Donald Trump hizo pública la vuelta al diálogo nuclear con Irán y el sábado se darán cita en Omán delegaciones de alto nivel de ambos países encabezadas por el enviado de Trump a Oriente Medio Steve Witkoff y Abbas Araghchi , ministro de Exteriores. Esta será el primer contacto a este nivel desde 2018. El presidente estadounidense aprovechó la segunda visita de Benjamín Netanyahu a Washington para dar la noticia y el primer ministro israelí, aunque lo intentó, no pudo ocultar su cara de sorpresa ante las cámaras. Netanyahu aboga por el choque directo contra Irán y en 2018 fue clave para que Trump abandonara el pacto firmado por Barack Obama tras convencerle de que se trataba del «peor acuerdo posible» y «una amenaza para Israel». El mandatario israelí viajó de nuevo a Estados Unidos para pedir una rebaja en los aranceles del 17 por ciento impuestos a su país, avanzar en el plan de «emigración voluntaria» de gazatíes e insistir en la necesidad de hacer frente con firmeza a la amenaza de Irán y regresó con una cumbre entre estadounidenses e iraníes en Mascate. Negociar con los iraníes no es sencillo, pero a diferencia de los estadounidenses o los israelíes, han demostrado que cuando firman un acuerdo lo cumplen. Noticia Relacionada estandar Si EE.UU. castiga a su aliado Israel con aranceles más altos que a Irán Mikel Ayestaran La decisión de la Casa Blanca sorprendió a los israelíes y la Asociación de Productores señaló que se trata de un «paso preocupante»Araghchi adelantó que ahora «la pelota esté en el tejado de Estados Unidos», porque fueron ellos quienes rompieron el llamado Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) firmado en 2015 y vuelven al diálogo con la amenaza de un ataque si no es satisfactorio para los intereses estadounidenses. El JCPOA consiguió el compromiso iraní para limitar el enriquecimiento y almacenamiento de uranio, pero Trump lo consideró «un desastre», así que la exigencia que el presidente puede poner sobre la mesa es el desmantelamiento del programa atómico. Estados Unidos tiene delante a un Irán con la economía en situación límite, una situación regional complicada tras el descabezamiento de Hizbolá en Líbano y la caída de Bashar Al Assad en Siria y sus capacidades defensivas amenazadas tras los golpes sufridos en los ataques israelíes . Tiene también a un presidente reformista como Masoud Pezeshkian , favorable al acercamiento, y un Líder Supremo quien, pese a la negativa inicial a sentarse con el enemigo, ha dado luz verde al encuentro. Pero EE.UU. también se sienta frente a un Irán con uranio enriquecido al nivel necesario para producir armas en un corto periodo de tiempo, según los expertos, nada que ver con el país que era en 2015. Las voces ultraconservadoras iraníes reclaman este tipo de armamento para disuadir a Israel, que también dispone de un arsenal atómico. Fin a 35 años de enfrentamientoObama y Hasán Rohani derribaron en 2015 un muro de 35 años y Estados Unidos e Irán firmaron un acuerdo para limitar la actividad nuclear de la república islámica. Fue un duro y largo proceso negociador al que se llegó después de una década de sanciones que habían logrado asfixiar a la economía del régimen de los ayatolás. Los iraníes exigían un trato de igual a igual y, según el ministro de Exteriores y gran impulsor del acuerdo, Javad Zarif , fue un pacto firmado entre «ganador y ganador», un acuerdo que derribó el muro diplomático levantado tras el triunfo de la revolución islámica en 1979 y reabría las puertas de Occidente.La letra pequeña del pacto recogía que Irán no enriquecería uranio por encima del 3,67 por ciento durante al menos 15 años y reduciría la reserva de uranio de 10.000 kilogramos a 300 kilogramos y se quedaría con 6.104 centrifugadoras, un tercio de las que tenía entonces instaladas.La letra más grande enviaba al mundo el mensaje de que Irán no dejaría de enriquecer uranio y seguía adelante con su programa nuclear con fines civiles, tal y como siempre defendió Teherán. El pacto «pone final a las especulaciones y abre una etapa basada en las evidencias», declaró un sonriente Zarif el 3 de abril de 2015 en Lausana, la ciudad en la que se llegó a un acuerdo que noventa días después se oficializó en Viena. La Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) impuso un régimen de inspecciones severo, cada uno de sus informes confirmaba que los iraníes respetaban lo firmado y las sanciones comenzaron a levantarse de forma gradual. Todo marchaba según lo acordado hasta que llegó Trump, decidió retirarse del pacto y volver a imponer sanciones a Teherán. De nada importaron los informes de la AIEA, ni las advertencias del equipo negociador de Obama sobre lo compleja que había resultado la negociación. Los iraníes mantuvieron durante un año las condiciones del acuerdo, pero pasado este tiempo comenzaron a dar pasos para aumentar el enriquecimiento de uranio a niveles superiores, pasos que calificaron de «reversibles» en el momento en el que Estados Unidos volviera a respetar lo firmado en 2015.Armas nucleares israelíes Trump apeló a las sanciones más duras como forma de presión y Joe Biden , aunque prometió levantarlas duranta la campaña electoral, las mantuvo. Pasados siete años, esta estrategia no solo no ha logrado frenar el programa nuclear iraní, sino que lo ha acelerado. El presidente estadounidense tiene la oportunidad de retractarse y retomar un pacto que los iraníes vieron en su día como un primer paso para reabrir el debate sobre la declaración de Oriente Medio como una «zona libre de armas nucleares». Israel es el único país de Oriente Medio que no es miembro del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares , y el organismo internacional insta al estado judío a «ingresar en el tratado lo antes posible, a no desarrollar, y a no producir, probar o adquirir armas nucleares». El arsenal atómico israelí es un tema secreto y sus instalaciones están fuera del control de los inspectores internacionales. El mayor temor de Netanyahu es que los iraníes sigan los mismos pasos en el futuro próximo y consigan armarse con un arsenal de esas mismas características.