Dice el actor Morgan Freeman conduciendo el programa televisivo producido por la National Geographic, que el hombre busca a través de todas las disciplinas religiosas de la fe, la reencarnación que lo perdure. Pero son los recuerdos, los que refieren esa vida vivida, construida palmo a palmo, los que los trascienden más allá de todo. Claro, son los recuerdos los que dimensionan y erigen ese perfil que deseamos recordar.
Pocho Roch se permitió establecer una dimensión no casual, producto del estudio denodado, el trabajo paciente de investigación, y el gran amor por nuestros orígenes. El idioma ancestral establecido por los guaraníes, la capacidad de su sensibilidad artística más allá de su carácter guerrero, la simiente que su existencia estableció e hizo historia.
Pocho Roch no fue solamente entrega en lo artístico, sino también en la amistad, larga, entrañable, solidaria. Hoy, sus páginas musicales como la literatura de sus investigaciones históricas, guardan una potencia cultural que admiramos y celebramos. Por eso, en la apertura del Festival Nacional del Chamamé, este viernes 12, estaremos sus músicos, cantores, amigos, el pueblo su depositario, consolidando un merecido homenaje a su obra, a su eterna amistad. Es que Pocho Roch no sólo se dedicó a la musicalidad de sus canciones como a su poesía en que la religiosidad, los miles oficios de los hombres puebleros, lo épico en el trascendido devenir de la historia, sino también en exaltar el origen de los afectos donde todo comenzó alguna vez. Allá ité, donde las cosas nacieron se hicieron ámbito, ejercieron ese amor por los afectos de amistad, pasión, devoción hacia la Virgen de Itatí que lo vio nacer y su búsqueda por encontrarla en la plenitud de su grandiosidad.
Recorrer la gran obra de Pocho Roch, es conectarnos con el eje de la vida, principio y existencia. Estimarlo y quererlo, comprobando que nunca se fue. Está con nosotros, vive, celebra y canta el canto de todos.