La siempre bien ponderada costanera correntina queda solamente en eso, en piropos e imágenes tomadas para postal del añejo puente Belgrano y esperar que naturalmente explote el lapacho, para tirarle flores al principal paseo público de los correntinos.
Otra cosa no hay para ofrecer. No es necesario que se produzca una bajante extraordinaria del Paraná, para que salga a flote la mala conducta ciudadana de todos los que abuzan de la generosidad del majestuoso río, arrojando basura de las más impensadas cosas.
Es harina de otro costal, la inconducta de los visitantes de la Costa que tirar residuos en cualquier sitio; algo que se observa agravado por la ausencia municipal, que no ofrece un verdadero programa de limpieza.
No alcanza con un montón de voluntades que, escoba y pala en mano, simulan una limpieza que no alcanza ni para lavarle la cara a la mega avenida General San Martín.
La responsabilidad es mayúscula y pasa por un municipio que brilla por su ausencia. No es novedad. De ello dan cuenta –por ejemplo- los globos de iluminación de la mítica Punta Ñaró. Otros de los íconos correntinos incluidos en ‘las siete puntas de Corrientes’, víctimas de los siete pecados del olvido.
Los habitúes, caminantes, deportistas, turistas y vecinos de la Punta Ñaró aseguran que estos ‘globos’ del alumbrado público están caídos hace un año.
Sucede solo a un par de cuadras de dos direcciones municipales que están precisamente sobre la propia costanera. No hay peor ciego que el que no quiere ver dice el refrán.