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Rosario Sin Secretos: ¿traición a la tradición?

 

Larga historia de desencuentros hemos tenido los argentinos, que han costado miles de vidas.

Ríos de tinta han surcado infinidad de páginas para contar la historia, muchas veces escrita por los que ganaban, dejándonos la incertidumbre de «la otra historia»…

De acuerdo a dónde abrevemos tendremos una versión y muchos impondrán sus propias creencias y tendencias sobre otras opuestas.

En el medio de todo, el soberano, el pueblo, la ciudadanía, la gente, escuchando a veces, una; otras, las dos o más campanas…

Pero hay datos que son taxativos y no pueden negarse, como por ejemplo, que el autor del Martín Fierro, José Rafael Hernández, vivió un tiempo en la casa de su tío, el coronel Manuel Alejandro Pueyrredón, que era hijo del teniente coronel José Cipriano Pueyrredón y sobrino del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, en pleno año de la declaración de nuestra Independencia.

 

No sabemos en qué recodo del tiempo al guerrero de la independencia se le perdió la «de» del apellido, ¡y esperamos que no se la hayan robado en el Rosario!

Diecisiete cicatrices tenía su cuerpo, como “trofeos” de las batallas libradas hasta el día en que murió, el 10 de noviembre de 1865. Por esas cosas de la vida, su sobrino más famoso cumplía 31 años ese día y llevaba apenas un par de años casado con Carolina González del Solar, a quien había desposado en Paraná y con quien tuvo ¡8 hijos!

Este tío, al que solía visitar el «Vincha», J.H. o «El Patagón Pepe José», pseudónimos con los que el autor de la «Biblia Gaucha» solía firmar sus profusas y batalladoras notas, se había casado primero con María Rosario Ríoseco de Silva y Morales, teniendo apenas 20 años y luego, en segundas nupcias, ya con 42 años, con Sebastiana Bausá Tristán, y vivió en el Rosario de 1858 a 1865, allí mismo donde en la actualidad se levanta un condominio de departamentos.

El solar en el que estaba la casa del coronel que, a los 16 ya era escolta de San Martín en el cruce de los Andes, fue expedicionario para disputar territorio a araucanos y pampas, condecorado con Cruz de Oro al Mérito y activo partícipe de las guerras entre unitarios y federales, se levantaba en el Rosario en la misma manzana en la que está el Correo, sobre la calle del Camino Real (Buenos Aires) 880. Un par de placas recuerdan al distinguido huésped de tan noble habitante del Rosario que tuvo vida tan errante como agitada.

De la antigua casona, previa a su demolición, el Instituto de la Tradición «Martín Fierro» rescató, y atesora, la salamandra que en junio y julio de 1868 fue cálido refugio de este gigante de la literatura gauchesca, soldado de Cepeda, Pavón y Cañada de Gómez, y quien, a pesar de haber quedado huérfano de madre a los 9 años y perdido a su padre fulminado por un rayo cuando apenas él había pasado los 20, supo ser «contador, taquígrafo, guerrero, revolucionario, legislador, miembro del Concejo Nacional de Educación, Consejero del Monte de Piedad, del Banco Hipotecario, protector de la industria, estanciero, periodista, orador y poeta -hombre de espada y de pluma, del bosque y del salón, de tribuna y de la espuela-«. Así lo describió su propio hermano menor, Rafael, quien admiraba todos los dones de un «decidor chispeante, con fuerza colosal” y, al decir de Benjamín Posse, “dueño de una potente voz de órgano de catedral».

Como cada año, el Instituto de la Tradición “Martín Fierro” de Rosario colocó en la mañana una palma homenaje en la Galería de Honor de las Banderas de América y repartió pastelitos. El día anterior hizo la previa con la 1ª Feria del Libro Criollo.

El asteroide 19079 descubierto en el Observatorio Félix Aguilar, al pie de la Cordillera de los Andes, en El Leoncito, San Juan, lleva el nombre de quien escribió lo siguiente: «La capital en el Rosario sería la única solución conveniente que puede darse a las grandes cuestiones políticas y administrativas que nos han agitado y dividido hasta hoy».

Fervoroso defender de las autonomías municipales, tantas veces anunciada en Rosario, fue quien le dio el nombre a la ciudad de La Plata, fundada por su amigo Dardo Rocha, en un doble juego de palabras que hablaba de lo argento de la Argentina y del apellido de su abuelo paterno, José Gregorio Hernández Plata.

Con humor, lírica y sátira brillante, supo describir las penurias sufridas por el gaucho cuando no tenía su papeleta de conchabo y su libro era lo más solicitado en las pulperías y almacenes de ramos generales, junto con la yerba y el azúcar.

El mes pasado la ciudad se vio vestida de naranja en varios lugares e invadida por calabazas foráneas que nada tienen que ver con nuestros orígenes. La colonización ya no precisa de las armas. Utiliza uno de los instrumentos más penetrantes, en la medida que no se ejerza soberanía, su cultura. ¿No será hora de que empecemos a tomar conciencia y volvamos a honrar y poner en valor nuestro patrimonio y la tradición?

De paso, en su Cuna, en el mes de la Tradición, ¿por qué la Bandera del Mástil Mayor no está izada en el único Monumento en su honor que existe en el mundo?

En conclusión, y fogoneando la historia telúrica, Rosario Sin Secretos, saluda jubilosamente la década ganada de Conclusión como medio defensor embanderado con las cosas nuestras. ¡Feliz cumpleaños Nº 10, camino al Tricentenario de su Cuna, nuestra amada Rosario!



 

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