Por Jorge Rachid
Los procesos políticos internacionales que repercuten en todos los países del mundo, transcurren en tiempos históricos, que en forma independiente de los calendarios, van dando nuevos escenarios de disputa junto a nuevos ejes estratégicos, modificando los planteos consolidados por décadas, como fueron dejando atrás la guerra fría, las dictaduras cívico militares, la hegemonía excluyente del imperialismo norteamericano y ahora la guerra pandémica, que terminó por develar un nuevo tiempo, junto a la visibilidad de la crisis civilizatoria naturalizada por los pueblos, que a la par del calentamiento global, la muerte por hambre y el debilitamiento moral, han puesto en riesgo la Humanidad.
Un viejo tiempo que no acaba de morir y uno nuevo que no termina de nacer, siempre es un tiempo de incertidumbres y conflictos cruzados por nuevos y viejos desafíos no resueltos, pero que sin dudas alumbran aquellos desvelos de las nuevas generaciones, en su búsqueda permanente del destino y que quienes se aferran a sus propias historias les cuesta reconocer, ejerciendo una soberbia rencorosa, sobre una juventud que busca allanar sus propios caminos, sin cargar mochilas de viejos conflictos. Desde el impacto tecnológico a la inteligencia artificial, la amenaza del calentamiento global, la desertización, la tala de bosque nativo, el cierre de la última ventana ambiental, sumado a las nuevas formas de empleos y a una cultura dominante que intenta colonizar no sólo las conciencias en el espacio simbólico, sino institucionalmente, como lo hicieron a lo largo de la historia los imperios.
Esta descripción es para que podamos visualizar las verdaderas causas de los conflictos, sin caer en la discusión sobre las consecuencias que ocasiona una situación de subordinación, dominación y hegemonía a la cual las nuevas generaciones siempre han de rechazar, buscando caminos independientes de los tutelajes político culturales de cualquier tipo. Encauzar el pensamiento crítico en las causas desechando el análisis de las consecuencias como eje central, más allá de repararlas, es volver a la mirada satelital necesaria, geopolítica y estratégica que nos puede brindar el marco necesario de los caminos a recorrer desde la región, fortaleciendo el bloque americano moreno, mestizo, criollo y nos permita enfrentar los desafíos del siglo XXl, que son los del conocimiento y las tecnologías de punta, que los imperios quieren limitar a sus propios dominios.
Es de tal naturaleza la descripción desvalorativa de los pueblos amerindios, que incluso se permiten el imperio y sus lacayos afirmar que por ejemplo la Argentina es un país Subdesarrollado, cuando manejamos el ciclo del uranio enriquecido, exportamos centrales nucleares, producimos turbinas para represas hidroeléctricas, también satélites dos de los cuales están orbitando ARSAT ly ll, tenemos dos más listos a enviar SEACOM l y ll, un vector propio en desarrollo el Tronador ya de alto alcance, fabricamos Radares 3 D de última generación, además de vacunas, medicamentos y elementos diagnósticos en un alto nivel de Ciencia y Tecnología, como demostramos en la guerra pandémica. Sólo 15 países del mundo sobre 200 reúnen estos avances científico-tecnológicos y la Argentina, nuestra Patria es uno de ellos.
Bajar la autoestima de los pueblos, invadir su inconsciente colectivo, ocupar el espacio simbólico a partir de una agresión permanente sobre el ser nacional que impacta en la identidad y la memoria del pueblo, es un intento colonizador desde hace 5 décadas y que pretende generar condiciones de dominación sobre las nuevas generaciones, que sean naturalizadas a futuro como eje cotidiano de vida, llevando a las comunidades a una diáspora social, apuntalando el individualismo impidiendo la reacción legítima del Pueblo en defensa de su soberanía popular. Esa forma de control social es una de las mecánicas represivas del poder hegemónico, tanto económico como institucional.
Entonces estamos en un tiempo nuevo, de desafíos plenos que no aceptan viejas fórmulas como que no se pueden “llenar odres (toneles) viejos con vinos nuevos”. Necesitamos recrear los escenarios estratégicos del país y de la región, en un proceso de liberación nacional parecido a las epopeyas del siglo XlX, porque no habrá posibilidades de combatir la hegemonía imperial desde los estado nación, sólo desde los bloques continentales, como los advirtió Perón en Modelo argentino para un Proyecto Nacional, en defensa de los alimentos, el agua dulce y los recursos naturales fósiles y minerales, en 1974.
Han pasado 46 años desde entonces y el Imperio ha cambiado sus tácticas, manteniendo sus diseños colonizadores sobre los países de nuestra América Latina. Ya no son las armas las que dominan el espacio político institucional, son los sectores financieros, los medios hegemónicos, los procesos judiciales, los juicios políticos y todo el despliegue necesario para mantener una fachada de legalidad institucional, vaciada de contenido democrático, que margina a las mayorías populares, amputa derechos sociales, destruye la industria nacional, coarta la soberanía política con el endeudamiento y promueve una integración disciplinada a una globalización colonizadora, que lleva al país a ser escenario de disputas de terceros intereses en nuestro propio territorio, con nuestro pueblo como rehén de polarizaciones internacionales, ajenas a nuestra propia mirada de la Argentina Bi-continental integrada en el marco de la Patria Matria Grande latinoamericana que nunca debió dejar de ser.
No es entonces con respuestas tácticas de coyuntura como convocaremos a las nuevas generaciones, menos aún con respuestas racionales macro económicas de la agenda del enemigo y mucho menos aceptando ser el furgón de cola de cualquier intento de dominación colonial, en cualquiera de las formas que se va dando, naturalizando su desarrollo, desde la apropiación de la palabra hasta la subordinación política a los mandatos hegemónicos. Sólo quienes están subidos a los intereses coloniales, pueden ser empleados en esa situación, siendo los agentes del enemigo en nuestras filas nacionales, que no dudaron antes, con crímenes y traiciones en fortalecer el coloniaje y no dudan hoy en proponer caminos de fácil recorrido, tapizados de alfombras elogiosas a los cipayos de siempre, que llevan al pueblo a la pobreza y la marginación social, como modelo de construcción económica de las clases dirigentes a su servicio.
No se trata del sacrifico inútil de millones de compatriotas con aventuras ideológicas que no responden a la realidad, muchos menos a la resignación de un presente que es moralmente inaceptable, sino de un proceder político estratégico de inteligencia y habilidad para maniobrar el los estrechos márgenes de la realidad internacional, en donde la Argentina debe ser actor y no testigo pasivo de la historia, desde un rol protagónico que va desde la universalización del pensamiento humanista y cristiano que caracteriza nuestra doctrina, hasta la Tercera Posición que determina nuestra vocación soberana. En ese resumen las banderas del peronismo siguen vigentes por ser la síntesis histórica de una América Latina que despierta de su largo sueño de Emancipación con el excluyente protagonismo de los pueblos, únicos hacedores de la historia. “Siempre es lento el andar de los pueblos construyendo su historia” definía Benedetti y cantaba Zitarrosa. “Mi único heredero es el pueblo” despedía su vida Perón.