Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Recibí las notificaciones

DESBLOQUEAR NOTIFICACIONES

Siga estos pasos para desbloquear

Opinión del Lector

El costo de no invertir en el cuidado del planeta y la sociedad

Federico Domínguez

Por Federico Domínguez

Ignorar la crisis climática podría causar daños económicos a la economía global de entre 152 y 792 billones de dólares para el año 2100, la pandemia terminará costándole 28 billones de dólares, la epidemia de la depresión 16 billones entre el año 2010 y el 2030, los accidentes de transito casi 2 billones entre el año 2015 y el 2030. Solo en los Estados Unidos la pobreza infantil ya tiene un costo económico de 1 billón de dólares al año y los congestionamientos de transito otros 305.000 millones. La obesidad cuesta a la economía global y los sistemas de salud 2 billones de dólares al año. A la economía de Latinoamérica el crimen y la inseguridad cuestan 261.000 millones al año. Para poner en dimensión estos números el PBI global antes de la pandemia alcanzó los 88 billones de dólares.

Pero no solo es dinero, también son vidas, pobreza y tristeza. La polución ambiental mata 5 millones de personal al año, y la destrucción de ecosistemas extingue especies a un ritmo nunca antes visto, el Covid-19 acumula a marzo del 2021 casi 3 millones de victimas fatales, 1,4 millones mueren en accidentes de tráfico, 800.000 personas se suicidan cada año, 145.000 son asesinadas en Latinoamérica y en el mundo cientos de millones de personas viven en la pobreza sin agua potable ni infraestructura básica.

Todos estos problemas tienen algo en común: resolverlos sería más barato a dejar que sigan ocurriendo. Dejando de lado cuestiones humanísticas, desde el enfoque económico carece de sentido no invertir en resolverlos.

La agricultura intensiva e insostenible, la destrucción de los ecosistemas naturales y la cría industrial de animales como cerdos y pollos está directamente relacionada con enfermedades y pandemias como el coronavirus. Financiar una transición hacia una agricultura y ganadería sustentables, y una economía libre de carbono, es muchísimo más barato que seguir por este camino y tener que afrontar este tipo de epidemias devastadoras de forma regular. El mundo está tratando los síntomas sanitarios y económicos de la pandemia, pero no la causa ambiental. Un informe de The Food and Land Use Coalition estima que invirtiendo entre 300.000 y 350.000 millones de dólares al año en agricultura sostenible se podrían ahorrar trillones de dólares en daños económicos y ambientales.

Durante el año 2020 el gasto militar global fue de 1,9 billones de dólares; en contrapartida el gasto gubernamental en eficiencia energética, energías renovables, transporte sustentable e I+D vinculado a estas energías renovables no supera los 250.000 millones de dólares, por lo que invertimos 8 veces más en armas que en combatir el cambio climático. Cuando se trata de amenazas potenciales como una guerra o un ataque terrorista, los gobiernos no tienen reparos en desembolsar cientos de miles de millones de dólares. Sin embargo, para frenar el cambio climático, que es un hecho real, que ya esta sucediendo y que esta provocando daños irreparables, no se destina lo suficiente. Según el reporte de la ONU del 2019 se debería lanzar de forma urgente un New Deal de escala mundial para detener el cambio climático. El reporte sostiene que invirtiendo el 2% del PBI global o alrededor de 1,7 billones de dólares al año, se podría alcanzar una industrialización limpia en los países en desarrollo, produciendo una fuerte reducción de las emisiones hacia el año 2030 y generando 170 millones de empleos.

En cuanto a los accidentes de tránsito, si los países invirtieran de forma anual un 0.1-0.2 % adicional de su PBI en carreteras seguras se podrían salvar 450.000 vidas al año, con un retorno de 8 dólares por cada dólar invertido. Adicionalmente el desarrollo de los autos autónomos podría reducir las muertes en accidentes un 94%. Según un informe de McKinsey la inversión en infraestructura suele tener un retorno socioeconómico anual del 20%.

Lograr estos objetivos requiere una combinación de inversión, pragmatismo, tecnología y firme voluntad para sostenerlo. Un impuesto global al carbono reduciría rápidamente y de forma eficiente las emisiones, y si se destinara lo recaudado a reducir los impuestos al trabajo -no solo se compensaría el aumento de precios- también se reduciría la inequidad y aumentaría el crecimiento económico. Es más eficiente aumentar los ingresos de los trabajadores al mismo tiempo que se aplica un impuesto al carbono que una maraña de subsidios ineficientes. Programas como el Green New Deal promovidos por los tecnócratas gubernamentales son ineficientes en la locación de los recursos.

Con relación a la pobreza sucede lo mismo con la burocracia estatal. Un enmarañado de programas sociales, coordinados por organismos federales, provinciales y municipales. Los beneficiarios tienen que recorrer oficinas públicas, volviéndose dependientes de la burocracia gubernamental. Programas como el EITC que complementan los ingresos de los trabajadores, así como menores impuestos al consumo y al trabajo ayudarían a reducirla al mismo tiempo que se incentiva el trabajo y protege la dignidad del individuo.

Por último, apoyar la inversión en investigación y desarrollo (I+D) para acelerar la llegada de tecnologías que ayuden a resolver estos problemas. Entre fines de la década de 2020 y mediados de la próxima veremos la irrupción de nueva revolución industrial con la llegada de las computadoras cuánticas y la energía de fusión nuclear. En noviembre de 2020 un reactor de fusión nuclear en Corea del Sur logro operar de forma estable durante 20 segundos, lo que constituye un gran avance en el desarrollo de esta tecnología. La energía barata, limpia y abúndate de la fusión nuclear podría marcar el inicio del fin del cambio climático con la expansión de los vehículos eléctricos y autónomos, así como el cierre definitivo de las plantas de energía a carbón, gas y la expansión de industrias sustentables de alto consumo energético como las granjas verticales. Los vehículos autónomos reducirán fuertemente las congestion de tráfico al mismo tiempo que en conjunto con el teletrabajo permitirán que las personas vivan lejos del centro de las ciudades.

Un billón de veces más poderosas que las actuales y en una etapa avanzada de desarrollo, las computadoras cuánticas abren un mundo de posibilidades en los campos de la física y la química que podría llevarnos a horizontes impensados, inclusive en el área de la exploración espacial. Un reporte de Science Business del año 2017 sugiere que la rentabilidad de largo plazo de la inversión pública en I+D sería del 20% anual, en comparación con el 9,8% del S&P en los últimos 90 años. Con todo esto es posible que estemos frente a la década mas transformadora de la historia en términos económicos y tecnológicos.

¿Cómo financiar todas estas inversiones? Lo primero importante a resaltar es que la mayoría no deberían hacerlas los estados, sino generar las condiciones para que las realice el sector privado. En un mundo donde el costo del dinero es prácticamente cero hay abundancia de recursos disponibles para la inversión y expansión de nuevas tecnologías.

Simultáneamente, los gobiernos podrían recaudar más dinero sin necesidad de aumentar impuestos, e inclusive tendrían margen para reducirlos. Según el FMI la evasión fiscal cuesta a los gobiernos 3 billones de dólares al año, y los sobornos otros 1,5-2 billones. Los paraísos fiscales, entre 500.000 y 600.000 millones. Otro punto importante son las ineficiencias del gasto público. Según el BID en América Latina y el Caribe alcanza el 4,4% del PBI. Se entiende por ineficiencia las filtraciones en las transferencias, el mal gasto en compras publicas y en remuneraciones a empleados. Los valores varían entre un 1,8% del PBI en Chile, un 3,9% en Brasil y un exorbitante 7,2% en Argentina. Según el informe estas ineficiencias suman más de 220.000 millones de dólares anuales lo que equivale al PBI total de Perú.

Además se podría estimular el crecimiento económico reduciendo regulaciones innecesarias, y permitiendo una mayor movilidad de personas alrededor del mundo por cuestiones laborales. La pospandemia será el periodo ideal para encarar estos desafíos, la economía continuará débil y con necesidad de estimulo. ¡Qué mejor forma de estimularla que invertir en el largo plazo, en el futuro y en inversiones rentables! No solo para la economía, también para la sociedad.

Asesor Financiero. Autor de La rebelión de los pandemials.

Dejá tu opinión sobre este tema

Noticias destacadas

Más noticias

Te puede interesar

Newsletter

Suscribase a recibir información destacada por correo electrónico

Le enviamos un correo a:
para confirmar su suscripción

Teclas de acceso