Por Pablo Ferrari
El RIGI, la llamada fuga de capitales y el endeudamiento externo constituyen el núcleo lógico y la esencia del modelo económico que está implementándose en Argentina.
El RIGI, la llamada fuga de capitales y el endeudamiento externo constituyen el núcleo lógico y la esencia del modelo económico que está implementándose en Argentina. Por lo tanto, el propio modelo garantiza que, excepto en algunos momentos singulares, la tendencia principal sea que -en términos netos- los dólares no ingresen sino, por el contrario, salgan.
La convertibilidad y estabilidad de Cavallo en la década de 1990 fue posible por los dólares provenientes de las privatizaciones y el endeudamiento externo. Pero los dólares tendían a salir por lo que el modelo desindustrializador y generador de desempleo y pobreza colapsó luego de 10 años.
Este tipo de modelo no es sustentable, su propia lógica tiende al colapso. En la actualidad, lo que se discute es cómo se resolverá coyunturalmente su sostenibilidad y los tiempos que demorará esta resolución transitoria.
El FMI y el gobierno tienen el mismo objetivo principal y comparten la esencia del modelo más allá de discutir tal o cual modalidad del mismo, aunque en la coyuntura enfatizan en distintas preocupaciones y hacen hincapié en diferentes aspectos para llevarlo a cabo.
Lo que pide el FMI, lo que plantea Milei
El Fondo felicita a Milei por el cambio de rumbo económico que está ejecutando, por el ajuste y la sanción de la Ley Bases.
El principal planteo del FMI es que el gobierno efectúe un incremento del tipo de cambio oficial en torno al 30%, unifique los tipos de cambio y deje de existir la restricción de acceso a dólares o “cepo”. Hasta que esto no ocurra, no estaría dispuesto a otorgar un préstamo de unos 10 mil millones de dólares que le solicita el gobierno para disminuir las presiones devaluatorias, debidas en parte a la escasez relativa de dólares en concepto de reservas del BCRA.
Simultáneamente, el FMI le transmite al gobierno su preocupación por la “situación social”. La preocupación no es carácter filantrópico: no le interesa en sí mismo el padecimiento de la mayor parte de la sociedad sino la reacción que ésta pueda tener ante las consecuencias buscadas de la política económica, que a este respecto pueden resumirse en la disminución de los ingresos reales y el desempleo. Por este motivo, el organismo hegemonizado por EEUU habla de “gobernabilidad” para llevar el modelo adelante.
Aunque parezca paradójico, la gobernabilidad se intenta lograr por disciplinamiento mediante reducción de salarios e incremento del desempleo y la pobreza, combinados con asistencia social, medios masivos de desinformación, represión, cooptación creciente de sectores formalmente opositores y, en el caso de sectores realmente opositores, exacerbación de sus diferencias internas para impedir la unidad que sea condición de posibilidad de una alternativa al modelo vigente.
Milei sostiene que la devaluación, la unificación cambiaria y el levantamiento del cepo que exige el FMI derivaría en inflación (¿la inflación no era generada exclusivamente por la emisión monetaria para Milei y equipo?), con el consecuente deterioro de los ingresos y aumento de la recesión, el desempleo y la pobreza. Esto pondría en riesgo “la gobernabilidad”.
Se advierte que es un debate sobre la mejor forma de lograr el objetivo común y no una discusión de objetivos.
Nada raro: en EE.UU. también hay dilemas y se desean objetivos mutuamente excluyentes con su actual estructura económica: quieren bajar la inflación mediante el incremento de la tasa de interés, pero les preocupa que la suba de la tasa genere recesión y desempleo.
La “solución” concreta transitoria de Cavallo
Cavallo, el padre de la estatización del endeudamiento privado externo en Argentina, intenta acercar posiciones para lograr el objetivo común.
Específicamente respecto al tipo de cambio, Cavallo propone un incremento inicial de 10% del dólar oficial para recuperar una parte del terreno perdido por la inflación cambiaria que generó la devaluación de diciembre, pero sin que tenga tanto impacto en los precios como la propuesta del Fondo y, luego, un incremento mensual que más que duplique el vigente de 2% para intentar alinear la evolución del tipo de cambio con la de la inflación.
En 2018, se afirmaba que el FMI no podría darle dólares suficientes al gobierno de Macri en relación con la situación de entonces. No podrían haberle aprobado el préstamo de 57 mil millones de dólares por el monto, los estatutos del Fondo y la falta de aval del Congreso argentino y, sin embargo, el funcionario estadounidense en el FMI Mauricio Claver Carone explicó que se efectuó por razones geopolíticas. Así es: no pesaron los aspectos “macroprudenciales”.
Este tipo de debates y negociaciones suelen encontrar su resolución -es decir, que la crisis se posponga cambiando de forma- cuando se focaliza en las prioridades: en un momento de fragmentación, disputas y tensiones crecientes en el mundo, lo más probable es que, luego de algunas modificaciones en la implementación de objetivos secundarios, el FMI vuelva a endeudar al país y casi termine de anexarlo por solamente 10 mil millones de dólares más.
Colofón
Más temprano que tarde, un país que de manera estilizada genera por exportaciones menos dólares que los que necesita para cubrir todos sus compromisos -la inmanente salida de dólares de holdings transnacionales locales, remisión de utilidades de firmas extranjeras, pago de deuda, modalidades de consumo insostenibles- tiene un límite para el libre mercado cambiario, mucho más si a esto se suma la amplificación de este problema por las nuevas desregulaciones en general y las del RIGI en particular.
Como se experimentó en la etapa final tanto del modelo de convertibilidad como del gobierno de Macri, la administración cambiaria o el denominado “cepo” es, antes que un instrumento de política económica, la manifestación de la relación de la estructura económica argentina con otras economías más productivas. Así es: la administración cambiaria o “cepo” es una consecuencia del límite lógico de la estructura económica argentina en general y del propio modelo en marcha en particular. Puede administrarse, intentarse su mejora o superación, pero se parte de esta relación que existe con independencia de las políticas económicas que se desplieguen.
La macroeconomía política actual tiende a que esta relación sea mucho más negativa para Argentina mediante la desindustrialización, la fuga, el endeudamiento externo y el RIGI.
Economista UBA-UNDAV. @Pablo_Ferrari77