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Política Editorial

Teléfono para el pueblo

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Crédito: 104925

Buen día. ¿Cómo está arrancando esta jornada? Me imagino que se enteró que esta semana los correntinos volvimos a perder un poco de historia, de respeto por la voluntad del pueblo, para continuar engrosando los bolsillos de nuestra dirigencia política. Aprobaron sin más, el tan auspiciado Plan Costero, en medio de un show de ediles que discutían por ver quién se quedaba con el mejor piso con vista al río. Solo fue un puñado de concejales que no votó a favor de este proyecto, pues, tengamos la esperanza de que han creído que en Corrientes hay cuestiones más importantes por resolver. Por otro lado, el Gobierno provincial continúa el plan de desmantelamiento de la Secretaría de Agricultura Familiar, y más de un centenar de trabajadores podrían quedar en la calle. Mientras algunos pícaramente piden flan, otros tantos padecen los brutales síntomas de un ajuste sin precedentes.

 

Hace un tiempo venimos advirtiendo que Corrientes, en medio de recortes y achiques de gastos, está perdiendo soberanía y también el respeto que merecen sus ciudadanos por parte de los dirigentes políticos. Sin ánimos de reparar en colores y banderas partidarias, cuando hay plata de por medio, tanto oficialistas como opositores no escatiman en pasar por encima de la voluntad de quienes los eligieron. Con la aprobación del Plan Costero, no sólo no tuvieron en cuenta la palabra del pueblo, sino que tampoco hicieron caso a los avisos de cómo un proyecto semejante tendría impactos socioambientales para la Ciudad. Tampoco pensaron en que los correntinos tienen un fuerte vínculo con sus raíces, su historia, con los distintos rincones que transitan miles de ciudadanos a diario. De un golpe y plumazo pretenden demoler parte de la idiosincrasia de todo un pueblo: tirar abajo la Usina, la escuela técnica de Vías Navegables o el Regimiento de Infantería N° 9.

 

Que embellecer la vista para algunos significa resignar historia, borrar la memoria, pero para otros, eso no es más que perder sus casas, sus lugares de trabajo y formación; en fin, los lugares donde transcurren sus días. A muchos les tocará abandonar el nido donde echaron raíces a cambio de un puñado de nada, porque lo que ofrecerán el Gobierno o acaso las inmobiliarias, no se compara en absoluto con el valor que tienen. Otra vez, la omnipotencia de los que más tienen dejará al pueblo con las manos vacías, mientras que otros - unos pocos - podrán disfrutar del espectáculo de vivir frente al río, en las alturas de torres opulentas, al que los correntinos no están invitados. Habrá que ver, de todos modos, qué de todo este ambicioso plan se vuelve realidad, cuando ya muchos se hayan quedado con nada.

 

La otra cara de la realidad correntina, la que nada tiene que ver con proyectos lujosos pero sí con que muchos se quedarán sin nada, es la situación que atraviesan trabajadores de Agricultura Familiar. Ya hace tres años que esta secretaría de la Provincia no tiene designado un presupuesto, por ello son 40 técnicos los que tienen una orden de despido, que se suman a los más de 300 que corren la misma “suerte” en todo el país. Víctimas del ajuste sistemático que plantean tanto el Gobierno nacional como provincial, ningún legislador ni concejal levantó la voz por ellos, por lo que no les queda otro modo de lucha que organizarse y resistir para ver si en algún momento son escuchados. No son aquellos que, a manera de burla, piden flan: son los que piden pan, trabajo y poder vivir dignamente.

 

Desde la secretaría alertaron que ya es la tercera ola de despidos que impulsan desde el Ministerio de Agroindustria, conducido por el ruralista Luis Miguel Etchevehere. No es novedad, a estas alturas, que la gestión nacional tiene la receta de proceder con masivos despidos, amén de que hay un “exceso de trabajadores” en todos los sectores. Resulta que ahora la culpa es del pueblo porque el Gobierno no tiene la intención de crear empleo genuino, entonces de lo que carecemos aquí es de exceso de puestos de trabajo. La solución, claramente, no es dejar a miles de trabajadores en la calle aunque para algunos cobardes parece ser el camino más fácil. Tal vez porque no son ellos los que tiene que sortear la crisis, la inflación, y la dificultad de llegar tranquilos a fin de mes.

 

Cuánto cinismo hay en los que supuestamente nos representan. Los que, por un lado, descaradamente no tienen otra propuesta más que la entrega y el ajuste, mintiéndole a un pueblo ingenuo de que ese es el único camino para que el país pueda crecer. Pero por otro lado están los otros, los que en nombre de la Patria, y tal vez de Dios, juraron que defenderían los derechos del pueblo pero son tan egoístas que solo van a calentar su banca, en pos de su propio bienestar. Mientras tanto, el resto, sálvese quien pueda.

 

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