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Rosario Sin Secretos: y María salvó a Manuela…

 

El escándalo de lo que fue, durante un tiempo, un secreto a voces, había estallado!

El propio alcalde había conseguido alojar en casas de amigos a su amante para verla “sin ser molestados”, pero eso había llegado a su fin.

La imagen del alcalde borracho y furioso, a los gritos, hasta altas horas de la noche, corriendo por las calles de tierra y entrando y saliendo en casas y ranchos desperdigados en los alrededores de la capilla, las pulperías y el almacén de ramos generales, había quedado grabada para siempre en los azorados vecinos del Rosario.

Pueblo chico (alrededor de mil almas), infierno grande, dice el refrán, y las noticias corrieron como reguero de pólvora.

Ysidro Noguera, con pistola cargada y espada en mano, buscó a su amante, que se negaba a seguir con la relación, por toda la comarca.

Manuela Hurtado y Pedraza, la heroína de la primera invasión inglesa, había logrado ser salva gracias a la intercesión de la Virgen María, a quien se había encomendado tras haberse confesado con el entonces cura párroco Julián Navarro, clérigo que le recomendó cortar inmediatamente con esa relación que no sólo la dañaba a ella, también a la esposa del alcalde Ana Josefa Morales, y era una inmoralidad manifiesta para el pueblo todo.

Navarro, el mismo que un año y un par de meses después, bendeciría la primera Bandera blanca y celeste creada por Manuel Belgrano y cosida por María Catalina Echevarría, con telas de la tienda de Pedro Tuella y Montmpesar, el hombre que junto a su esposa, Nicolasa Costey, la había adoptado igual que a sus hermanos al quedar huérfanos siendo niños.

La humanidad se estremece, clama la Religión y la Justicia es incitada a vista de su escandalosa conducta. Los últimos pasajes de anoche han puesto el sello a su desesperada vida. Yo me veo precisado por caridad y por mi empleo a ocurrir a tantos males, y así con acuerdo del Sr. Cura y Vicario he depositado a Da. Manuela, la Tucumana, gravemente estropeada por Ud. previniéndole se contenga, conduciéndose con la moderación que exige la dignidad de Juez, hasta tanto que la Excelentísima Junta Provincial disponga de su persona, pues de lo contrario usaré de la fuerza por el bien de la causa pública y quietud del vecindario como Juez Comisionado del mismo Superior Gobierno a quien con esta fecha doy cuenta. Dios guíe a vuestra mano. Parroquia N.S. del Rosario”. Así decía la carta que el capitán de milicias Pedro Moreno le mandaba a Noguera al día siguiente del escándalo.

Noguera, anticipándose a estas épocas en que todo se resuelve tan “rápidamente”, pretendió conseguir un juicio abreviado para evitar el proceso, pero las presentaciones de Moreno y Navarro fueron recibidas en tiempo y forma y un día como hoy, 19 de diciembre, se inició la causa contra el lunático alcalde. Este mismo día, la Junta corrió traslado al Relator de la Real Audiencia de Buenos Aires para que actúe.

Bien cita el profesor Darío Barriera en su publicación en el Anuario de Historia Argentina: “Nadie podía imponer respeto al alcalde, si sus atropellos no eran penalizados, el gran perjudicado no era otro que el (honrado) vecindario que, de esta manera, queda conformado unánimemente a partir de considerarse opuesto y enfrentado a su agresor, que lo deshonra”.

No era la primera vez que el alcalde tenía conductas violentas tanto con las mujeres como con los pobladores, especialmente los comerciantes, a quienes cobraba impuestos a su antojo aprovechando que muchos de ellos no sabían leer ni escribir.

Navarro y Moreno en sus denuncias lo consideraron no apto “para portar la vara de la Justicia” por la cantidad de “tropelías y escándalos en el honrado vecindario”.

Noguera se había comportado demasiadas veces como un ser irracional.

(Continuará)

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