Por Ariel Fernández
El índice de pobreza subió al 42% a finales de 2020, según el INDEC. Los movimientos populares y el movimiento obrero organizado son centrales para construir la salida.
“No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano. Eso es dignidad.” Apartado 68 Carta Encíclica Fratelli Tutti del Santo Padre Francisco.
Entre los recién nacidos y los jóvenes de hasta 14 años, el Índice de Pobreza alcanza al 57,7% de ese grupo etario y la indigencia, al 15,7%. Una generación entera diezmada por la brutalidad de un mundo que descarta cada vez más rápido a quienes no necesita.
Recuerdo en el comienzo de la pandemia como muchos y muchas compartían textos filosóficos casi proféticos que vaticinaban el fin del capitalismo. La realidad cotidiana en los barrios populares contrastaba con las cómodas letras escritas en Suecia, pero no es tan fácil leer el Conurbano, ni tan cómodo. El capitalismo no se terminó, se fortaleció, avanzó a un estadio más salvaje.
Recuerdo el aplauso de moda a los médicos al comienzo de la pandemia y el cacerolazo, el himno y el pedido de libertad posterior. Porque las modas son así, necesariamente efímeras.
Recuerdo cómo aparecía Ramona en cada medio posible, era el rostro de muchas. Se reflejaba la injusticia, hasta que las luces se apagaron. Se consiguió el reconocimiento económico para las trabajadoras de espacios socio-comunitarios, pero la consecuencia de la crisis socio-sanitaria siguió llevándose cientos de Ramonas.
La indigna pelea por las vacunas entre los países centrales parece una condena a muerte para muchísimos habitantes de este lado del mundo. Porque, en resumidas cuentas, las reglas no las pusimos nosotros, no las discutimos, ni siquiera las acatamos, simplemente somos la consecuencia de éstas.
Y aparecen los números del INDEC y vuelve la indignación, porque la pobreza es algo de lo que se puede hablar, pero no de los pobres, porque estos tienen rostro, piden monedas, buscan changas, nos dan miedo. Son los de las tomas, los que cuando marchan organizados los tildamos de rebaño y, espero no se ofendan, esto lo hacen progres y derechosos por igual.
Es bueno reconocer que este gobierno tiene una visión más humana, que tomó y toma medidas constantemente para paliar las gravísimas consecuencias de la crisis: Tarjeta Alimentar, IFE, Potenciar Trabajo, becas Progresar, Banco de Herramientas, entre otras. La seguridad social con el ANSES como centralidad y la asistencia directa desde el Ministerio de Desarrollo Social demuestran el esfuerzo de la gestión, pero también los limites. Los precios siguen subiendo, el laburo escasea, la rueda no se mueve.
Entonces, ante un panorama tan complejo, ante este laberinto, bueno es recordar la enseñanza de Marechal y pensar en que tenemos que salir por arriba. Inventar para no errar.
La historia, la de barro y griterío, nos muestra que ante las encrucijadas nos organizamos e inventamos, buscamos la salida por arriba desde nuestros zapatos. No es denostar la teoría que viene desde lejos, pero sí valorar la experiencia propia.
Los movimientos populares y el movimiento obrero organizado son centrales para construir la salida, son la escalera por la que siempre subimos para salir de los abismos en los que nos metieron.
No hay que tenerle miedo a lo que conocemos, no tenemos que despreciar la estrategia histórica de poder popular, simplemente hay que aceptarla para inventar nuevas tácticas.
De esta salimos entre todos y todas, de esta salimos más fuertes, de esta, como de tantas otras, salimos con el pueblo organizado como bandera.
*Subsecretaría de Economía Popular de la Provincia de Buenos Aires