Con ayuda entre vecinos y cooperativas familias juntan agua en baldes y botellas descartables. Denuncian abandono estatal de la provincia. Todo con temperaturas por encima de los 40° y también sin energía.
Parecen imágenes de África, lugares lejanos y exóticos, camiones rodeados de famélicos cuerpos ajados por el sol y la exclusión social, esperan su turno para cargar agua en baldes, botellas de plástico o lo que sea.
Pero no es ningún país africano. Es Corrientes en enero de 2022 en el siglo XXI, en medio del verano más caluroso de la historia. Ocurre en los barrios Quilmes, Paraná y zonas de influencia; las más pobres y marginales de la capital provincial.
En el interior: Loreto y San Miguel además de los parajes rurales de toda esa zona distante a unos 140 kilómetros de la capital provincial, cuando no reciben agua producto de la solidaridad de la gente, busca de las pocas lagunas que no se secaron en la zona.
Las imágenes son tremendamente contundentes de la pobreza y del abandono al que fue condenada la sociedad correntina.
A este drama de agua hay que sumarle los cortes de energía eléctrica, la falta de lluvia y los más de 40° diarios de temperatura que se viven desde fines de diciembre. La falta de energía afecta a las bombas de agua que funcionan con electricidad en las localidades del interior.