Newell’s Old Boys cierra otro año con los números en rojo. Varios sinsabores fueron los que terminaron provocando que el 2024 fuera para tenerlo como uno de los peores en los últimos tiempos, y con la obligación de olvidarlo rápido. Una vez más, como le viene sucediendo desde 2013, no estuvo a la altura de las circunstancias, y el pueblo rojinegro lo hizo saber donde importa, expresando su lógico descontento. La paciencia del hincha se agotó y empezó a exigir respuestas.
Cómo habrá sido de malo lo de La Lepra para que ese inicio alentador, ilusionante, con cuatro victorias seguidas y buen juego bajo el mando de Mauricio Larriera cuando todo recién comenzaba, haya quedado muy lejos. Es que, tras ese inicio que invitaba a la esperanza de recuperar el prestigio perdido, todo se desmoronó como un castillo de naipes. De allí en adelante, nada volvió a ser igual y todo acontecimiento posterior a esos primeros pasos acertados resultó para peor. Una sucesión de hechos desafortunados, con diversos responsables.
Cuando parecía que Newell’s se volvería a calzar el traje de protagonista en el plano local, con un Ever Banega en llamas, llegaron tres derrotas consecutivas, la más dolorosa en el clásico ante Central en el Coloso, en la cual no contó con su capitán y referente en el campo. Tres golpazos, sobre todo el traspié en el derby de la ciudad, de los que el club del Parque Independencia nunca se pudo reponer. Luego de eso, jamás pudo recuperar ni el rendimiento futbolístico ni los resultados que lo acompañaron en el principio.
El ciclo de Larriera se fue desgastando, acompañado por una pobre campaña, que le imposibilitó clasificarse a los play offs de la Copa de la Liga. Solo tuvo un poco de tubo de oxígeno con una victoria sufrida ante los suplentes de Deportivo Riestra en Copa Argentina, tras sortear exitosamente el debut ante Midland. Sin embargo, su alejamiento fue inevitable por el grado de descomposición que mostró el equipo con el correr de las fechas. Su sucesor fue Sebastián Méndez, el cual empeoró los números del entrenador uruguayo.
Bajo la batuta del ‘Gallego’ se vio lo más flojo de La Lepra. Newell’s se acostumbró a dejar puntos en el camino tanto en el Marcelo Bielsa como fuera de casa, uno de ellos otra derrota en el Clásico, esta vez en el Gigante de Arroyito, y tampoco pudo seguir avanzando en Copa Argentina al encontrar la resistencia del campeón Central Córdoba en octavos, que lo eliminó por penales y le marcó la puerta de salida a Méndez, quien se sostuvo un par de encuentros más antes de salir eyectado con una papelonezca goleada recibida por Argentinos Juniors en La Paternal. Para colmo, los refuerzos que arribaron a mitad de semestre para mejorar en algo lo magro del primero tampoco marcaron diferencias, sobre todo los casos de Saúl Salcedo, Juan Ignacio Méndez, Gabriel Carabajal y Lucas Besozzi, con actuaciones para el aplazo.
La Lepra se volvió un equipo inofensivo, sin poder de fuego arriba y escasa contención en el fondo, combo completo para ser de los peores conjuntos del campeonato. Agarró Ricardo Lunari el fierro caliente y pudo enderezar el barco durante algunos compromisos, al menos desde lo numérico, más allá de seguir en deuda con el fútbol. El técnico de estirpe leprosa le dio mayor protagonismo a Matko Miljevic, quien pudo desplegar lo mejor de su repertorio, brindando un poco más de claridad en ataque ante tanta anemia. Sin embargo, fueron esas mismas cifras, que en un principio lo respaldaron, las que también terminaron con su interinato.
Ya en la tormenta, sin aspiraciones de pelear la Liga Profesional ni clasificar a copas internacionales, quedando lejos de ambas, también dirigió un partido el interino Del Valle Medina, en una victoria ante Independiente que cortó una racha extensa sin alegrías y atenuó levemente el ánimo de la gente. Finalmente, el último piloto en el temporal terminó siendo Mariano Soso, quien en pocas fechas pudo mostrar algo de su idea, al margen de los resultados, siendo práctico y consecuente en base al plantel con el que contaba, siendo la imagen final la expresión inteligente, con juego directo, vertical, que mostró en el triunfazo ante Talleres en Córdoba.
Para rescatar, hay que mencionar la grata aparición del juvenil Mateo Silvetti, quien con golazos y desempeños convincentes logró ser lo único zafable de Newell’s. El pibe, con su desparpajo y atrevimiento, también rompió con la modorra colectiva general y despertó aplausos de la parcialidad rojinegra. El futuro del talento surgido de las inferiores es una incógnita, ya que despertó el interés de varios clubes europeos, pero para los intereses leprosos sería beneficioso poder disfrutarlo un tiempo más. Es una joya que hay que cuidar.
En el debe, además de la floja labor general, está lo de Banega. El 10 fue muy irregular y se perdió algunos partidos trascendentales entre lesiones y suspensiones. Newell’s lo necesita completamente enfocado para ver la mejor versión de un jugador que, en plenitud física y concentrado, tiene condiciones de sobra para marcar diferencia en un mediocre fútbol argentino. Dependerá exclusivamente de él. Puede y tiene con qué mejorar.
La Lepra le bajó la persiana a un 2024 del que deberá pasar página rápido, aprender de los errores para no volver a repetirlos y configurar un mapa que le permita trazar expectativas optimistas de cara a 2025. Al margen de los nombres que vengan y los que se irán, debe recuperar una identidad como equipo, saber que es lo que quiere y las herramientas para conseguirlo. Ser competitivo será la prioridad mínima. El cambio de rumbo deberá ser radical, porque el pueblo rojinegro merece volver a experimentar momentos de gloria.