Por Valentín Abelenda Carrillo
Todos los hombres somos hijos de Dios y, por lo tanto, todos tenemos como Padre a nuestro Padre Dios. El motivo es muy sencillo. Es que Él no desea ser para nosotros un mero Creador, que ya es bastante. Quiere ser mucho más, un Padre.
Pero, además, todos tenemos en este mundo un padre. Pues Jesucristo, Dios hecho Hombre, también quiso tener uno y ese padre es San José.
Es verdad que, a diferencia de nuestros padres, José no engendró a Jesús. Pero, igual que a nosotros, su padre, José, le enseñó a Jesús a dar sus primeros pasos, a pronunciar sus primeras palabras, a sonreír, a llorar, a gesticular, a comer, a jugar, a estudiar, a realizar tareas domésticas y ayudar en casa, a pasarlo bien con los parientes y amigos, a trabajar y a descansar.
José le enseñó a Jesús a vivir las virtudes y de modo particular a amar a su Madre, María, y a todos.
José le enseñó a Jesús a ser fuerte en la adversidad, en el sufrimiento y en el dolor.