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¿Se pinchará el globo de Kamala?

Cien mil globos azules, rojos y blancos llueven el jueves por la noche en el United Center, el estadio de los Chicago Bulls, en el cierre de la convención demócrata. Kamala Harris acaba de pronunciar su discurso de aceptación de la nominación a la presidencia de EE.UU., el clímax de un cónclave triunfal. Su sonrisa fotogénica estalla en su cara, los delegados la aclaman con histeria.«Esto es como un subidón de azúcar», dice a este periódico Andre Johnson, pastor en una iglesia modesta del sur de Chicago. «O como la fiesta de graduación en el instituto»; añade Johnson, al que le sobran símiles. «Lo difícil viene después».Esa es la cuestión. Quedan apenas diez semanas para la cita con las urnas del 5 de noviembre y Harris debe demostrar que su candidatura no es como uno de esos globos que vuelan sobre su cabeza, que estallan en cuanto tocan algo punzante.Noticia Relacionada estandar Si De segundona a fenómeno demócrata: el viaje improbable de Kamala Javier Ansorena, enviado especial a Chicago La metamorfosis sin precedentes de la vicepresidenta desde la renuncia de Biden hasta la Convención Nacional Demócrata ha generado una euforia entre los votantes no vista desde ObamaEn el último mes, desde la renuncia de Joe Biden a la reelección y el relevo de Harris, el Partido Demócrata y los medios estadounidenses han transformado a una vicepresidenta impopular en una estrella política, acabada de labrar en una convención arrolladora. Lo reconocen los propios delegados: «La percepción pública de ella no era buena hasta ahora», dice Cara Robin, una líder demócrata en Santa Mónica (California). «Eso ha cambiado y el entusiasmo es tremendo, es como una Barack Obama femenina». El rival de Harris, Donald Trump, ha comparado el fenómeno con otra figura política: «La prensa trata de convertirla en la nueva Margaret Thatcher, versión progresista. Pero no va a ocurrir».Para desgracia de Trump y de los republicanos, la transformación de Harris ha sido exitosa. Ha unificado al partido, ha neutralizado las protestas de los sectores izquierdistas, ha disparado las donaciones y los registros de voluntarios, ha desatado energía y entusiasmo, ha llenado los recintos de los mítines. Es el día y la noche comparado con la campaña desmoralizante de Biden. El resultado está en las encuestas: el acumulado de encuestas de FiveThirtyEight da una ventaja de más de tres puntos a Harris (47,2%) frente a Trump (43,6%). Hasta la renuncia del actual presidente, el republicano iba ligeramente por delante en la gran mayoría de encuestas.Ahora, el fenómeno político parido por los demócratas tiene que enfrentarse a la vida real. Harris lleva un mes flotando en el líquido amniótico del partido. No ha respondido preguntas de los periodistas. No ha dado una sola entrevista ni rueda de prensa. Se ha limitado a leer discursos en un \'teleprompter\', a sonreír y a recoger ovaciones.Harris, junto al segundo caballero, Doug Emhoff, abordan el Air Force Two en el Aeropuerto Internacional O\'Hare en Chicago, Illinois, mientras regresan a Washington AFPLa candidata dijo que daría su primera entrevista pasada la convención. De momento, no tiene fecha. Tampoco se sabe si habrá alguna rueda de prensa. El desempeño de Harris a preguntas incómodas -cuestiones personales, cambios de posición radicales en sus propuestas, dudas sobre la legitimidad de su relevo a Biden sin pasar por primarias- es una incógnita. «Para saber si lo puede hacer bien debería aceptar alguna, eso es lo primero», responde a ABC Vivek Ramaswamy, que fue candidato republicano a la presidencia y es un seguidor ferviente de Trump. Ramaswamy visita la convención con ánimo provocador y para ofrecer una «visión alternativa» de EE.UU. a la que se ofrece en la convención demócrata.Sí tiene fecha la principal meta volante de su campaña, el debate con Trump del próximo diez de septiembre. Y habrá más entrevistas y debería haber ruedas de prensa.Es comprensible que Harris y su equipo busquen evitar la exposición. Así controlan el mensaje y esquivan tropiezos. Pero tienen razones históricas: Harris ya fue brevemente candidata a la presidencia en las primarias de 2020 y las cosas fueron muy mal. «En aquella ocasión, nunca destacó entre los mejores», reconoce Matthew Serafin, demócrata de Chicago, desde los pasillos del United Center. «No estuvo para tirar cohetes, erró en preguntas importantes, algunos vídeos con equivocaciones se hicieron virales».Harris naufragó en aquella aventura presidencial, con un desempeño mediocre en los debates -solo destacó por acusar de racismo a Biden- y su campaña se hundió a las primeras de cambio.Harris tendrá otra gran prueba: mantener la energía y el entusiasmo hasta la cita con las urnas, y trasladarlo a donde importa, a los votantes decisivos. Las ovaciones fervorosas de Chicago son inútiles para conquistar la Casa Blanca. Lo que importa es si llegan al votante indeciso de Pensilvania, Michigan o Arizona, algunos de la media docena larga de estados donde se juega la elección.«Lo que me preocupa ahora es que este impulso de la convención se mantenga», dice Ed Lally, delegado de Florida. «Porque lo que queda desde ahora hasta el 5 de noviembre es mucho tiempo en política».Quedan por delante muchas semanas y mucho barro. Además de preguntas incómodas, es evidente que Trump endurecerá el tono. Ha llamado «estúpida» a Harris, ha cuestionado su identidad racial negra y asiática -es hija de jamaicano e india-, la ha calificado de «incapaz», ha hablado de su apariencia física. Todo eso solo irá a más.Harris y los demócratas también tendrán que combatir contra su propia euforia. Algunas voces -en especial, Michelle Obama , que pronunció el mejor discurso de la semana- advirtieron de que no pueden caer en el triunfalismo. La mejor lección está en 2016, cuando Hillary Clinton y su campaña se creían que lo tenían todo hecho para convertirse -como busca ahora Harris- en la primera mujer que llega a la Casa Blanca. Harris ha insistido que ella es la \'underdog\', la no favorita. Ese papel le conviene más que el de prodigio político con el que sale de Chicago.

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