Beirut tembló el viernes con el brutal bombardeo de Israel contra el cuartel general de Hizbolá y el temblor se hizo terremoto cuando la milicia chií confirmó de manera oficial el asesinato de Hasán Nasralá . Esta mezcla de clérigo y revolucionario que durante 32 años lideró el Partido de Dios era mucho más que un líder político y gran parte de la población chií del país lo veía como un auténtico padre. Mientras que el portavoz del Ejército israelí, decía que «el mundo es ahora más seguro», el vicepresidente de Irán, Mohammad Reza Aref , dijo que el asesinato traerá «la destrucción de Israel».Con la milicia chií descabezada, los iraníes se enfrentan al gran dilema de cómo mantener la disuasión frente a un enemigo que ha demostrado que está dispuesto a llegar hasta el final en la lucha contra el llamado \'eje de la resistencia\', hasta la misma cabeza del mismo, que está en Teherán. Ya nadie descarta que la siguiente parada de Israel sea la república islámica, una vieja aspiración de Benjamín Netanyahu.Las palabras de Teherán no impresionan en un Estado judío cuyos servicios de inteligencia han dado una serie de golpes letales en cadena a Hizbolá, el proxie más importante de Irán en la región. En apenas dos meses han liquidado a toda la cúpula militar y el último que faltaba, que era Nasrala, cayó en un bombardeo masivo en el que emplearon 85 bombas denominadas «destructoras de búnkeres», un tipo de munición de penetración que se hunde en el suelo antes de explotar. Cada proyectil pesa entre uno y dos toneladas y el resultado de su impacto en una zona como el sur de Beirut fue demoledor. Al menos cuatro edificios quedaron reducidos a polvo, ni siquiera escombro, y en ese escenario apocalíptico trabajaron durante toda la noche los servicios de rescate en la búsqueda de cuerpos, tarea casi imposible. El ministerio de Salud elevó a once los muertos, pero hay decenas de desaparecidos cuyos cuerpos son ceniza. Dolor entre los chiíesIsrael bautizó la operación como «Nuevo orden» y poco después de lanzarla ordenó a los civiles evacuar la zona porque iban a realizar más bombardeos. Decenas de miles de personas salieron con lo puesto del sur de Beirut y ocuparon calles, parques y mezquitas del centro y allí, fuera del bastión de Hizbolá, es donde recibieron la noticia del asesinato de su líder. El Ejército los confirmó a primera hora, pero nadie quería creer la versión del enemigo. Finalmente, llegó el mensaje oficial de Hizbolá y una mezcla de ira, dolor e indefensión se apoderó de los seguidores de Nasralá. «No ha muerto, él morirá en Jerusalén, sigue vivo entre nosotros y seguirá por siempre, vamos a vencer», son las palabras de Jihan Humani , desplazada de la frontera sur que llora desconsolada. Nada Bahsun, a su lado, asegura que «es un shock, no me lo puedo creer, me recuerda al momento la muerte de Hariri. Le matan porque es una persona digna que ha defendido a Palestina, era el único que salió en su defensa y nosotros vamos a seguir su ejemplo». La mayor parte desplazados de los barrios del sur se concentraron en la Plaza de los Mártires, a los pies de la mezquita Mohamad Al Amin. Ahmad Zmeter, de 20 años, no puede separar los ojos del teléfono, piensa que «es un día triste para todos los libaneses, que la paz sea con su alma y que venga otra persona que siga en la dirección de la resistencia. Sus enseñanzas no morirán jamás, Nasralá defendía la causa palestina, era el honor de los árabes». Safieddine, posible relevoMuertos Nasrala y la mayor parte de los históricos del grupo, algunos medios locales apuntaron a su primo, Hashem Safieddine, como posible relevo. Este religioso de 60 años ocupa la jefatura del consejo ejecutivo del Partido de Dios. El grupo necesitará tiempo para rehacerse del golpe debido al enorme carisma de un Nasrala que era además muy cercano al Líder Supremo de Irán, Alí Jamenei, y el principal nexo de la república islámica con el mundo árabe. Jamenei emitió un comunicado para recordar que «todas las fuerzas de la resistencia están esperando y apoyando a Hizbolá (…) El destino de esta región estará determinado por la resistencia». Teherán informó de que el general Abbas Nilforoushan, subcomandante de la Guardia Revolucionaria, murió junto a Nasrala en el ataque del viernes. Irán, en el punto de miraIsrael no detuvo los ataques y durante toda la jornada se produjeron bombardeos al sur y este del país y también en Beirut. Hizbolá también lanzó chetes y desde el Yemen intentaron llegar a Tel Aviv con un nuevo misil. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, calificó el asesinato del líder la milicia libanesa es de una de las «contramedidas» más importantes en la historia de Israel. Gallant dejó claro que «quien inicie una guerra contra nosotros e intente dañar a nuestros ciudadanos pagará un precio muy alto. Incluso hoy, no nos detenemos». El mensaje es alto y claro para Irán, país que, además de Hizbolá, respalda a los hutíes de Yemen, las milicias chiíes de Irak y Siria y a Hamás, en Gaza. Akiva Eldar, analista político del diario israelí \'Haaretz\', apuntó que «Netanyahu es una especie de líder, como solía decir Shimon Peres, que una vez que tiene un martillo, e Israel tiene un gran martillo, cree que cada problema es un clavo. Seguirá golpeando estos clavos, y hay varios clavos. La pregunta es por qué no, si el precio a pagar a nivel internacional, es tan bajo». Con el plan de invasión terrestre de Israel sobre la mesa, la falta de Nasralá también puede tener un impacto directo en el juego de equilibrios entre los diferentes grupos dentro del Líbano. Hizbolá ha perdido la imagen de súper milicia que tenía y no le faltan rivales domésticos. El ejército desplegó tanques y blindados en el puente de Burj Al-Ghazal, que separa el barrio chií de Khandaa al-Ghami del barrio cristiano de Achrafieh. Los fantasmas del pasado siempre estén presentes en el complicado avispero libanés. Nasralá era una figura venerada por sus seguidores y odiada por sus detractores.