En su segunda parte como presidente de Estados Unidos, Donald Trump vuelve acompañado por una banda de oligarcas liderada por Elon Musk . Todo un contraste con su primer desembarco de 2017 en la Casa Blanca, cuando el \'naranjito\' populista era menospreciado por el \'establishment\' tanto político como económico como una aberración temporal que había que sobrellevar lo mejor posible o una intolerable maldad que debía ser combatida.En su reencarnación presidencial, Trump se ha convertido en símbolo de un mundo nuevo en el que la inteligencia artificial se perfecciona a pasos de gigante, el planeta se recalienta, la tasa de fertilidad global se desmorona, las autocracias quieren ser el futuro y las democracias liberales se comportan como especies en vías de extinción. Por supuesto, ante esta sobredosis de cambios los plutocratas americanos están siendo los primeros en adaptarse.La letanía de la convergencia entre dinero y poder político es tan larga como deprimente. Los multimillonarios dueños del \'Washington Post\' y \'Los Angeles Times\' han cancelado el apoyo editorial de sus cabeceras para Kamala Harris ; ABC News (propiedad de la corporación Disney) ha zanjado con 15 millones de dólares una querella de difamación interpuesta por Trump; Mark Zuckerberg está reorientando las plataformas Meta en torno a la «libre expresión»; y Amazon habría pagado 40 millones de dólares por el documental de Melania Trump sobre sí misma.«¡¡¡TODO EL MUNDO QUIERE SER MI AMIGO!!!» escribió Trump en su red Truth Social tras cenar con Jeff Bezos . Y no se equivoca, salvo en la palabra «amigo». En búsqueda del máximo beneficio ante las nuevas reglas del juego trumpiano, Estados Unidos se adentra en una nueva era chapada en oro. Una \'Gilded Age\' del siglo XXI pero con una gran diferencia con su precedente decimonónico: los poderosos magnates de aquella época -los Rockefeller, Vanderbilts, Carnegies y J.P. Morgans - nunca llegaron a actuar en pie de igualdad con el ocupante de la Casa Blanca.