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Despidieron a Scófano con otra “caravana de la flor” en el Paraná

Familiares y amigos del chamamecero sobreviviente de la tragedia de Bella Vista, en septiembre del 89, y fallecido hace un año, al inicio de la pandemia, arrojaron sus cenizas al río para cumplir con su deseo.

Su deseo fue que sus cenizas se esparcieran en las aguas del río Paraná, en el mismo lugar y a la misma hora, 19.40, donde se habían ahogado sus compañeros en aquella tragedia en el que perdieron la vida Daniel Yacaré Aguirre; dos de los hermanos Sheridan –Miguel Ángel (Michel) y Joaquín (Gringo)– y el Chango Paniagua. Así lo pidió antes de morir, y así lo pudieron cumplir en Bella Vista sus familiares y amigos, en una emotiva ceremonia a la vera del Paraná, donde no faltaron las “flores del alma” arrojadas al río.

Al cumplirse un año de su fallecimiento, los actos coordinados por el Municipio se llevaron a cabo en la costa del río, donde finalmente se arrojaron las cenizas del reconocido autor y compositor chamamecero.

El acto comenzó con un oficio religioso al pie del monumento que los amigos emplazaron en su honor hace unos años en pleno Paseo Costanera. Allí, el presbítero Ariel Acuña invitó a los presentes a rezar por la memoria del músico, cuya muerte se produjo el 26 de marzo de 2020.

Sus familiares, en contacto con las carteras de Cultura y Educación y de Turismo, solicitaron “la oportunidad de cumplir el deseo de Scófano de que sus restos fueran depositados en suelo bellavistense y así se hizo en medio de una profunda congoja, especialmente cuando María Eugenia, Eduardo y Richard -sus hijos- y Alicia Toledo –su esposa- arrojaron las cenizas al río, mientras los amigos acompañaron con flores”, detallaron desde la localidad.

“Antes de llegar hasta la costa del río, proyectamos un video con una salutación especial para la familia de Luis Landriscina. Él quería estar presente, pero no alcanzó a colocarse las dos dosis de la vacuna para el covid-19 y al final no pudo estar. Por eso envió sus palabras con un video. Fue muy emotivo”, relató Gastón Lanser, director de Cultura de Bella Vista, en diálogo con República de Corrientes.

Luego, a las 19.40, fue la ceremonia en la cual se arrojaron sus cenizas al río.

Poco después, en un escenario armado en la costanera, “sus hijos Eduardo y Richard, junto a otros destacados músicos como Santi Sheridan, el zurdo Maciel y el acordeonista Luis Vargas hicieron un amplio repertorio de sus canciones. No era un espectáculo, no tuvo ningún tipo de difusión. Fue un homenaje público, pero muy íntimo

Algunos que iban pasando por allí, se quedaban”, explicó Lanser. A la familia se le entregó una ordenanza municipal, que declara al músico como ciudadano ilustre post mortem.

“Ricardo siempre fue un músico predilecto de Bella Vista. Desde hace más de 10 años tiene un monumento erigido en el Paseo Costanera, al igual que Rubén Miño. Son nuestros más grandes baluartes del chamamé”, subrayó el referente, en tanto recordó que en el último Festival Nacional del Chamamé, en el cual actuó el músico pese a ya encontrarse enfermo, se pretendía “realizar un homenaje en su honor, aunque lamentablemente no se pudo coordinar”.

Luego, al fallecer el año pasado, al inicio de la pandemia, la despedida con homenajes debió posponerse por seguridad sanitaria. Hasta esta semana, cuando finalmente sus cenizas se unieron a las de sus amigos chamameceros en el Paraná.

“Por suerte, pudieron estar sus afectos más cercanos, sus hijos, esposa, nietos y hermanas”, valoró Lanser y recordó al músico como “una persona siempre predispuesta, lo caracterizaba su simpleza al andar, su amabilidad. Cuando nosotros supimos que estaba enfermo fue un golpe muy grande. Le debíamos este homenaje”, aseguró.

Así fue finalmente la despedida del autor de Mi tiempo, mi infancia, título que inmortalizó los orígenes del bandoneonista nacido en Lomas Este, cuya prolífica carrera comenzó a los 13 años.

En 1968 se produjo un hecho fundamental en su carrera: fue convocado por Ernesto Montiel para integrarse al Cuarteto Santa Ana, con quienes permaneció hasta 1972 y aportó obras de su autoría.

Aquella convocatoria sería la plataforma para continuar una delicada trayectoria musical a la que sumó su impronta personal serena, amigable y muy profesional artísticamente.

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