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Monseñor Martín presidió el inicio del Año Santo en la arquidiócesis

El arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martín, presidió el inicio del Año Santo en la arquidiócesis. La celebración comenzó en el santuario San Cayetano, desde donde se peregrinó hacia la catedral metropolitana Nuestra Señora del Rosario, donde presidió la Santa Misa. En ese marco, concelebraron el obispo auxiliar, monseñor Ernesto Fernández; el vicario general, Emilio Cardarelli, los vicarios episcopales y numerosos sacerdotes del clero.

En la homilía, el arzobispo expresó que se trata de «un año para volver a encontrarnos con Jesús y volver a renovar la esperanza». Además, asistieron diáconos, lectores, acólitos, ministros de la comunión, consagradas y consagrados y un gran número de fieles provenientes de los distintos pueblos y ciudades de la arquidiócesis, que colmaron la iglesia matriz y los alrededores de la Plaza 25 de Mayo.

En el domingo de la Sagrada Familia, destacó «este modelo de familia conformada por Jesús, José y María», y añadió: «Esta familia tan original, única en la historia de toda la humanidad, se dilata en la Iglesia: la gran familia de los hijos de Dios, todos nosotros por el bautismo somos también hijos de Dios y así como Jesús vivió sujeto a sus padres y vivió en permanente actitud de obediencia a Dios Padre, así también en la vida de la iglesia vayamos poquito a poco perseverando en el camino, descubriendo la voluntad de Dios».

«Allí está todo lo que necesitamos y en medio podemos decir que está la esperanza, entre la fe en Jesucristo y el amor está la esperanza que nos anima cada jornada a mirar adelante», planteó.

En ese sentido, animó a que el 2025 sea «un año en el cual podemos experimentar que el Señor nos ama, que Dios es lento para el enojo y de gran misericordia, que Dios es indulgente, infinitamente indulgente con todos nosotros».

«La esperanza es el signo de los peregrinos. Peregrinamos porque estamos con esperanza y nosotros los cristianos, ni somos burgueses cuyo ideal es estar apoltronados en un sillón, ni somos vagabundos que deambulamos de un lado al otro sin saber para dónde ir. Los cristianos, no porque somos mejores que nadie, somos peregrinos», consideró.Y añadió: «Peregrinos de un destino de eternidad, peregrinos de una gloria sin fin: trabajamos y nos fatigamos para alcanzar como nos dice el apóstol Pablo, una corona que no se marchitará jamás, una corona de Gloria, no como las glorias de este mundo que son pasajeras y que son engañosas, sino por una gloria eterna».

El arzobispo rosarino animó a sentirse peregrinos y aseguró: «Nuestra vida es una gran peregrinación hacia la casa del Padre, hacia la gloria eterna. Y esa allí está puesta el ancla de nuestra esperanza donde Cristo ya traspasó el velo y allí está puesta nuestra esperanza esta Esperanza con mayúsculas: esa Esperanza que no defrauda».

«Necesitamos, en este año, sentirnos como nunca o más que nunca familia de Dios, pueblo santo de Dios que caminamos juntos, que nos necesitamos los unos a los otros, que necesitamos orar los unos por los otros, que necesitamos esta conversión por la gracia y la misericordia de Dios que se derraman abundantemente», instó.

A su vez, destacó que «este es un año de Gracia para experimentar una gran conversión de nuestras vidas y entonces así al experimentar esa gran misericordia se renueva nuestra esperanza y se llena de alegría, se llenan de alegría nuestros corazones».

«También en ese gesto de amor y de solidaridad con todos nuestros hermanos difuntos, podemos ofrecer las indulgencias, realmente este camino de conversión por las almas de nuestros hermanos difuntos y entonces ir renovando toda la iglesia la iglesia purgante y la iglesia peregrina, que somos nosotros y que anhelamos alcanzar un día esa Gloria eterna del cielo. ¿Cómo? Renovada la esperanza por el perdón de nuestros pecados, confesándonos sinceramente de todos ellos», exhortó.

«Que María Santísima, Nuestra Señora del Rosario, nos ampare y acompañe en este año y podamos así dar gloria a Dios y sembrar la esperanza en nuestro mundo», expresó el arzobispo.

 

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