Por Karina Micheletto
Estallados. Esa es la palabra que usan los trabajadores de la salud de la Ciudad para hablar de sus respectivos hospitales. Los testimonios se repiten: el personal está agotado, sobreexigido, sin descanso. El pluriempleo (el 90% de los y las enfermeras tiene más de un trabajo) juega en contra. Ya ni cuentan los contagios entre ellos, mientras se siguen sumando muertos por covid entre los trabajadores de la salud, con un plan de vacunación que no termina de cubrir a todo el personal. Las camas, denuncian, están al límite. Aseguran que las cifras de ocupación UTI que da el gobierno de la Ciudad (ya de por sí alarmantes) están "armadas a la baja" y que las terapias porteñas están hoy prácticamente completas.
Según el reporte que elabora el gobierno porteño, las camas de terapia de los hospitales de la ciudad estaban ocupadas hasta ayer en un 86,2%. Los trabajadores de la salud, que realizan sus propios relevamientos llevando conteos diarios entre los distintos servicios, aseguran que esas estadísticas están "armadas a la baja" y que hoy todos los hospitales de la ciudad están por llegar, llegaron o superaron el 100 por ciento de ocupación (esto se da cuando se utilizan camas que no estaban pensadas para terapia, reconvertidas como tales). A la demanda del sistema público se suman las derivaciones que reciben de prepagas. Entre los testimonios que recogió Página/12, las y los trabajadores confirman que los hospitales de agudos Ramos Mejía, Penna, Durand, Alvarez, Fernández, Pirovano, Rivadavia, Argerich, también el Clínicas, tienen las terapias completas.
Con la circulación de las nuevas y más virulentas cepas del virus, otro dato preocupa: según el reporte del Ministerio de Salud, ayer hubo un récord de 5.178 internados graves con covid-19 en todo el país, lo que significó la cifra más alta desde el inicio de la pandemia. Los trabajadores de la salud ayer hicieron una marcha que comenzó frente al Hospital Ramos Mejía, dirigiéndose luego a la jefatura de Gobierno, para pedir por mejores condiciones de trabajo, pero también por la implementación de restricciones más eficaces. "Algo hay que hacer. Esto así no se sostiene", se repiten los testimonios. Piden que la población tome conciencia, pero también a las autoridades que pongan límites urgentes, incluido el corte a la presencialidad en las escuelas.
Iván Sotomayor, con su experiencia de 35 años trabajando en el hospital Alvarez de Flores, es uno de los que hace ese pedido de manera más firme. Dice que le da bronca la incapacidad de la gente para ponerse en el lugar del otro. En el suyo, por ejemplo. "¿Sabrán lo que es trabajar con miedo todos los días, de cotagiarte, contagiar a tu familia?", se pregunta. Lo dice contando que el gobierno de la Ciuidad implementó una nueva aplicación para pedir médico (llamada MIA) ante los síntomas, que, describe, complica aún más la operatoria. Y aclarando también que él tiene la "suerte" de que en su hospital no hayan tenido que lamentar hasta el momento la pérdida de compañeros por covid.
"En el Durand no quedan camas"
Corina Vargas tiene 49 años, y hace 30 que trabaja en el Durand. "Es nuestra segunda casa, aunque al principio es la primera", analiza. "Primero le metés horas y horas acá adentro, pasás las fiestas, los fines de semana, sumás un trabajo y otro. Cuando querés acordar, tus hijos ya están grandes, los criaste como pudiste, y vos ya dejaste tu vida acá", es su crudo diagnóstico. Dice que no se arrepiente, que sus hijos le dicen que están orgullosos de ella. Pero también le dicen que no piensan elegir la enfermería como profesión, que no lo ven viable. Pide que se publique lo que gana, con tres décadas de antigüedad: 48.000 pesos.
Después de más de veinte años en unidad coronaria, Corina pasó el año pasado a la terapia covid, atendiendo pacientes críticos. "Es muy duro. Una no estaba acostumbrada a contar los muertos. Ni a tener catorce pacientes de menos de cincuenta años con probabilidad de salida muy baja, o que sabés que van a quedar con muchas secuelas, con los pulmones dañados para siempre", resume su experiencia.
"En este momento, en el Durand no hay camas libres", dice de manera tajante sobre el centro de salud de Caballito. Ofrece números: En la segunda terapia, exclusiva para covid, hay 20 camas, todas ocupadas. La terapia de pediatría se reconvirtió para pacientes covid, con 8 camas más. Todas están también ocupadas. Desde la dirección del hospital, sin embargo, se informa que la ocupación no es total aún: “El sistema se va saturando, pero tenemos lugar. De todas maneras, estamos restringiendo cirugías", aseguró esta semana el director, Horacio Bolla, al canal IP Noticias. "Nos preguntamos de dónde saca los números Bolla, en qué mundo vive. Los invitamos a venir al servicio y contar paciente por paciente. Al día de hoy, no se puede tomar ni uno más", asegura Vargas.
Corina describe lo compleja que se vuelve la atención: "Te dicen que tenés que exponerte poco con los pacientes covid, no más de cinco minutos. Pero los casos graves, como los que estamos viendo, tienen veinte medicaciones colgadas, no hay manera de llevarlos en cinco minutos. En ninguna terapia, ni del público ni del privado. Todos los procedimientos suman una media de cuarenta minutos, cada vez", relata. Junto a los enfermeros, los médicos y sobre todo los kinesiólogos son los que toman el trabajo duro de dar vuelta una y otra vez a los pacientes graves ("respirados", les dicen ellos, a los que necesitan ventilación mecánica) buscando mejores posibilidades de oxigenación.
"Nos entregan camisolines, pero el resto de los elementos de protección, los compramos nosotros. No es muy lindo estar ahí, con malos sueldos, sin estar valorizado, y sin poder cuidar como corresponde al paciente", concluye la enfermera.
"A los funcionarios que minimizan la situación, los invito a venir al servicio con tres barbijos, antiparras y tres camisolines, como estamos nosotros. Que vengan un solo día, una sola mañana, y que vean lo que pasa en las terapias, cama por cama. No hay que ser un genio para darse cuenta de que a esto, de acá al invierno, hay que frenarlo".
"Está todo demasiado al borde"
Mabel Colman es enfermera del hospital Penna, como lo era su amiga Gilda Zurita. Zurita murió el sábado pasado por covid, tras esperar 48 horas en una silla de ruedas que le consiguieran una cama con respirador. "¿Cómo puede haber sucedido algo así, y que todo siga como si nada? ¿Y cómo puede ser que tengamos que hacer todo este tole tole (se refiere a la marcha, al reclamo público de los enfermeros) para que nos den bolilla y vean que estamos exhaustos, porque trabajamos en malas condiciones, y que si la gente no se cuida y si no se corta la circulación todo va a estar peor? Estamos cansados, no podemos más", se enoja Colman.
Colman dice que el Penna está "como todos, al límite". Que literalmente hoy no tiene camas de terapia libres. Evalúa que del año pasado a este no se organizaron cuestiones básicas, como la mejor distribución del oxígeno. Que tras la experiencia del año pasado ve que todo sigue no igual, sino peor. "Entre las enfermeras más amigas de Gilda, cada vez que hablamos de esto nos agarra un ataque de llanto. Porque vemos la desidia. Y vemos que las próximas somos nosotras. Está todo demasiado al borde", lamenta.
Colman habla del cansancio acumulado que tiene el personal, de las licencias y vacaciones cortadas por la situación crítica, y observa que ese no es un dato menor: dice que tiene una gran incidencia en la atención y en los resultados de esa atención. Cuenta, como todos, que para llegar a fin de mes hay que tener más de un trabajo, y que además en este momento en que hay gran demanda del sistema privado, muchos aceptan los ofrecimientos y trabajan por sobre sus posibilidades físicas y emocionales, tomando segundos y terceros trabajos, ocupando sus pocos francos.
"Yo amo la enfermería, es mi vida. No me imagino haciedo otra cosa. Creo que desde que tengo 13 años supe que tenía esta vocación de servicio. Pero nunca me imaginé que eso implicaba trabajar en estas condiciones de sobreeexigencia. Y menos que iba a despedir a una amiga a la que el sistema le negó lo básico, lo que ella le dio en vida a tantos", se entristece.
Aunque se quiebra, Colman cree que el mejor homenaje a su amiga es seguir "en lucha y de pie, cuando la sociedad nos necesita". "Pero también es parte de nuestra tarea salir a decirle a la población: 'ojo, por este camino vamos mal, o nos damos cuenta que esto requiere otros controles, que hay que cortarla con la negación, o chocamos todos". Vuelve a hablar de vocación, pero advierte: "Ojo con esa palabrita. La tengo y me enorgullece. Pero no es un sacerdocio. Es un trabajo que debe ser digno".
"No queremos llegar a atender en el pasillo"
¿Cuál es la situación actual del Ramos Mejía? "Crítica. Desbordada", no duda en definir Christian Acosta, enfermero de terapia de este hospital. "Estamos al cien por cien desde hace ya dos meses. Por ahora estamos derivando a otros hospitales, pero estamos viendo que tal vez eso se corte, porque no quedan tampoco tantas camas libres en el sistema. Entonces, como no queremos ver gente a la que hay que atender en los pasillos, o elegir a quién darle un respirador y a quién no, pedimos que se tomen medidas. Que se corte la circulación en el transporte público, que se corte la presencialidad en las escuelas. Esa situación de colapso total todavía no la vemos. Pero advertimos que si seguimos así, la vamos a ver muy pronto", dice con seriedad.
Acosta habla del "pánico de la ultima cama", y del sistema de "cama caliente", que ya se está viendo: "pacientes que deberían pasar a terapia, para un cuidado más exhaustivo, pero que al cursar un cuadro intermedio, se los aguanta como se puede en un servicio común, hasta que se desocupa algo en terapia. Eso sí, lamentablemente, ya está pasando", describe.
Y cuenta cómo cree que se genera el "conteo para abajo" que, asegura, realizan las autoridades de Salud de la Ciudad, mostrando una situación menos crítica de la real. "Se están contando como 'camas libres' también aquellas que, en realidad, no están en condiciones de funcionar, porque tienen roto el panel de oxígeno, por ejemplo. Aquí tenemos algunas. Están libres, pero no podrían estar ocupadas, porque no cumplen su función. Si se arreglan, se ocupan inmediatamente", explica.
El enfermero lamenta que "durante todo 2020 no se hizo nada para reordenar el sistema, porque se sabía que la segunda ola iba a llegar, y hoy estamos como el primer día, no hubo planificación". Habla también del nivel de exposición a la que están sometidos los enfermeros y médicos. Habla luego de haber estado internado una semana el año pasado por covid, con neumonía bilateral. Hoy tiene las dos dosis de la vacuna dadas, "es una tranquilidad enorme, pero no total. Los cuidados que hay que tener son los mismos", dice.
Y contrasta su situación con la de los trabajadores de los llamados "hospitales monovalentes" (los que atienden enfermedades específicas): "Ellos no están recibiendo sus dosis en los hospitales, o bien porque no tienen vacunatorios, o no tienen las heladeras que corresponden para estas vacunas. Entonces, los mandan a los grandes centros de vacunación, como el de River. No tienen una prioridad o un sistema de inscripción aparte, y muchos no consiguen turno. Del Moyano sacamos la cuenta que sólo el 30% está vacunado", advierte. El ejemplo no es casual: la cita se da porque hace dos días murieron dos enfermeras de ese hospital, que fueron recordadas en el reclamo de ayer de los trabajadores.