Sergio Soto estaba acusado de atacar a golpes a su expareja, Eva Margarita Sosa, en un hecho ocurrido en marzo del año pasado.
El Tribunal Oral Penal Nº 1 de Corrientes condenó este martes a 10 años de prisión a Sergio Soto, acusado de atacar a golpes y apuñalar a su expareja, la abogada Eva Margarita Sosa (49), en un hecho ocurrido el 29 de marzo del año pasado en un estudio jurídico del microcentro.
Soto, estaba imputado del delito de intento de homicidio agravado por el vínculo y por violencia de género, en grado de tentativa.
El hecho se registró e 29 de mayo alrededor de las 11, en un estudio jurídico ubicado por calle 9 de Julio 1275, casi en su intersección con Córdoba (frente al Banco Nación).
De acuerdo a la investigación, la mujer se encontraba trabajando en el segundo piso del edificio. De manera sorpresiva ingresó al lugar su expareja, Sergio Soto, y se produjo una discusión y posterior ataque.
Cuando decidió declarar, el pasado julio, el hombre explicó que no tuvo intenciones de hacerle daño a Sosa, ya que “la ama y tiene una buena relación”.
Respecto a la agresión, afirmó que él no tenía el cuchillo. Aclaró que Sosa lo tenía en una de sus manos y que en un forcejeo ella se lastimó. Fue una discusión por la hija. Recordó que se había enterado de que su expareja tenía intenciones de irse a Turquía y llevarse a la hija de ambos, y que él no estaba de acuerdo, ya que quería tenerla cerca.
Precisó que siempre tuvo una buena relación con Sosa, pero “el amor con el tiempo se fue terminando, pero que la quiere demasiado como para hacerle daño”.
Durante el juicio también declaró Margarita, quien detalló el día del ataque. “Escuché que golpearon la puerta y cuando atendí, vi que era él. Me sorprendí por cómo estaba vestido, porque tenía anteojos oscuros, gorro oscuro, traje y la cara tapada con el barbijo hasta arriba”, recordó la mujer.
Pese a estar separados, la relación entre ambos era buena porque tienen hijos en común. “Me dijo que quería hablar conmigo, así que lo hice pasar. Me pidió que le preste el teléfono y lo hice porque no sospeché nada malo. Lo primero que hizo fue destrozarlo en mil pedazos contra el piso”, relató.
“Comenzó a decirme barbaridades y a golpearme. Después sentí el cuchillazo, pero nunca vi dónde tenía el arma. Caí al piso y luché todo lo que pude. Me ahorcaba y yo gritaba pese a que casi no me salía la voz. En un momento, no sé de dónde saqué la fuerza y con una mano agarré el cuchillo y con la otra traté de contener los golpes”, contó.