La salud mental de niños, niñas y adolescentes durante la pandemia ocupa especial interés en el Informe del Estado Mundial de la Infancia de UNICEF, a presentarse en París próximamente.
América Latina y el Caribe vive uno de los cierres escolares más prolongados desde que comenzó la pandemia por el nuevo coronavirus. Esta situación, a la par del confinamiento en los hogares y la imposibilidad de socializar en espacios dedicados al ocio o el aprendizaje, repercute en la salud mental de la infancia y la adolescencia.
El manejo de las situaciones de estrés, de las crisis de ansiedad y de los propios pasos evolutivos en estas edades han dependido, básicamente, de las herramientas, la disposición de tiempo, el interés, las condiciones y las posibilidades reales de cada familia. Aunque comienzan a reiniciar centros educativos, parques y otros sitios para socializar y paulatinamente construir una “nueva normalidad”, continuará siendo el hogar el principal espacio de protección, observación y atención a la salud mental de niños, niñas y adolescentes.
Desde UNICEF Cuba compartimos algunas herramientas para identificar alarmas y promover buenas prácticas, desde la experticia de la Dra. Roxanne Castellanos Cabrera, Profesora Titular de la Facultad de Psicología en la Universidad de La Habana y coordinadora del proyecto Crianza Respetuosa.
Este año, por primera vez, el informe del Estado Mundial de la Infancia (EMI) de UNICEF se centrará en la salud mental, que es también una de las prioridades globales de abogacía de UNICEF. El informe se presentará a nivel global el 5 de octubre, en Paris, antes del Día Mundial de la Salud Mental, el 10 de octubre.
¿Cómo evaluamos la salud mental en niñas, niños y adolescentes?
Así como las enfermedades del cuerpo afectan la salud física, hablamos de la salud mental para referirnos a un estado de bienestar que posibilita que las personas puedan funcionar adecuadamente; realizar todas sus actividades; y experimentar satisfacción con lo que hacen en los contextos en que se desarrollan.
En general, se trata de experimentar un equilibrio desde el punto de vista psicológico. Tanto para niños, niñas y adolescentes como para las personas adultas los parámetros son similares. Las peculiaridades radican en el modo en que se expresan.
Un niño con buena salud mental, desde el punto de vista de sus estados de ánimo es alegre. Desde el punto de vista de su energía es activo. Juega mucho, porque en estas edades, el juego es sinónimo de salud mental. También es adaptable a las diferentes situaciones. Muestra resiliencia, pues, aunque afronte determinadas adversidades, puede superarlas sin que esto le genere grandes afectaciones desde el punto de vista psicológico.
Desde el rol de madres, padres o personas cuidadoras de niños, niñas y adolescentes, ¿cómo contribuir a proteger su salud mental?
La buena salud mental de infantes se expresa en el nivel de satisfacción que experimenta con su familia, en el contexto educativo y en los espacios de socialización con sus pares.
Lo primero que deben hacer las personas a cargo de la crianza es estar presentes, acompañándoles constantemente en sus actividades, compartir la vida con ellos. Eso implica ser perceptivos a las necesidades psicológicas de cada etapa y proveer a niños, niñas y adolescentes de las condiciones para que puedan darles satisfacción. Requiere un interés por prepararse para conocer cuáles son las características de cada período evolutivo de la infancia.
El respeto, el afecto y la comunicación, son claves para promover salud mental en los niños, niñas y adolescentes. Mantener con nuestro hijos e hijas una relación respetuosa significa no violentarles de ninguna manera. También brindarles contención y apoyo, ante las adversidades son factores de protección para una buena salud mental.
Si queremos promover la salud mental en niños, niñas y adolescentes a nuestro cargo, no podemos obviar el modo adecuado en que ejercemos la crianza y hacemos valer la autoridad que tenemos como personas adultas, porque sin quererlo podemos hacerles daño. Algunos de estos aspectos de mayor complejidad, que requieren preparación y capacitación para madres, padres y otras personas cuidadoras son:
Establecer la autoridad
Plantear las exigencias educativas
Reforzar los límites y las normas de conducta
Los métodos para disciplinar
¿Cuáles son los principales desafíos impuestos por la pandemia de COVID-19 en cuanto a la salud mental de niños, niñas y adolescentes?
En estas edades son especialmente vulnerables a la alteración de sus rutinas y a la estructuración de sus vidas. El hecho de que hayan estado un tiempo prolongado en aislamiento físico dentro de sus hogares, sin asistir a contextos esenciales para su desarrollo (escuela, relación con pares, la estimulación que proviene de vivir libremente…) ha implicado niveles de afectación del bienestar psicológico, que puede llegar a afectar la salud mental, en relación con las singularidades personales y de vida, de cada infante.
Además, al estar en confinamiento, la familia ha debido asumir la función y responsabilidad de todas estas actividades. Entonces, en cada caso ha dependido – y depende- de la disponibilidad de tiempo, de condiciones, de herramientas para dar respuesta a las demandas de niños, niñas y adolescentes.
Por eso el mensaje para las familias cubanas es que nunca pierdan de vista la responsabilidad que tienen en la salud mental de la infancia y la adolescencia a su cargo. Así como la importancia de dirigir los esfuerzos a promover este bienestar psicológico que tanto necesitan.