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Política EDITORIAL

Pozos en el camino

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Crédito: 101711

Entramos al sexto semestre de gestión de Mauricio Macri como presidente de la Argentina, y aún no vimos el “cambio” que auguraba en épocas de campaña – allá por el 2015 – ni la “lluvia de inversiones”, pobreza cero y mucho menos el tan anhelado crecimiento del país a través de la “apertura al mundo”. Luego de 32 meses de haber asumido el Poder Ejecutivo, pareciera que Macri no ha encontrado la forma de encarrilar al país por el camino que él quiere, o lo que puede ser peor, su programa está funcionando al pie de la letra y al servicio de los buitres internacionales. Con una imagen menor o mayor, más o menos positiva, lo cierto es que la Argentina de Macri está volviendo a transitar por los mismos errores del pasado: despidos masivos y la consecuente desocupación, el uso indiscriminado de las fuerzas represivas del Estado hacia trabajadores, artistas callejeros y pueblos originarios, y una salvaje toma de deuda externa que terminaremos de pagar no antes de ver a más de veinte presidentes ocupar el sillón de Rivadavia.


El mes pasado, el Gobierno Nacional celebraba un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por un préstamo de 50.000 millones de dólares, el mayor que históricamente la entidad presidida por Christine Lagarde ha otorgado a nuestro país. Fueron un sinfín de comunicados que desfilaron por todo el aparato mediático del gobierno acerca de las ventajas y desventajas de dicho acuerdo, pero la letra chica tardó en revelarse. ¿Cómo se pagaría semejante deuda? Sin dudas, y ante un gobierno que desde que asumió siempre insistió con la reducción del déficit fiscal a través de ajustes y recortes, el pago de la deuda recaería sobre las provincias. Finalmente, la semana pasada se dio a conocer que el Estado deberá recortar 300.000 millones de pesos, de los cuales las provincias deben solventar alrededor de un 33 por ciento según los índices de coparticipación de cada una. En tanto que Corrientes deberá ajustar, en el presupuesto del año que viene, más de 3.000 millones de pesos.


En sintonía con lo que sucede a nivel nacional, los correntinos también venimos transitando un camino oscuro: esta semana se reportaron caídas en el consumo y desabastecimiento de combustibles en algunas estaciones de servicio. Con una inflación del 3,7 por ciento – dada conocer por el INDEC el martes pasado – se hace cada vez más difícil sostener nuestro poder adquisitivo, ya que los precios siguen en aumento y “la gente cobra lo mismo”, según palabras del dueño de una cadena local de supermercados. En cuanto a los combustibles, tras haber congelado sus precios por dos meses y luego del último aumento del 5 por ciento, todavía queda por hacer una actualización de 30 puntos más de acuerdo a laConfederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines (CECHA), lo que, por ejemplo, llevaría el precio del litro de nafta a $48. Si la inflación llega, como está estimado, al 30 por ciento anual a fin de año, difícilmente habrá bolsillo que aguante, más teniendo en cuenta que los salarios siguen estando por debajo de los índices inflacionarios.


Mientras tanto, el intendente Eduardo Tassano dijo que esperará que “pase la tormenta” para poder realizar obras en la ciudad, en alusión al estancamiento económico que se vive en los últimos meses y también a la “pesada herencia” que le dejó la anterior gestión de Fabián Ríos; un discurso que a estas alturas ya hace agua por todos lados. ¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar? ¿Cuántos segundos semestres tienen que pasar para que la dirigencia política actual se dé cuenta que este modelo económico hunde a la Argentina y a los correntinos cada vez más? Las opciones que tenemos son varias, entre algunas de ellas, darle nuestro voto a aquél que de verdad tenga un proyecto serio y que no perjudique al pueblo. Habrá entonces que ser sufragantes responsables y con conciencia, en lo posible, social. Además de exigirle a la actual oposición que respeten el mandato popular de quienes los eligieron, y jueguen para nuestro lado. Si nada de esto cambia, no es descabellado pensar que un nuevo estallido nos espera a la vuelta de la esquina.

 

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