“Gladiador” fue la película que inauguró el nuevo milenio, cosechando premios y halagos de la prensa y el público, público que siempre reclamó una secuela de este filme, en la que el veterano director Ridley Scott no estaba interesado. Pasaron 24 años y el cineasta, por fin, dio el visto bueno para expandir este universo.
Lucio (Paul Mescal) se ve obligado a ingresar al Coliseo después de que su hogar fuera conquistado por los emperadores tiránicos que ahora dirigen Roma con mano de hierro. Con rabia en su corazón y el futuro del Imperio en juego, Lucius debe mirar a su pasado para encontrar fuerza y honor para devolver la gloria de Roma a su pueblo.
Ridley Scott nos sitúa 16 años después de la muerte de Máximo (Russell Crowe) y Cómodo (Joaquín Phoenix). Y la pregunta es cómo contar una historia mejor que la que se nos presentó anteriormente. La película no se acerca a lo que fue su predecesora, pero mantiene esos combates increíbles y esa búsqueda constante de un gobierno digno para Roma.
El centro del Imperio Romano es gobernado por dos corruptos e idiotas emperadores llamados Geta y Caracalla, cuyo objetivo es saciar su lujuria y codicia conquistando territorios, generando matanzas. Estos actos son por demás de cuestionados por su Justo Acacio (Pedro Pascal), quien pretende crear un gobierno justo para Roma. Pascal, quien hoy por hoy es uno de los hombres más importantes de Hollywood, consigue una buena interpretación y continúa demostrando su versatilidad.
Pero si hay alguien que se roba el espectáculo es Denzel Washington, un hombre que ya trabajó junto a Scott en “Gangster americano”, pone toda su maestría para interpretar al codicioso Macrino.
Quien regresa a esta secuela es Connie Nielsen, interpretando a Lucila, cuyo rol es importante para esta entrega. Si bien su rol es la de “damisela en peligro”, le aportó lo necesario para cerrar su arco narrativo.
A nivel técnico, Scott logró hacer combates épicos con efectos prácticos y también digitales; algunos de ellos se notaban, y aunque eran inverosímiles, se disfrutaban. Sin estas peleas espectaculares sería una película triste y llena de política, que se prestaría al aburrimiento.
Si bien no le llega ni a los talones a su predecesora, “Gladiador II” entretiene. Es una digna secuela que debería ser su final definitivo. Y, además, es una película superadora a las últimas dirigida por el gran director inglés.
Calificación: Buena.