Por Luciano Monteagudo
Durante el último fin de semana, esa “tribuna de doctrina” que es el diario La Nación dedicó no una sino tres notas a propalar un “comunicado” (sic) del ministerio de Desregulación y Modernización del Estado, encabezado por Federico Sturzenegger, donde se afirma que “el Gobierno decidió no financiar más películas que prácticamente no lograron captar la atención de los espectadores”. La proclama –de nostálgico tono castrense- fue difundida primero el sábado por la mañana, comentada por el propio Sturzenegger el mismo día por la noche y explicada por el vocero oficioso del Incaa el domingo por la tarde, en un blitzkrieg mediático muy celebrado a su vez por los camisas pardas que patrullan las redes sociales.
El comunicado y sus exégesis no hacen otra cosa que salir a defender el acta de defunción del cine argentino que anida en el decreto 662/2024 publicado el 23 de julio en el Boletín Oficial, firmado por el presidente de la Nación Javier Milei, la canciller Diana Mondino y la ministra de Capital Humano Sandra Pettovello, con el aval explícito del presidente del Incaa, el economista Carlos Pirovano, que al día siguiente difundió el decreto en un hilo en su propia cuenta personal de X.
Que a tantos jerarcas y ministerios ahora se sume el de Desregulación y Modernización del Estado –además del locuaz Manuel Adorni, cuándo no- habla a las claras no sólo del desorden que impera en la administración pública nacional, donde todos invaden las áreas de otros, sino también de la importancia que el gobierno de La Libertad Avanza y sus aliados estratégicos del PRO le asignan al cine argentino como enemigo. Debe haber algo muy virtuoso y resistente allí para que tanto poder de fuego se concentre en una actividad específica a la que se quiere destruir a como dé lugar, no sólo arrasando con la institucionalidad de un organismo autárquico (el Consejo Asesor como órgano de cogobierno del Incaa pareciera que ha dejado de existir) sino también apelando argumentaciones y números tan caprichosos como incomprobables.
En línea con esas falaces cifras de superávit fiscal que enarbola semanalmente el Ministro de Economía Luis Caputo para disimular la crisis cada vez más profunda en la que sumerge al país, los “datos” del comunicado de Sturzenegger señalan, sin dar precisiones (otra característica de este gobierno) que el Incaa habría subsidiado “100 películas con menos de 1000 espectadores”. Y abunda, para la tribuna: “En particular, apoyó con el dinero de los contribuyentes 12 películas que captaron a menos de 100 espectadores; hubo una que logró vender sólo 4 entradas y otra apenas 5”. Para amenizar el comunicado, Sturzenegger utilizó a su vez su cuenta de X: “¡Por lo menos traigan a los amigos a verla!”, se mofó.
No viene a cuento aquí (lo hicieron los propios productores) rebatir esas cifras ya de por sí absurdas pero que vienen siendo repetidas desde fines de enero, cuando el expresidente Mauricio Macri celebró en sus redes sociales un artículo, también en La Nación, donde “según datos de la consultora Ultracine” había películas argentinas que nadie veía. Lo que –entre otras cosas- no decía ese artículo es que Ultracine no contabiliza salas alternativas al circuito comercial (como las del Malba, la Lugones y el propio Incaa-Gaumont) ni la circulación por festivales nacionales y extranjeros. Y tampoco computa las plataformas, ya sean extranjeras o nacionales, como Cont.ar, que esta misma gestión se ocupó de cerrar en nombre del déficit cero y la libertad de expresión.
Por cierto, la libertad preocupa tanto a Sturzenegger que en su hilo en X del fin de semana se indigna con “el corte autoritario” de “una ley de Onganía”, que él cree que todavía hoy rige al Incaa, desconociendo olímpicamente que ese decreto militar fue derogado hace 30 años por la Ley de Cine Nro. 24.377 de 1994 y que en ese momento celebró con énfasis su actual compañera de gabinete, Patricia Bullrich, tal como se puede comprobar en un video que circula mucho por redes.
“El arte es un componente central de una sociedad libre”, sigue la prosa inflamada de Sturzenegger en su hilo de X. “El arte por definición es contestario (sic), crítico y provocador. En Argentina el Estado ha usado los recursos para doblegar la cultura, haciéndola servil a sus intereses políticos”.
El fan de Star Wars, Mujer bonita, Wall Street, Gladiador y El Señor de los Anillos (según confiesa en su libro Yo no me quiero ir: Claves y razones para apostar por la Argentina, Planeta 2013) promete ahora “un acceso a los fondos más equitativo para todos los miembros de la comunidad”, cuando en verdad está haciendo todo lo contrario: cerrar literalmente las puertas del Incaa, “un proceso” que el decreto 662/2024 calcula sin mayores precisiones en “aproximadamente UN (1) año”. Y afirma: “El dinero del contribuyente es sagrado”.
¿Será por eso que Sturzenegger no tiene problemas en que la nueva SIDE haya conseguido en un abrir y cerrar de ojos 100 mil millones de pesos en fondos reservados? Al lado de esa cifra exorbitante, de una opacidad absoluta, el presupuesto del Incaa parece cambio chico. Pero eso no le preocupa a uno de los responsables del trágico Megacanje de De la Rúa y al primer presidente del Banco Central de la gestión Macri, cargo que debió abandonar cuando su esquema de “metas de inflación” chocó de frente con la realidad. Quizás Sturzenegger -una vez más- esté viendo otra película. De Hollywood, preferentemente.