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Herbert Kickl: admirador de Orbán y al servicio de Putin

Representa al ala más dura de su partido y no tiene reparos en utilizar terminología nazi. Ha dicho reiteradamente en campaña que quiere ser «canciller del pueblo» («Volkskanzler») y define a otras formaciones políticas como «traidores al pueblo» («Volksverräter»), expresiones que no se escuchaban en voz alta en Viena desde la II Guerra Mundial. Y si por algo pasará a la historia es por haber llevado a la extrema derecha a ganar por primera vez desde entonces unas elecciones y lograr el sorpaso al Partido Popular Austriaco (ÖVP). «Nosotros no somos un partido clientelar, no somos el partido de un determinado grupo sino el partido de todos los austriacos, de la familia Austria, de los empresarios y los trabajadores, del campo y la ciudad, de las mujeres y de los hombres, de los fuertes y de los débiles, de los de aquí y de los que han venido a nosotros respetando la ley, de todos los que están orgullosos de Austria, por ellos queremos ser fuertes», fue su grito de cierre de campaña, y las urnas parecen confirmarlo.Herbert Kickl comenzó a estudiar Periodismo y Ciencias Políticas en la Universidad de Viena, pero en 1989, tras la caída del Muro de Berlín, cambió a Filosofía e Historia. No logró terminar ningua de las carreras que comenzó y toda su vida profesional se ha desarrollado en el Partido por la Libertad de Austria (FPÖ), la extrema derecha austriaca, antieuropea, antiextranjeros y prorrusa. Kickl fue pupilo en Carintia de Jörg Haider, a quien siempre profesó gran devoción y que a principios de siglo ya amagó con el Oxit, la versión austriaca del Brexit. Después de aquello, el canciller Sebastian Kurz domesticó brevemente al partido para atraerlo a su coalición de gobierno como socio minoritario, aunque tampoco terminó bien la historia debido al escándalo Ibiza. El entonces líder de la formación, Heinz Christian Strache, cayó en una trampa periodística y se dejó grabar prometiendo favores de gobierno a cambio de financiación a una actriz que se hacía pasar por la sobrina de un oligarca ruso, durante una tórrida reunión en un hotel de la isla española.El momento oportunoKickl supo sacar al partido de ese momento bajo dando alas a las facciones que coquetean con la nostalgia del nazismo y que despiden en los funerales a sus acólitos entonando el «canto de lealtad« de las SS hitlerianas, y aprovechando la ola de la pandemia. Estuvo a la cabeza del movimiento de resistencia contra las vacunas y conectó en aquel contexto de miedo e incertidumbre con muchos austriacos a los que el gobierno no inspiraba confianza. Apenas aparece en mítines ni concede entrevistas, pero su comunicación a través de las redes sociales es muy efectiva y llega a públicos de todas las edades. En su programa electoral lleva la inmigración, aumentos tanto de las pensiones de jubilación como de los salarios mínimos, límites a los precios de los alquileres y de la energía. La «Fortaleza Austria», que Kickl promueve desde hace mucho tiempo, debe ser una «fortaleza de la libertad», afirma, y eso significa un rechazo a nuevos impuestos, una reducción del tipo impositivo y del impuesto de sociedades, menores costes laborales no salariales y menos burocracia.Cercano a PutinCuando repite en los actos del partido que «el rendimiento debe merecer la pena», está ahora plagiando las consignas del ÖVP, pero formuladas en un lenguaje deliberadamente agresivo. Sin embargo en otros aspectos se distancia drásticamente de los populares, como en su desaprobación de las sanciones europeas contra Rusia y de las ayudas a Ucrania. En 2016 firmó un «tratado de amistad» con el partido del presidente ruso del que después ha debido distanciarse. Pero solamente de cara a la galería. Si Kickl lograse de alguna manera formar gobierno, el terremoto no solamente hará temblar el sistema político de Austria. La onda sísmica llegará a Bruselas, donde un admirador declarado de Viktor Orbán y un hombre al servicio de la Rusia de Putin se sentaría en las reuniones del Consejo Europeo.

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