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Internacionales

Trump gana el debate del sofá

Diez minutos y ya asienten. Son dos jóvenes estadounidenses, 24 y 21 años. Son dos jóvenes españoles, uno con su \'green card\' con la tinta todavía reciente y el otro a la espera de un permiso que le permita seguir un año más en el país que le becó. Los cuatro atienden el debate entre Trump y Harris con mucho interés. No me imagino una situación igual en España. Mañana tienen que arrancar en el trabajo a primera hora y aguantarán lo que haga falta para ver si Harris, nerviosa y con la boca seca, es capaz de dar la vuelta a un debate que muestra a un Trump firme pero tranquilo, agresivo pero no faltón . Un Trump que hace exclamar a la más joven de las espectadoras, estudiante de informática y camarera en un Starbucks, «ese es un buen final».Los cuatro asienten con la cabeza a cada dardo de Trump y niegan cuando su oponente trata de rebatirle. Son trumpistas y lo argumentan como ametralladoras: la economía iba mejor, gestionó la pandemia y, intervienen los españoles, nuestro papeleo fue mejor con él y se supone, rematan, que los demócratas serían más comprensivos.Kamala, coinciden las dos chicas, habla de nosotras, de las mujeres, y coge nuestra bandera, pero no sé si traduzco bien: «No pone nada en la bandeja». Habla mucho de lo malo del otro y no sabemos lo bueno que tiene ella.Noticia Relacionada estandar No Taylor Swift aprovecha el debate electoral para anunciar su apoyo a Kamala Harris ABCTrump sigue tranquilo y los cuatro chavales empiezan a ponerse nerviosos con los gestos de Kamala : la mano en la barbilla, la sonrisa irónica, los gestos de sorpresa. No les gusta porque esperan algo que les saque de esa sensación -¿anómala?- que sostiene que los padres votan conservador y ellos no deberían hacerlo.Pero siguen pegados a la pantalla y vuelven a asentir cuando Trump recuerda que los demócratas reventaron la economía y no despidieron a sus causantes, él sí. El mismo que habla de echar a los millones de criminales que hacen crecer la delincuencia en nuestro parís.Ahora, le abofetea demasiado dialécticamente, lo llama \'gremlin\' tirano, mientras enumera, ahí calmada, la lista de todos sus delitos que se solventan en los tribunales. Sorprende la tranquilidad del señalado . Mucho más que ninguno de los cuatro chavales tuerza el gesto ante la enumeración de delitos, tampoco con sus vergonzantes asuntos de faldas. Trump no se apaga, Kamala no remonta y empieza a cabrear, coinciden los cuatro, con su historia repetida en salmodia, de sus orígenes, su infancia de clase media. Y sigue sin darles soluciones, no las escuchan mis compañeros de sofá y voy pensando que tampoco en el resto de cuartos de estar americanos.Ni siquiera el asalto al Capitolio hace tambalearse a Trump , y eso que ahí, justo ahí, es donde las dentelladas de su rival deberían ser casi mortales. Aprieta fuerte Kamala pero sigue destapándola esa mueca entre sorpresa y desprecio que tanto exaspera a los chicos del sofá. «Mira, mira, Trump es un nota, pero, joder, es verdad lo que dice: puso firme a todos los enemigos de América, de Rusia a Corea del Norte». Y dispara el \'secretillo\' que devuelve a Kamala a su mueca-muleta: «Biden te odiaba». Y salta Kamala a Palestina y su rival se aferra a otro odio: el de la actual vicepresidenta a Israel.Dispara con la complicidad de machos que une con un hilo de testosterona a Trump con los principales dictadores del mundo.Llegan los anuncios y, por ahora, gana Trump hasta las preguntas trampa ,porque los jóvenes a mi lado empiezan a afear que los moderadores cojean de su flanco izquierdo.Y esbozan una teoría que crece de uno a otras: parece empastillada, huele a Obama, no tiene guion propio, es como si la hubieran advertido de que no se saliera del guiñen. Casi es simultáneo: está encorsetada.Hasta que llega Ucrania. Ahí se crece Kamala, conocedora de que si hay algo que ha calado en el imaginario de la ciudadanía: Trump coleguea con Putin . Pero no lo remata porque se revuelve con dos palabras que son como dos martillos golpeando en un yunque: eres una negociadora débil y estúpida, con Putin y Zelenski.Alardea Kamala de que ningún americano ni americana está combatiendo ahora mismo en el mundo. Pues eso, justo en este sofá, no es algo de lo que se sientan orgullosos. Tampoco, y por ahí supura Trump, de que los talibanes acudieran a la Casa Blanca. Pero se revuelve y recuerda que él negocia siempre con el palo de donde cuelga la zanahoria. Aunque sigan poniendo las preguntas botando a su oponente, que sigue sin aprovechar los caramelitos que le envían los moderadores.Vuelve a hacerlo, y van… Había de conversaciones de las que nadie tiene constancia con gente a la que no pone cara. Kamala solo interrumpe cuando le recuerdan que era, es, la vicepresidenta de Biden, un \'dead man walking\', al que se apresura a enterrar con las peores formas: « No soy Biden, no soy Trump, ofrezca un nuevo liderazgo ». Y ahí, justo a mi vera, el chaval exclama, molesto: «El que no has demostrado mientras el viejo se tambaleaba».Una llamada desde casa confirma a la más joven que a sus padres les está gustando más Trump. Y aunque el segundo tramo parece favorecer más a los intereses de Kamala, el ambiente en el sofá sigue inclinándose hacia el lado del republicano.Hay algo esperanzador, los cuatro coinciden en que está siendo un debate bastante civilizado, y eso lo aprecian porque abjuran del espectáculo y el griterío. Mola ver que ninguno anda enredado en TikTok. Escuchan, y se adelantan a la pregunta que verbaliza Trump: «Vas a hacer tantas cosas maravillosas, ¿por qué no las has hecho desde la Casa Blanca todos estos años?».Termina el debate. Resultado del sofá: Trump ha ganado para los dos españoles. Para las dos chicas estadounidenses, empate, pero, aseguran, «seguimos sin saber cuál es el proyecto de Kamala Harris para nosotros».

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