Se han reanudado las negociaciones en Arabia Saudí entre delegaciones de Estados Unidos y Ucrania para lograr una tregua en el conflicto armado con Rusia. Para Trump , el objetivo principal sigue siendo parar la guerra y firmar un acuerdo con Ucrania sobre explotación de sus recursos minerales. Para Zelenski, obtener a cambio garantías suficientes de seguridad. Los rasgos que caracterizan este proceso son evidentes. Es bilateral, con Estados Unidos negociando a dos bandas (con Ucrania y Rusia) en una posición de preeminencia, con los saudíes actuando de mediadores y notarios. Es asimétrico, porque Zelenski es muy consciente de su dependencia militar y en inteligencia de Estados Unidos; por ello, ha terminado aceptando una tregua total de 30 días, que queda ahora pendiente del acuerdo ruso. Zelenski se pliega así a las pretensiones de Trump, porque la tregua supone un reconocimiento implícito del \'statu quo\', es decir, de las conquistas territoriales rusas. Es clamorosa la ausencia en Yeda de la Unión Europea (UE). Se entiende el disgusto y la impotencia que provoca en los líderes de la UE el ninguneo norteamericano en un asunto de gran relevancia para su seguridad futura. Debe ser muy frustrante observar cómo en unas pocas semanas la nueva Administración norteamericana cambia radicalmente de parecer sobre Ucrania y se desliga unilateralmente de todos sus compromisos sin contar para nada con sus antiguos aliados. No olvidemos que fue Estados Unidos quien impuso a la UE en 2008, en la Cumbre de Bucarest, la posible adhesión de Ucrania a la OTAN, en contra de su neutralidad constitucional; lideró después a la UE en la gravísima injerencia en los asuntos internos de Ucrania que derivó en una probada participación en el golpe de estado de 2014 que derribó al presidente legítimo de Ucrania, Víktor Yanukóvich; e intervino en la posterior formación de un nuevo gobierno en Kiev de claro corte antirruso.Noticia Relacionada estandar No Putin canta victoria en Kursk y se presenta en la región por primera vez El presidente ruso visita la región un día después de la reunión entre Estados Unidos y Ucrania para avanzar en las negociaciones de pazPero el desconcierto y la ansiedad que embargan hoy a los líderes europeos son pésimos consejeros a la hora de tomar decisiones, también en política exterior. El nuevo orden de cosas, impuesto abruptamente desde fuera por Trump y que sin duda va a costar mucho dinero al contribuyente europeo (ya se verá cuánto), debe basarse de verdad en una autonomía estratégica de índole convencional, confiando sólo a Estados Unidos el paraguas nuclear . Aunque una cosa es proclamar esa autonomía y otra bien distinta llevarla a cabo. Así lo apunta ya el debate sobre cómo hacer frente a ese gasto extraordinario, si mutualizarlo al menos en parte, etc. Todo esto llevará sus trámites… Plantearse incluso una autonomía nuclear es un disparate en términos militares y económicos. Son cantos de sirena impropios de políticos responsables. La propia supervivencia de Estados Unidos estaría en juego si consintiera un invierno nuclear en Europa . De manera que evitemos caer en una histeria antinorteamericana y tratemos de encontrar un acomodo razonable con Washington en torno al menos a la disuasión nuclear en el marco de la OTAN. Sería algo perfectamente viable. Cuando se calmen las aguas y se desvanezcan los reflejos militaristas habituales en estas situaciones, que abonan eslóganes como el del «rearme» europeo, insisto en la necesidad irrenunciable para la UE de que la nueva arquitectura de seguridad europea se negocie entre todos los actores en presencia, Rusia también por supuesto, y quede reflejada por escrito en un tratado general. Ucrania sería la excusa, muy desgraciada, para afrontar este reto.