Por Daniel Caran
Como fueron por todo, y con todo, la razonable postura debería implicar al menos un dejo de sinceridad, y el expresar errores, aceptar sugerencias, y en todo caso aventurar mejoras a futuro.
No lo harán. Enceguecidos por la soberbia insistirán en la metodología de sectorizar la cultura, de mediocrizar las ideologías, y de minimizar la realidad.
No pasa por comparar, menos aun cuando pasó tan poco tiempo entre una y otra feria (organizadas por la Municipalidad y por el Gobierno). Y sobre todas las cosas por la opinión de quien esto escribe de que cualquier manifestación cultural solo se mide por su nivel de aceptación social. Y eso va mucho más allá de las intencionalidades políticas.
Pero la imagen del cierre de la Feria Provincial del Libro es la muestra contundente –la foto habla por sí sola- de un paso en falso que debe admitirse.
Puede que algunos lo tomen como ataques personales, y aunque siempre hay responsables directos, éstos hechos no tienen un ápice de intencionalidad personal. En todo caso, son los mismos que tan exitosamente realizan otras convocatorias como las de la Fiesta del Chamamé, o el Taragüi Rock. Y eso no se discute.
Se dieron sí varias situaciones que nos llevan a pensar en una actitud equivocada que no redunda en nada positivo. El corolario bien puede ser la tala indiscriminada de árboles en plaza La Cruz, como corolario de una fiesta incoherente donde la cultura del leer terminó tapada por la escasa calidad musical de un grupo juvenil de moda.
La sociedad, el pueblo, no se caracteriza por su tibieza, y aunque a veces elige los silencios suelen ser contundentes sus gestos, sus verdades.
Así terminó. A otra cosa
