Por Marcelo Rudaeff (Rudy)
Cuarenteñeros; encerradites con expectativas; ansiosas por la vacuna nepalense, histériquis que ya no saben qué cosa no desear, obsesivus con sobredosis de lavandina en gel; fóbicos a sus propies fantasmes, perversas polimorfos (o será que morfan de todo), metanoicos (están al lado de los paranoicos, pero no lo son), pacientes de skypoanálisis; zoomfílicos, excepciones a las reglas que no son tales, mínimos no imponibles: ¡es con todus ustedes! ¡Vamos juntos pero distanciados, y sigamos cuidándonos antes, durante y después de la vacuna, que esto viene pa largo!
En estos días de tanta duda existencial alrededor de cuál será la próxima serie, con qué comida la acompañamos y quién será le próxime persone que nos llame para preguntarnos si sabemos algo de las vacunas o del impuesto a las ganancias, o para saber si hablar en jeringoza es síntoma de covid o de la rusa, la china o la canadiense; en estos días, digo, me sorprendí con ciertos testimonios de liberación personal.
Al parecer, mucha gente salió, no del placard –donde tampoco estaba–, sino “de sí misma” o de aquello de lo que se había disfrazado para llevar mejor “la vida normal”.
Quiero decir, dieron lugar a esos deseos, conscientes o no, que, al parecer, estaban obturados por el marketing, vale decir, eso que te indica cómo tenés que ser para parecer exitoso y que no te den el “exit”.
Así, se formaron nuevas parejas y nueves modalidades de encuentro. Hubo quien descubrió su propia casa, su familia, su hartazgo por un vínculo que le sofocaba pero “quedaba bien y hacía juego con el consorcio, el grupo de amigos o lo que sea”; su vocación por la jardinería, el sexo, la filatelia, la cocina o todo eso junto; lo bien que la puede pasar consigue misme; que el café en su casa es más rico que el del bar; que su perro, su gato, su tortuga o su helecho son muy buenos interlocutores; que la gente está, aunque no esté; que los vínculos se pueden sostener aunque el abrazo sea con el codo, y tantos otros descubrimientos que harían gritar a Rodrigo de Triana con tanta o más emoción que aquel 12 de octubre de 1492 en que gritó "¡Tierra!" delante de algunos salvadoreños no demasiado contentos de haber sido "descubiertos".
O sea –paradoja de la vida–, el ASPO y el DISPO hicieron que mucha gente se quitase el disfraz –que muchas veces ni sabía que tenía puesto– que llevaba “en la vida normal”. Esa “vida normal” que jamás volverá ser como antes (y no lo digo de melancólico: espero que “volvamos mejores”).
Paradoja de esta columna: hablo de sacarnos el disfraz justo ahora que empieza Carnaval. Bueno, será esa mi neurosis, como la del viejo chiste del tipo que, yendo por la autopista, oye por el parlante: “¡Cuidado, que hay un auto a contramano!” y piensa: “¡Uno, no, son miles!”.
La verdad es que estamos en Carnaval, y hay disfraces que ya vienen de antes. Por ejemplo, personas que no fundaron ni una escuela ahora se disfrazan de que se rasgan la “investidura” por el regreso a clases presenciales; personas que denunciaban al presidente porque “nos envenena con las vacunas” se disfrazan de “queremos más vacunas, pero el gobierno nos las niega”; personas que hablaban de Pobreza Cero y la llevaron al infinito se disfrazan de “preocupados por los 'asalairados' y los jubilados”; personas que se dedican al espionaje se disfrazan de “amantes de la libertad”; etceterexit.
Pero digamos algo: esas personas son verdaderos “maestros" (con perdón de los queridos docentes) en el arte del disfraz. Ya lo hemos dicho en otra columna y en el libro Pobreza CEO (Colihue, 2019), pero lo repetiremos, en versión aggiornada, porque no debemos olvidarnos:
*Se han disfrazado de liberales, siendo conservadores
*Se han disfrazado de desarrollistas, siendo financistas
*Se han disfrazado de políticos, siendo CEOS
*Se han disfrazado de dialoguistas, siendo autoritarios
*Se han disfrazado de independientes, siendo muy dependientes
*Se han disfrazado de pluralistas, siendo represores
*Se han disfrazado de cultos, siendo “eficientes”
*Se han disfrazado de palomas, siendo gorilas
*Se han disfrazado de funcionarios, siendo empresarios
*Se han disfrazado de justos, siendo ajustadores
*Se han disfrazado de modernizadores, siendo cavernícolas
Y, lo peor de todo: se han disfrazado y se siguen disfrazando... de que no se disfrazan.
Sugerimos acompañar esta nota con el video “Muita muita cloroquina”, de RS Positivo, en su nueva versión internacional (portugués con subs):
También hay versión en castellano: "Demasiada cloroquina”, que pueden encontrar en el canal de YouTube de los autores (RS positivo).