llegan al menos tres o cuatro mensajes de texto», dice. Suelen empezar con frases ridículas como \'Hola, soy Kamala\' o \'Hola, aquí Trump \'. Animan a registrarse, a hacer voluntariado, a mandar -todavía más- dinero.Abrir un vídeo de YouTube en Pensilvania significa ver a Kamala pidiendo ayuda en el anuncio previo. Abrir el buzón de correo provoca una cascada de folletos con la cara de Trump. En la radio del coche, en los anuncios de Spotify, en los carteles de la autopista, en la bandeja del correo electrónico. Tocan a la puerta y es un voluntario con una sonrisa amplia y un discurso aprendido. El problema de estas campañas con Eric es que él ya ha decidido que va a votar a Trump. Están tirando dinero.

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