Por Alberto López Girondo
Este lunes 20 de enero asume Donald Trump la presidencia e inaugura el período más perturbador en la historia de Estados Unidos. No es que en sus 249 años de vida independiente nunca hubiera habido momentos inquietantes, pero la segunda jura del magnate conmueve los cimientos del mundo.
Mañana Donald Trump inaugura el período más perturbador en la historia de Estados Unidos. No es que en sus 249 años de vida independiente nunca hubiera habido momentos inquietantes. Pero no hay registro de que la llegada de un nuevo presidente conmoviera los cimientos del mundo como esta vez a días de su jura.
Se podrían enumerar todas y cada una de las movidas dentro de la Unión Europea, la OTAN y Medio Oriente ante la promesa de sacar a EEUU del atolladero de Ucrania y de Gaza. Movidas algunas de una falta de elegancia que también es símbolo de época. Anular la elección en Rumania porque ganaba el que no conviene y dejar en el poder a un señor con Mandato Cumplido, al igual que en Kiev, no luce bien si se menea eso de la democracia liberal.
Además, será el primer presidente que tuvo dos juicios políticos en su paso por el cargo y el primero que asume procesado y condenado por varios delitos… Pero el que deja el poder indultó a un hijo en otra retahíla de imputaciones, entre las cuales no figuraban -aunque debería- sus negociados con empresas ucranianas desde 2014, cuando se abrió esta nueva temporada de guerras en el este de Europa fogoneada por EE UU.
Trump, por otro lado, tiene esa sinceridad brutal de no ponerse en paladín de la democracia, como sus antecesores. Su principal argumento para promover una invasión a Venezuela era que “nos hubiéramos quedado con todo ese petróleo”. Ahora, quiere comprar Groenlandia porque además de sus riquezas, “es importante para la seguridad nacional”. Dentro de esa necesidad estratégica incluye anexar Canadá y re-tomar el Canal de Panamá. Hacer Grande a EE UU Otra Vez (MAGA, en inglés) era esto. Un expansionismo que forma parte del ADN norteamericano, que ahora sueña con la Conquista del Ártico.
“Ser enemigo de EE UU es peligroso, pero ser amigo es fatal”, dijo alguna vez Henry Kissinger. Estas nuevas amenazas afectan a países que coquetearon con Washington y ahora son la frutilla del postre en el nuevo tablero de ajedrez que plantea la futura administración. Que consiste en un Plan Monroe recargado con Marco Rubio en la Secretaría de Estado (atención a los gobiernos que se creen bendecidos por Trump) y el retiro de fondos para la OTAN y Ucrania. Ya el nuevo secretario general del organismo del Atlántico Norte, el neerlandés Mark Rutte, avisó que los europeos deben recortar los sistemas sociales para financiar equipamiento militar. O sea: el gasto lo pagarán los educandos, los enfermos y los jubilados, dijo.
Más allá de Trump, o precisamente por él, se percibe la decadencia del imperio estadounidense. Con las bravatas sobre Groenlandia, Canadá y Panamá, el electo “corre la marca” de los medios sobre la caída de Ucrania. EE UU azuzó ese conflicto desde los primeros días de Joe Biden para enmascarar la vergonzosa retirada de Kabul, tan parecida a la de Saigón, de la que en abril se cumplirán 50 años. Es cierto el enfrentamiento de Trump con el “estado profundo”. Pero con ese aire de cowboy procura ocultar una nueva derrota del gendarme de Occidente.
Últimas trapisondas en Washington: Biden retira a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo, cosa que había hecho Barack Obama en 2015 y Trump tiró al retrete en 2021. Otra es el acuerdo para el cese el fuego entre Hamás y el gobierno de Israel. La administración saliente y la entrante se atribuyen el mérito de un arreglo que ahora hace falta implementar.
Pero hay otro acto en el sainete desde este 20 de enero. Trump se asienta en Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos. Estos magnates para los medios occidentales -nosotros preferiríamos llamarlos “oligarcas globales”- son los adalides de esta etapa del capitalismo, la del “tecnofeudalismo”. Musk manejará la motosierra en el Estado federal hasta el 4 de Julio de 2026, 250º aniversario de la independencia. Trump ya le marcó la cancha: “A mí me eligieron los votantes”. Su mentor, Steve Bannon, dijo al Corriere della Sera, de Italia: “Él es una persona verdaderamente malvada. Frenarlo se ha convertido en un asunto personal para mí. Al principio, como él había aportado tanto dinero, estaba dispuesto a tolerarlo. No más».
Diría Eric Hobsbawm, “se vienen tiempos interesantes”.