Por Daniel Guiñazú
En algún momento, más temprano que tarde, antes o después del Mundial de Qatar, deberá concretarse el cambio de mando en lo más alto del fútbol. Por el paso implacable del tiempo, a los 35 años de edad y luego de 15 temporadas coronadas de gloria, Lionel Messi entregará el título de mejor jugador del mundo. Seguramente lo depositará a los pies de la nueva sensación: su compañero francés Kylian Mbappé, que a los 23 años, no deja de asombrar cada vez que se calza la camiseta del París Saint Germain.
Pero que esté en proceso la sucesión de Messi en la cima del fútbol mundial, no significa que su carrera ya mismo deba conjugarse en tiempo pasado. Aunque sus piernas hayan perdido aquella velocidad de los primeros años, aunque no pueda emprender esas corridas fulgurantes que desde la mitad de la cancha, terminaban en el fondo de las redes adversarias, Messi está muy lejos de brindar una imagen futbolística cercana al ocaso ni da la sensación de ser un jugador acabado y sin retorno.
Tal vez ya haya bajado la cresta de su propia ola. Pero en ese declive suave y controlado que ha empezado a recorrer, el supercrack rosarino todavía tiene mucho y muy bueno que ofrecer tanto a su equipo, el PSG, como a la Selección Argentina. De hecho, hace ocho meses nada más, fue por escándalo el mejor futbolista de la Copa América de Brasil y llevó de la mano a la Selección a una histórica consagración en el estadio Maracaná de Río de Janeiro.
Y en la previa de su quinta Copa del Mundo (un marca histórica que ningún jugador argentino ha alcanzado) es la principal apuesta de nuestro fútbol para hacer un gran Mundial y ganarlo si fuera posible. A los 35 años, con una carrera prolija y sin excesos y sin más golpes y lesiones que las que puede tener cualquier futbolista de elite, Messi sigue haciendo cosas maravillosas dentro de un campo de juego. Que le atajen un penal como ante Real Madrid o tenga algunos partidos mejores que otros, forma parte de la cotidianeidad de un supercrack del fútbol. Nadie debería alterarse por eso.
Es muy posible que en los tiempos que se vienen, por su velocidad, habilidad, atrevimiento y eficacia, Mbappé termine de convertirse en la nueva superestrella mundial. Mucho más si Real Madrid consigue ficharlo. Es el supercrack que se viene y la industria del fútbol necesita renovar sus imágenes luego de tres lustros en los que Messi y Cristiano Ronaldo pelearon palmo a palmo el escalón más elevado del podio con sus goles y actuaciones deslumbrantes. Pero la llegada de Mbappé a ese lugar, de ninguna manera debería asociarse con el ocaso de Messi. Podrá dejar de ser el jugador número uno del mundo. Pero a lo sumo, será el dos. Es un detalle, una calificación caprichosa y antojadiza que no debería apartarnos de lo principal: por su pasado, su presente y hasta por su futuro, Messi ya es parte de la historia del fútbol. Está sentado en la misma mesa que Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona. Y ya no se lo puede bajar de allí.