A las 18.30 del viernes, Alexis Kohler, portavoz oficial del presidente Emmanuel Macron, anunció en la puerta del Elíseo, la formación del nuevo Gobierno presidido por François Bayrou, sin mayoría parlamentaria, integrado por personalidades de segundo orden, de centro, derecha e «izquierda» muy moderada, que corre el riesgo de decepcionar con mucha rapidez a una sociedad muy inquieta por una crisis política nacional sin precedentes.Este es el nuevo Gobierno francés Elisabeth Borne, centrista, ex primera ministra, ministra de Educación Gérald Darmanin, conservador, ex ministro interior, ministro de Justicia Bruno Retailleau, conservador, ministro del Interior Eric Lombard, director general de Caisse des Dépôts et Consignations, ministro de Economía Rachida Dati, conservador, ministra de Cultura Manuel Valls, ex primer ministro socialista, y ex candidato a la alcaldía de Barcelona, ministro de Ultramar Annie Genevard, centrista, ministra de Agricultura Marie Barsac, centrista, ministra de Deportes Jean-Noël Barrot, centrista, ministro de Asuntos Exteriores Sébastien Lecornu, centrista, ministro de la Defensa François Rebsamen, ex ministro socialista, ministro de la Descentralización Catherine Vautrin, centrista ministra del TrabajoMarine Le Pen, presidenta de Agrupación Nacional (AN, extrema derecha) ha «pesado» de manera determinante en la formación del nuevo gobierno. Ha vetado a Xavier Bertrand, conservador tradicional, pero muy hostil a la extrema derecha. Y ha «aprobado» la entrada en el gobierno de Manuel Valls, ex primer ministro, ex candidato desafortunado a la alcaldía de Barcelona, como representante de un «socialismo» aceptable para ella y sus intereses.Más allá de esa primera prueba de fuerza, las primeras reacciones oscilan entre el rechazo, la «advertencia» y el escepticismo.La Francia Insumisa (LFI), partido mayoritario del Nuevo Frente Popular (NFP) anuncia una moción de censura. Aceptado el arbitraje personal de Le Pen, su partido tiene oficialmente «muchas reservas» sobre varios ministros. PS, PCF y Verdes estiman que «vuelven a gobernar los que perdieron las elecciones anticipadas y son unos fracasado.Antes de comenzar a gobernar, François Bayrou, por du parte, es ya el primer ministro más impopular de la V República, el mismo día de la formación de su gobierno. Un 66 % de los franceses se dicen descontentos el nombramiento y personalidad de Bayrou. El régimen francés se fundó entre 1958 y 1962. Desde entonces, ningún primer ministro ha sido tran impopular, el mismo día de su nombramiento.Bayrou comenzará a gobernar, en cohabitación con Macron, en una situación política igualmente inédita. Francia ha estado noventa días sin gobierno a lo largo de este año. Un vacío de poder sin precedentes.A lo largo de los últimos meses, Macron ha cambiado tres veces de jefe de gobierno. El 8 de enero fue nombrado primer ministro Gabriel Attal. Duró seis meses y medio. Fue necesario esperar cincuenta y un día, para que el presidente «consiguiera» nombrar un nuevo primer ministro, Michel Barnier, el 5 de septiembre, que tardó dieciséis días en formar gobierno y ha tardado menos de tres meses en ser censurado, forzado a dimitir, en una Asamblea Nacional (AN), primera cámara del Parlamento Nacional, donde Macron y los partidos que lo apoyan no tienen mayoría y pueden ser censurados en cualquier momento por La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda) de Jean-Luc Mélenchon, y Agrupación Nacional (AN, extrema derecha), el partido de Marine Le Pen.El nuevo gobierno de Francia tiene veinte días de «respiro». Tras las vacaciones navideñas, la Asamblea Nacional reanudará sus trabajos parlamentarios el próximo 13 de enero. François Villeroy de Galhau, gobernador del Banco de Francia (BdF), lanzó días pasados una severa advertencia declarando: «Si no se toman medidas con rapidez, Francia corre el riesgo de un hundimiento económico progresivo». Todas las agencias de notación financiera internacional han repetido la misma advertencia: los déficits del Estado, la Deuda pública y sus intereses, son un lastre catastrófico para Francia y para el futuro de la zona euro.El gobierno de Michel Barnier fue censurado, el pasado día 13, porque extrema izquierda y extrema derecha rechazaron sus presupuestos del Estado. La pareja Le Pen - Mélenchon desean la «restauración» de la jubilación a los 60 años, la instauración del salario mínimo y la «ruptura» o «alejamiento» de la disciplina económica de la zona euro. El gobierno de Bayrou tendrá que afrontar ese mismo «muro» de rechazo contra cualquier proyecto de saneamiento de las deterioradas cuentas del Estado.La crisis nacional, en curso de repetición, desde el 2022, cuando Macron fue reelegido presidente, derrotando a Marine Le Pen con el apoyo electoral de las izquierdas, se ha convertido en un drama histórico, que tiene raíces muy profundas.Dominique Reynié, director general de la Fundación para la innovación política (Fondapol), analiza esa crisis de fondo de este modo: «El comportamiento populista de los partidos mayoritarios, de extrema izquierda y extrema derecha, hace tener una agravación de todos los problemas de fondo. Ante ellos, los partidos tradicionales son inaudibles. Y ese abismo puede crecer con consecuencias catastróficas para la Nación, comenzando por las finanzas públicas, cuya degradación afecta a toda la zona euro».La sociedad, los franceses, viven la crisis con una angustia creciente, desde hace varios años. Más allá de los sondeos de opinión, muy críticos, el Instituto Nacional de Estadísticas Económicas (INEE), estima que la crisis social y política es la causa principal y esencial de una caída alarmante de la natalidad.Francia ha perdido más de 100.000 nacimientos anuales durante los últimos años. En Francia nacían 794.095 niños durante la presidencia de Nicolas Sarkozy (2007 - 2019). Nacían 763.362 durante la presidencia de François Hollande (2012 - 2017). Pero solo nacerán 660.000 niños en la Francia en crisis de Macron, que a primeros de año prometía «relanzar» el «rearme demográfico». Ese «rearma» no ha llegado. Y la crisis política sin precedentes amenaza con agravar la inquietud más íntima de las familias francesas.