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Un año después: en el epicentro del seísmo que asoló Marruecos

Conducir por las carreteras del Alto Atlas, en la provincia marroquí de Al Haouz, es como entrar en una región aún devastada, vacía y aturdida por la magnitud del desastre. Gran parte de esta zona fue duramente golpeada por un terremoto el 8 de septiembre de 2023, hace hoy un años. Por todas partes se ven las ruinas, pueblos reducidos a escombros y otros nuevos convertidos en campamentos chabolistas. Los doce meses de reparación y construcción apenas han servido para limpiar las zonas de los restos de la catástrofe en las zonas del Alto Atlas .Llegamos a Ighil, un pequeño pueblo de algo más de 70 habitantes a casi tres horas en coche de Marrakech que el año pasado se convirtió en un infierno. Aquí, el terremoto tuvo una fuerza de 6,8 en la escala de Richter, siendo el mayor movimiento de tierra que se recuerda en el país norafricano. Las consecuencias fueron devastadoras: 3.000 muertos, más de 60.000 casas derruidas y cerca de 6.000 heridos. Nadija, vecina de Ighil, no olvida lo que pasó ese día. No ha pronunciado ni dos palabras y la tristeza hace que las lágrimas rebosen de sus ojos. «Todavía recuerdo a mis hijos corriendo por aquí», dice señalando un montón de escombros aún sin recoger de lo que un día fue parte de una pequeña casa de adobe. Como consecuencia del derrumbe, sus tres hijos (de 9, 7 y 5 años) perdieron la vida. El seísmo destrozó parte de la vivienda y toda la vida de esta mujer que intenta seguir adelante. Ahora, lo único que consigue sacarle una sonrisa es una pequeña de seis meses. «Es lo único que me queda», dice mientras se seca las lágrimas con el pañuelo que cubre su cabeza. No quiere recordar, pero es casi imposible no hacerlo. Mires por donde mires, los restos del desastre siguen latentes. Puede que el olor a muerte ya no esté en el aire, pero la pérdida aún acecha estos campos en ruinas.Zona cero Las ruinas y escombros todavía permanecen en los pueblos bereberes de la región de Al Houaz, epicentro del terremoto. Hussein, también de Ighil, recuerda bien esa noche: «Nada más notar el primer temblor, abracé a mi mujer y a mi hija que tenía al lado y salimos rápidamente a la calle», nos cuenta mientras recorre las ruinas de lo que un día fue su hogar. Eran las 23:11 horas y como Hussein, la mayoría de los afectados estaban en sus casas cuando la tierra comenzó a temblar. «Fue horrible. Todo se movía. Empezaron a caerse los cuadros, todo temblaba». Ahora, este padre de cinco hijos vive con tres de ellas y su mujer en una tienda de campaña. Lo que iba a ser una medida provisional, se ha convertido en su nuevo hogar. La mayoría de los que perdieron sus casas (más de 380.000 personas, según datos oficiales) viven de manera temporal en las tiendas de campaña levantadas días después del seísmo. Por toda la carretera N-7 que lleva desde Marrakech hasta la provincia de Al Haouz, el paisaje se repite: por un lado, el marrón de las casas de adobe y arena derruidas se entremezcla con el gris de las montañas de ladrillos de hormigón que servirán para construir las nuevas casas; por otro, las tiendas de campaña ocupan parte de las orillas del valle. Pueblos como Amerzegan, Bulhbak e Imgda l se han reconvertido en grandes campamentos chabolistas, donde los vecinos esperan a que la reconstrucción empiece en algún momento. Los palos de bambú sirven para levantar los cimientos de unas tiendas que protegen como pueden con lonas de plástico. Y los troncos de los árboles sujetan las estructuras, pero corren el peligro de que las raíces estén lo suficientemente podridas para hacer caer toda la estructura. «Es un peligro para nosotros , y sobre todo para mis hijos«, dice un vecino de Imgdal que acaba de ver caer sobre su tienda un tronco.Hussein recuerda a los muertos del terremoto en el cementerio de Ighil, epicentro del seísmo IGNACIO GILPermanecer en su tierraA pesar de todo, los habitantes de estos pueblecitos no han querido irse lejos de sus casas. «Es la cultura bereber. Pertenecemos a un lugar y aquí nos quedamos», explica Mouhamed, un joven artesano de pulseras que vive en Asni, a 60 kilómetros de Marrakech, y también perdió su casa. Mouhamed, un año después, sigue viviendo con su madre en la misma tienda de campaña, pero no en el mismo lugar donde la levantaron. La explanada, a orillas de la carretera que se dejó para las familias, ahora no es más que un campo de arena. «El Ejército nos dijo que teníamos que irnos», cuenta el joven. Algunos dicen que es porque no cabían; y otros porque estaban muy a la vista del turismo (la zona de Asni es muy visitada por el turismo de montaña). Las tiendas las han ido repartiendo por todo Asni, formando ya una pequeña comunidad dentro del pueblo. Y no ha sido nada fácil sobrevivir este año. El invierno en la zona, a más de 1.500 metros de altura, es duro, llegando a temperaturas bajo cero y constantes nevadas. «La lluvia se cuela por todos los agujeros y es helador, sobre todo para los más pequeños y la gente enferma», explica Abdel, un vecino de Asni que también vive en una tienda con su familia. Y el verano, con casi 40 grados, convierte las tiendas tapadas con plásticos en hornos inhabitables.Ayudas insuficientesEl Gobierno decretó una asignación mensual de 2.600 dirhams (unos 260 euros, algo menos que el salario mínimo ) para cada familia afectada durante un año, que está a punto de acabar, y ayudas a la reconstrucción por valor de 80.000 dirhams (8.000 euros) por casa derruida.La gente, una vez al mes, hace fila para cobrar los 260 euros que el Gobierno prometió. Según la oficina del primer ministro, esta cantidad la reciben 63.800 familias damnificadas, es decir, el 97% de los hogares afectados. Pero en la práctica, no todos reciben esta prestación. La ayuda está llegando a cuenta gotas. Según cifras del Gobierno, sólo se han reconstruido 1.000 casas de las 55.000 que se derrumbaron. Y, aunque gracias a la fraternidad y la solidaridad entre las familias van sobreviviendo, hay muchas que no llegan. La lentitud en el proceso hizo que, la semana pasada, los habitantes de Talat N\' Yacoub, a 25 kilómetros del epicentro, protestaran por el lento ritmo de la reconstrucción y exigieron más transparencia en la distribución de la ayuda y más inversiones en la infraestructura y los servicios sociales de la zona empobrecida.A LA ESPERA DE UNA CASA La mayoría sigue esperando que reconstruyan sus casas. Mientras, viven en precarias condiciones en tiendas de campaña, sin agua corriente. IGNACIO GILLa ayuda de los primeros meses fue muy grande. El Ejército y la sociedad civil cubrieron las lagunas del Gobierno y del rey Mohamed VI (que no apareció hasta el cuarto día después del terremoto). Pero, con el tiempo, han ido desapareciendo. Hace cuatro meses que las Fuerzas Armadas abandonaron la zona. Sin embargo, casi más difícil que construir las casas es obtener los planos que acrediten que tienes derecho a una. Mouhamed y su familia están de enhorabuena. Hace unos meses, consiguieron que el Gobierno les enviara los planos de su nueva casa. Pero aún no se ha movido nada en su terreno, solo un círculo de tiza dibuja el lugar que ocupará. «El plano está mal», dice Mouhamed, «por eso aún no han empezado a construir. No han puesto todos los metros que nos corresponden. El problema es que cada vez que devolvemos los planos para corregirlos tardan más de un mes en volverlo a enviar». Por esa razón, y también por el corte en las ayudas económicas, la reconstrucción de las viviendas se ha paralizado. A pesar de todo, han sido afortunados, y por eso guardan los planos como un tesoro. Otras familias como la de Abdelatif no han tenido la misma suerte. No tienen planos, porque vivían de alquiler en un pequeño apartamento en Asni. Tampoco el Gobierno les ha dado la ayuda mensual «no sabemos por qué», cuenta su esposa, Mariam, madre de tres varones de 14, 12 y 8 años. «Me dijeron que mi dirección no correspondía con la que hay en mi DNI», lamenta Mariam. El paisaje cambia radicalmente ya en la ciudad de Marrakech. Apenas se ven edificios en la ciudad vieja derruidos a causa del temblor y la vida en el zoco volvió a ser la misma, llena de bullicio y turismo, a los pocos días del seísmo. La zona del Alto Atlas era una de las regiones más olvidadas para el Estado antes del terremoto y, aunque la reconstrucción se puso en marcha poco después del desastre, un año después todo parece seguir prácticamente igual. «Agradecemos mucho la ayuda, pero solo pedimos que no nos olviden», ruega Mouhamed.

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