Por Pablo Yedlin
Ha pasado un año desde la llegada del Sarscov2 a la Argentina, lo hizo dentro de conciudadanos que regresaban de Europa principalmente, quizás algunos de Oriente o de los EEUU.
Desde ese momento hemos compartido con la humanidad un año distinto, en donde conceptos como; “carga viral”, “distanciamiento social”, “respiradores”, “vacunas”, “fases de investigación” y tantos otros, que se movieron desde sus habituales usuarios y pasaron a ser el argot de toda la población. Casi no hay conversación en donde no le dediquemos algunos minutos a la evolución de la Pandemia, y sus novedades.
El Hemisferio Norte ha sufrido ya al menos dos olas de casos, de internados, de tensión de sus sistemas de salud y de aumento de mortalidad, nosotros acá en el Sur esperamos la llegada, casi asegurada por todos los especialistas, de nuestra segunda ola.
Estamos mejor preparados, sin dudas, sabemos lo que nos enfrentamos, sabemos de la gravedad de los cuadros respiratorios e inflamatorios sistémicos que genera el virus. Sabemos de la utilidad de algunos medicamentos, y hemos aprendido de la inutilidad de muchos otros. Nuestro recurso humano especializado ha aprendido, muchas veces a costa de su propia salud y de su propia vida, lo contagioso y peligroso que este virus es. Lo importante de las medidas de aislamiento, en las terapias pero también en la actividad social. Términos como “burbujas” han dejado de ser la imagen graciosa de pompas de jabón para constituirse en grupos pequeños que se cuidan entre ellos para sostener un turno de guardia, o una clase de estudios.
Las vacunas están empezando a cambiar la ecuación, la industria farmacológica, hay que decirlo, estuvo a la altura de la pandemia, y en menos de un año generó sobre varias plataformas distintas, algunas tradicionales, algunas totalmente innovadoras un grupo de vacunas que han demostrado enorme seguridad y gran eficacia y efectividad en países donde gran parte de la población ha podido vacunarse, y hemos empezado, los humanos a ganarle al virus.
El éxito de estas vacunas y su demanda por todo el mundo ha vuelto a demostrar una inequidad enorme, el se humano domina el planeta, pero lo hace con un nivel de competitividad tal, que genera diferencias de acceso a la salud enormes, no solo en el acceso a las vacunas contra covid19 también en el acceso a cualquier medicamento o vacuna, intervención quirúrgica, atención adecuada de partos, o entornos de nacimientos seguros. La pandemia pudo ser una oportunidad para entenderlo y corregirlo pero, al menos por ahora, no lo fue,
En Argentina, la politización de la respuesta sanitaria a la Pandemia, ocurrió a poco de empezar la misma. El presidente Alberto Fernandez y su entonces ministro de salud, tomaron en Marzo un grupo de decisiones muy oportunas, que permitieron frenar la llegada del virus y equipar al sistema de salud argentino publico y privado, que al igual que en la mayoría de los países del mundo no estaba preparado para esta eventualidad. Estas medidas generaron un apoyo popular importante a la gestión de gobierno y por lo tanto una reacción desmedida de la oposición en contra de “cualquier medida” que desde ese momento se tomara. El aislamiento social, el distanciamiento social, el uso de barbijos, la asignación de recursos sanitarios (respiradores, medicamentos, descartables, incluso RRHH) desde el estado nacional, fueron puestos en duda por los referentes políticos de la oposición y de algunos medios de comunicación. Sin siquiera reconocer que las jurisdicciones gobernadas por ellos participaban activamente en la decisión de cada una de estas medidas.
Peor fue la dura batalla en contra de la compra de vacunas contra el Sarcov2 establecida desde el Congreso Nacional y continuada en los medios de comunicación. Desde la aseveración absolutamente falsa de que había vacunas buenas y otra malas, que iban a ser aceptadas por ANMAT sin los datos suficientes ( floja de papeles, decían), pasando por la propuesta del bloque de Juntos por el Cambio de usar Dióxido de Cloro (un desinfectante externo) en lugar de vacunarse, tema que si bien fue planteado por “algunos” Diputados nunca fue desmentido o criticado por el resto de los mismos, acompañando en su silencio esta ridiculez peligrosa, y llegando incluso a denunciar por “envenenamiento” al presidente y al ministro. ¿Ridículo?, Si claro, pero desmentido o al menos criticado por nadie de Juntos por el Cambio.
¿Cuantos ciudadanos, del sistema de salud, o mayores de 70 años, que deberían haberse vacunado y que fueron convocados a hacerlo no lo hicieron, o difirieron sus turnos por las dudas generadas por estas maniobras ?, ¿Cuántos de estos turnos diferidos terminaron siendo enfermos e incluso muertos por esta enfermedad que no perdona?¿ Qué nombres deberían llevar las bolsas mortuorias de estos ciudadanos, si la manifestación por ellos la organizara Patricia Bullrich?
El plan de vacunación contra Covid19 fue elaborado por el ministerio de salud de la nación y puesto a consideración del Consejo Federal de Salud (COFESA), integrado por los ministros de salud de todas las Jurisdicciones. En él hay una gráfico (gráfico 1) muy elocuente que marca los distintos grupos prioritarios para vacunar.
Este gráfico ha sido mal interpretado por políticos e incluso por ministros de salud. La lógica prioridad del personal de salud, de los mayores de 60 años, de las fuerzas de seguridad, los menores de 60 con factores de riesgo, los docentes , no implica (nunca implicó nunca) que se debe terminar un grupo prioritario para dar lugar a la vacunación de otros grupos. Una jurisdicción puede decidir vacunar primero a un docente de 50 años hipertenso y diabético, antes que a un administrativo de una guardia de un sanatorio de 25 años de edad. Eso no incumple el plan esa es la lógica sanitaria que impera detrás del mismo. Obviamente que esto no justifica para nada, que determinadas personas hayan usado influencias para vacunarse antes o en forma diferente de lo que les correspondía , esos hechos deben ser identificados y claramente sancionados. Son muy pocos casos en el contexto del programa, pero no deben pasar desapercibidos.
Por último hay en estos días una linea de queja opositora que plantea que el gobierno nacional le ha entregado menos vacunas que las requiere la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, obviamente con una idea conspirativa en contra de la misma. Vamos por parte, la cantidad de vacunas que han llegado, hasta hoy a la Argentina son pocas, y no alcanzan lamentablemente para llevar adelante el plan de vacunación, ese es el problema real, hasta que no se resuelva no vamos a tener solucionado el tema. Cómo son pocas no alcanzan en ninguna jurisdicción, sin embargo otra vez fue el Cofesa con la presencia de “todos” los ministros de “todas” las provincias quienes decidieron distribuir las vacunas en base al cálculo poblacional. Si CABA tiene el 9 % de la población , recibe el 9 % de las vacunas. Eso se viene haciendo en forma muy rigurosa, y así debe ser. ¿Podría el Cofesa haber decidido un criterio distinto? ¿Podría haber dicho vamos a priorizar las vacunas en las provincias con sistemas de salud más débiles? Vamos a darle proporcionalmente más vacunas a las provincias que no tienen cantidad suficiente de camas de terapia intensiva o de intensivistas? Podría ser , pero no se hizo así, se decidió optar por un sistema igualitario aunque no equitativo de distribución. Ahora que sea CABA la ciudad de indicadores europeos, la que se queja porque tiene proporcionalmente a su población mas médicos y más enfermeras que el resto del país es de verdad inaudito, y suena más un discurso político que un reclamo sanitario.
En la medida que las vacunas llegan en cantidad podremos avanzar en la prevención de nuestro adultos mayores, esperemos que sea antes de la segunda ola que ya esta cerca. Mientras tanto deberíamos no politizar estos temas porque nadie gana con eso, menos los mas vulnerables.