Por Marcial Amiel
El 14 de febrero, pocos minutos después de las 19 horas, fue un punto de inflexión en la trayectoria del gobierno nacional que encabeza Javier Milei, golpeado por las repercusiones de la estafa de $LIBRA, tanto en la prensa y la justicia internacionales como en las redes sociales.
La mancha venenosa se extiende sin descanso. El New York Times publicó una extensa investigación en la que informaba que prestigiosos empresarios del mundo cripto recibieron pedidos de dinero a cambio de reunirse con el Presidente Javier Milei. El diario neoyorquino afirma haber tenido acceso al contrato que lo prueba.
Tras varios días de silencio y titubeos, papelón con Jonatan Viale incluido, carente de dólares y con los mercados comenzando la retirada del carry trade, Milei decidió cantar "retruco", con la designación por decreto de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla, y ahora "vale 4", con la amenaza de intervención a la provincia.
Como cualquier delincuente que, en su huida de la policía, imprudente y desesperada, choca un auto o atropella a una persona, todo lo que dice y hace el Gobierno nacional desde entonces podría verse por analogía como criminis causa. Esto es, un intento por evitar las consecuencias de sus actos criminales. Es habitual que los delitos posteriores sean más graves que los anteriores, que motivaron los últimos.
No hay análisis serio de la cuestión de la seguridad sin recordar el agujero de 750 mil millones de pesos que la motosierra le hizo al presupuesto específico de la provincia de Buenos Aires.
Al saberse severamente amenazado por la realidad política y económica, el Presidente decide quemar varias etapas. Sabe que las crisis de gobernabilidad, como la que él mismo se construye a diario, se profundizan cuando hay un punto de acumulación alternativo y se diluyen cuando no se vislumbra ninguno.
Si Milei imagina que un punto de acumulación posible es el gobernador Axel Kicillof, también podría fantasear con que una intervención a la Provincia, algo absolutamente injustificado, le liberaría el camino hacia una eventual reelección.
No se puede anañizar esta coyuntura de manera ahistórica, sino considerando una serie de sucesos recientes que la hicieron posible. El más reciente es, en 2022, el intento de homicidio a la entonces vicepresidenta Cristina Fernández.
La falta de reacción de buena parte del arco político ante ese hecho corrió los límites de lo posible y permitió una aceleración del proceso de degradación institucional y democrática.
Milei, "lo mismo pero más rápido" que Mauricio Macri, cruza nuevos límites, primero reteniendo fondos que pertenecen a las provincias, que son anteriores a la nación, y ahora amenazando con vulnerar su soberanía.
Nada es casual. Ni su añoranza de la Argentina previa a la ley Sáenz Peña, ni la resolución que permite exportar ganado en pie. El proyecto unitario, ayer como hoy, es vender el país al mejor postor, sean la corona británica o StarLink.
Así como detrás del tuit de $LIBRA se escondía un entramado delictivo complejo pero predecible, las bravuconadas pueden pasar al acto si los que defienden la democracia no están a la altura, como ya ocurrió en 2022.
Si le saliera bien, sentaría las bases para un proyecto de poder prolongado y autocrático, por más devaluación y miseria y hambre que reparta. Si le saliera mal, el Presidente que festeja cuando logra que un tercio de los diputados le salven un veto habrá hecho aún más precaria su posición.
De naturaleza inestable y cilcotimica como cuentan quienes lo trataron de cerca, Milei tira una granada y se sienta a observar las reacciones. Si son contundentes, se asusta y se deprime. Si son tímidas, se agranda y va por más. Ahora le toca jugar a la política. A los gobernadores. Y no sólo al peronismo.