Por Daniel Caran
Aunque generalmente se utilizan frases y/o palabras cursis, está claro que estas fechas suelen servir para analizar lo que viene con ciertas esperanzas renovadas. Es que lo que fue… fue. Y de ahora en más quedará la agenda abierta que debería darnos las alternativas obvias de cambios, de concreciones.
Todos sabemos que 2015 fue en demasía complejo por implicancias políticas de varias elecciones. En contexto local, siempre variable y ambiguo, entregó sus particularidades, pero en definitiva todo cayó en la misma bolsa: enfrentamientos, peleas, diferencias. Eso terminó, una vez más, por postergar urgencias para más adelante.
Pero lo dicho… lo que fue, ya fue. Ahora el desafío es enorme, y a la perspectiva de los cambios producidos a nivel nacional, el panorama tendrá un tiempo de medida paciencia.
El simple análisis nos lleva a pensar que hay atisbos de cambios en algunas relaciones políticas. No obstante, nadie es idiota para no entender que entre las buenas migas de Colombi y Ríos hay otras veladas intenciones, sobre todo del primero, que quiere poner cuanto antes en agenda la reforma que le permita su re-re.
Si de logros concretos se trata, debe apuntarse los avances institucionales para dar vía libre al proyecto urbanístico de Santa Catalina, a priori urgencia determinante en cualquier esquema de poder, habida cuenta del déficit habitacional de Corrientes.
Las relaciones con el Gobierno Nacional son otras, y tampoco es tiempo para revanchas sectoriales. Las urgencias obligan, por caso, a dar respuestas definidas al drama de las inundaciones.
Si hay nombres concretos en el esquema de Gobierno, con Slobayen, Macció, Gatti y otros, bien puede pensarse en otras vías que impliquen alguna opción de respuestas en el mediato futuro.
Este será un año de cierta tranquilidad política. Deberá aprovecharse.
Volvemos a caer en lo cursi: esperanzas hay, se espera otra cosa.
