El tango lo dice con todas las letras: En Rosario, “hasta el cielo se ha puesto a llorar”. Este domingo que amaneció lluvioso parece haber sido el escenario perfecto para la hechura de esta nota en la que queremos rendir homenaje y reconocimiento a dos mujeres escultoras. Una que nació un día como hoy hace 158 años (según algunas versiones) y otra que en 2025 cumplirá sus maravillosos y lúcidos 100.
“Yo amaba a Lola Mora mucho antes de ponerme a estudiar escultura con Leo Vinci, en Buenos Aires”, desgrana Gladys Urquiza en el departamento en que sus pinturas y esculturas forman un singular marco estético a la conversación.
El blanco mármol de las Nereidas asistiendo al nacimiento de la diosa Venus en la costanera Sur de Buenos Aires, allí emplazada luego del escándalo provocado por la “desnudez” de los cuerpos que obligó a su traslado a un sitio menos “impúdico”, ya había seducido la veta esteta de Gladys, durante su estada en la ciudad capital.
La inspiradora del magnífico mural a Belgrano en la pared este del Palacio Municipal, que tiene un franco diálogo arquitectónico con el pasaje Juramento y la obra de Bustillo, Guido, Fioravanti, Bigatti y Barnes, rememoraba sus momentos al lado de quien la preparó en sus primeros pasos como escultura, Leo Dante Vinci, a quien llegó casi de casualidad el día que su esposo, el ingeniero Oscar Sergi, le sugirió que hiciera algo, lo que quisiera, para ocupar su tiempo y desarrollar su talento.
Así llegó hasta aquel maestro de maestros al que, desde pequeño, su padre tapizó las paredes de la casa con papel, para que dibujara a su absoluto gusto y placer. ¡Qué importante es el entorno familiar en el desarrollo del genio!
Lola Mora, la misma mujer que se atrevió a tanto, aún después de haber perdido a sus padres con dos días de diferencia cuando apenas tenía 18 años, fue admirada en el mundo entero, supo de las mieles del éxito y el reconocimiento internacional, vivió en suntuosos castillos diseñados y construidos por ella misma en Italia, sin embargo, culminó sus días a los 69 años, olvidada y en la indigencia.
Mientras que Tucumán y Salta se disputan la Cuna de la primera mujer escultora de Latinoamérica que se trepó a un mármol, para cincelarlo, en pantalones, y por la cual hoy se conmemora el Día del Escultor y las Artes Plásticas, aún cuando existe una fe de bautismo fechada en 22 de junio de 1867 que dice que la niña tenía entonces dos meses, nos animamos a recordar un hecho del que Rosario, Cuna de la Bandera, ha sido triste testigo.
Estaba Gary Vila Ortiz en la jefatura de Redacción de La Capital cuando envió a la cronista que esto suscribe a hacer una nota por “las estatuas de Lola Mora”.Expuestas como para ser fusiladas por un pelotón en el que sólo faltaba el alambre de púas para convertirse en la postal de un ignominioso campo de concentración, se arruinaban a la intemperie, sin ningún tipo de cuidado y atención.
El magnífico y colosal conjunto monumental iniciado en Italia por encargo del gobierno para celebrar el Centenario de la Revolución de Mayo, al ganar su boceto el concurso en 1909, en un intento por levantar en Rosario un Monumento a la Bandera, fue desarticulado en septiembre de 1925.
Justamente en el año de la celebración del Bicentenario de Rosario, cuando “tiramos la casa por la ventana”, vino hasta el presidente Alvear y se realizaron importantes festejos durante todo el año, la Comisión Pro Monumento impulsa a la Municipalidad a rescindir el contrato con Lola Mora y se desmembra el monumento, colocándose las esculturas en diversos puntos de la ciudad y algunas en depósitos municipales.
El tiempo siguió pasando y con la construcción, en 1997, del Pasaje Juramento, se decidió incorporarlas al Monumento a la Bandera en una especie de resarcimiento a aquella primera idea que nunca le fue pagada a la autora de la obra y que provocó que hasta se hiciera en 1933 una suscripción popular para ayudarla en su difícil situación económica.
En una muestra de increíble resiliencia y superlativa inteligencia, Dolores inventó una máquina de cine para ver a plena luz del día (¡prototipo de la tv!) y un auto a vapor; participó como contratista en el ferrocarril trasandino que hoy conocemos como Tren a las Nubes, fue urbanista en Jujuy; convencida que en suelo salteño dormía una gigantesca riqueza, se radicó en Rosario de la Frontera para desarrollar un proyecto minero y buscó destilar petróleo fósil de la formación de 65 millones de años de Yacoraite, para extraer aceites lubricantes.
Sin dudas, mucho más que una escultora…
Amerita, a días del Tricentenario, que la Cuna de la Bandera la honre como corresponde.
Con una fuente y un espejo de agua para realzar tanta belleza, con su obra estatuaria puesta en valor, con una iluminación acorde a la grandeza de su espíritu creador, con un enorme “¡Gracias, por tanto!” ¿No lo creen así?