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Política Editorial

Tirando los dados

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Crédito: 105409

Después de haber transitado la semana más estrepitosa que ha tenido este gobierno en cuanto a la gestión del país, es inevitable que a uno no le invada la incertidumbre. La suba alarmante del dólar, que llegó a los $42 el último jueves, acarreó consigo un aumento del 15% en los alimentos y nos hace pensar que la inflación anual será mucho más alta de lo que se preveía. Mientras el poder adquisitivo se desploma y la calidad de vida de los argentinos cada vez peligra más, Cambiemos insiste en mantener el mismo rumbo económico que emprendió cuando asumió en 2015. Ya no estamos condiciones de absurda  negación de la realidad ni tampoco nadie puede decir que este modelo neoliberal nos está llevando al fracaso rotundo: quien lo niegue corre el riesgo de pecar de ignorante o cínico, pero no hay muchas opciones. La incertidumbre entonces pasa por preguntarnos cómo se levantará el país luego de semejante desastre.

 

Es preocupante la indiferencia que muestra el Gobierno Nacional ante la situación de los docentes universitarios. Estamos a punto de entrar en la quinta semana de paro, algo que no tiene precedentes desde la vuelta a la democracia, y el gobierno pareciera no aflojar ante los miserables aumentos que propone para solucionar este conflicto. La Educación Pública hoy está en peligro, y así lo han manifestado miles de personas que marcharon hacia el Congreso de la Nación el último jueves, marcha que también se replicó en la vecina ciudad de Resistencia. Agrupaciones estudiantiles, sindicatos, movimientos piqueteros, entre otros, salieron a bancar la lucha docente. Una lucha que hasta hoy sigue sin respuestas y la situación preocupa a cientos de miles de estudiantes que no saben cómo continuarán sus estudios ni qué les depara el futuro. Algo que a muchos nos pasa.

 

Son 57 las universidades nacionales que decidieron cesar sus actividades y más de 20 las que fueron tomadas por estudiantes y docentes. Algunos cuestionan la actitud que ha tomado la comunidad estudiantil acerca de las tomas, hasta se preguntan por qué parar y no seguir dando clases, como si los docentes no tuvieran los mismos derechos que cualquier otro trabajador a tener una vida digna, una vida que el gobierno nacional bastardea ofreciéndoles aumentos ridículos. Incluso la rectora de la Universidad del Nordeste, Delfina Veiravé, manifestó que le da “vergüenza” que los estudiantes se manifiesten en las calles. ¿No debería darnos más vergüenza, acaso, que el Gobierno destrate tanto a los docentes y a la Universidad Pública? Claramente aquí hay una cuestión de clase que muchos desconocen, y es la de ponerse del lado del opresor y repudiar que el pueblo trabajador reclame que sus derechos sean satisfechos. Tal vez porque muchos piensan que la educación debe ser un privilegio para unos pocos.

 

Por otra parte, Cambiemos sigue con su receta de despedir a más trabajadores dejándolos en la calle y profundizando la crisis no solo económica, sino también social y política. Y es política porque el Gobierno comienza a perder credibilidad y confianza, no la que espera de los inversores extranjeros, una utopía que solo sirvió para ganar la adhesión de algunos dormidos, sino la credibilidad y confianza de muchos de sus votantes y hasta del periodismo militante del ajuste. Por ejemplo, hace unos días Mauricio Macri anunciaba que había llegado a un acuerdo con el FMI para adelantar los fondos en pos de cumplir con las metas financieras y sacarnos, momentáneamente, del caos económico en el que estamos envueltos. Solo unas horas más tarde, el Fondo Monetario Internacional advertía que ese acuerdo era inexistente, dejando en ridículo la figura presidencial. Ni los gobernadores alineados, como es el caso de Gustavo Valdés, escatimaron en cuestionar el cauce desastroso al que está yendo Argentina en manos de la alianza Cambiemos.

 

Muchos llegaron a pedir la cabeza de Marcos Peña, como si fuese el único responsable del desastre que está llevando a cabo el equipo nacional en conjunto. Claro que es mucho más fácil echar al Jefe de Gabinete, algo que el mismo Mauricio Macri negó que vaya a hacer, que pedir la renuncia del presidente. Algunos dirán que es antidemocrático, que tiene que cumplir con su mandato, que la “mafia” opositora debería dejarlo gobernar, pero ¿no es más antidemocrático que el pueblo pase hambre, que la mitad de nuestra niñez viva en la pobreza, o que casi un 40% de nuestra juventud no llegue a la universidad? Sucede que muchos se comieron el verso de que democracia solo es poder votar y expresarse libremente. Habrá que ampliar la mirada entonces, o la ceguera nos llevará las ruinas de nuestra propia existencia y de nuestra calidad como seres humanos.

 

Mientras en la mesa chica de la Casa Rosada pareciera que están tirando los dados para ver qué medida antipopular tomarán mañana, hay todo un pueblo que padece las consecuencias del ajuste brutal que perpetra el Gobierno Nacional. Lo que es inevitable es el desastre, del que solo se podrá salir si el pueblo decide ser el vencedor y no el vencido.

 

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