Por Daniel Caran
Es lógico que tras un estrepitoso fracaso surjan nombres propios. “Este lo haría mejor”… “Fulana es la adecuada”… “A éstos le supera cualquiera”… éstas y otras frases similares se escucharon por éstos días al culminar los corsos oficiales de los carnavales de Corrientes, y tras observar tribunas vacías, quejas al por mayor, y enfrentamientos verbales desde todos los sectores.
No pasa, vale aclarar de entrada, por el lujo incomparable de nuestras comparsas, lujo que –también hay que destacar- es casi exclusivo logro de los comparseros y sus familias.
Entonces, cuando están dadas las condiciones para hacer una fiesta de excelencia, llama la atención y duele que todo termine dilapidándose por la voracidad de algunos sumado a la inoperancia de otros.
Surgen por éstas horas muchos posicionamientos de funcionarios, legisladores, dirigentes quienes piden y reclaman la participación efectiva del estado en la organización. Y quien esto escribe saluda ésta iniciativa, pero inmediatamente aparecen los interrogantes propios que marcan una dicotomía en la postura por asumir: ¿puede el estado hacerse cargo de una fiesta de esa naturaleza?... ¿ya no hubo experiencias nefastas?... ¿cómo articular entre los estamentos provinciales y municipales cuando las peleas son casi constantes?...¿si se organiza los de Capital, que pasa con los del Interior, que son de igual calidad y merecen el mismo apoyo?...
Así, en este contexto, lo más grave de todo es la enorme diferencia que se generó entre varios sectores involucrados en la fiesta, y que redundan en inservibles peleas –sobre todo mediáticas- que no ayudan en nada para la promoción.
Los recientes encuentros políticos entre los máximos popes de la Provincia y la Municipalidad bien puede ser el inicio de algo. Por lo menos el ‘barajar y dar de nuevo’.
El diamante en bruto está… la riqueza se nota a cada paso. Falta terminar con voraces especuladores que solo buscan réditos económicos para recuperar de una vez por todas la fiesta que tanto nos enorgullece.