Por Fernando D'Addario
Los socios y propulsores de Facundo Manes están muy preocupados por su último arrebato norgermánico. Temen que ese deseo -por ahora inviable- de "importar noruegos" para enriquecer la oferta electoral en el conurbano bonaerense se contamine tarde o temprano con las ideas populistas y socialistas que bajarían de los barcos. Entidades empresariales y numerosas ONG consustanciadas con los valores republicanos alertan sobre la posibilidad de que la llegada al país del "elemento noruego" termine atentando contra la seguridad jurídica, las libertades individuales y los derechos a la propiedad de todos los argentinos.
Consideran "altamente peligroso" que los cuadros políticos importados de Noruega, en perversa alianza con Axel Kicillof y Máximo Kirchner, intenten trasladar a la provincia de Buenos Aires el esquema impositivo que rige en el país escandinavo. Noruega, alertan, ejerce una presión fiscal del 42 por ciento, índice claramente confiscatorio que desalentaría futuras inversiones en el país.
La presencia del "hombre nuevo noruego" en suelo patrio podría desencadenar un verdadero tsunami estatizador, en caso de que se produzca el tan temido efecto contagio. En ese país inviable, gobernado por caudillejos vikingos, el Estado controla industrias y sectores clave como el petrolero (Statoil, de tendencia estalinista), la energía hidroeléctrica (Statkraft, leninista), ¡las telecomunicaciones! (Telenor, maoísta) y el bancario, con el manejo del mayor banco noruego, el DNB (filo guevarista).
Los datos sobre la distribución del ingreso resultan igualmente alarmantes para quienes, en estos momentos, ya están barajando la posibilidad de amordazar al populista Manes. En Noruega, nación evidentemente ganada por el resentimiento tras haber sido esclavizada por los suecos en el pasado, el coeficiente Gini que mide la desigualdad es de 0.27 (donde 0 significa una distribución absolutamente igualitaria y 1 indica la mayor desigualdad posible), mientras que en la Argentina es de 0.43. La adopción del modelo noruego podría significar una transferencia de ingresos, de las empresas que creen en el país a los negros que viven de los planes, de ¡16 puntos! El temor es tal que, por lo bajo, quienes hoy despotrican contra Manes admiten por primera vez que preferirían ser Venezuela.
Los más agoreros añaden otras pesadillas que podrían materializarse si acá se les diera por importar algún noruego especializado en mantener vagos, como si hiciera falta: en aquel país de "planes y bacalao para todes", el gasto estatal en Seguridad Social equivale al 13,6 por ciento del PBI y aproximadamente al 34 por ciento del presupuesto nacional. Dicen que hasta los muertos cobran subsidios.
Las fuentes consultadas aclaran, para que no haya malentendidos, que no tienen objeción alguna con las implicancias raciales del comentario expresado por el precandidato de Juntos. Considerarían incluso auspiciosa la progresiva sustitución del elemento autóctono (solo en el primer, segundo y tercer cordón del conurbano, puntualizan) por el fenotipo nórdico, siempre y cuando se garantice su completa desideologización. Dicho en criollo por el referente de una de las entidades, "que vengan a trabajar, que mejoren la raza y no se quejen ni pidan cosas raras". Otro dirigente, vinculado al sector ganadero de la Pampa Húmeda, se mostró menos optimista: "ya pasó una vez más de un siglo atrás: nos prometieron que iban a llegar ingleses y alemanes y nos mandaron tanos muertos de hambre y gallegos anarquistas. Y de lo que vino después, bueno, mejor ni hablar".
Aunque preocupados por esta perspectiva, representantes de los mercados financieros confían en que Manes, en su condición de neurocientífico best-seller, logre neutralizar cognitivamente las tendencias más irracionales que podrían surgir de la cruza "noruego-matancera". "Ya bastante tenemos con los peronistas de ahora", añadió un empresario precavido, para quien los escandinavos no son otra cosa que "peronistas rubios de ojos celestes".