Ya no alcanza sólo con pensar en conservar la naturaleza que nos queda, sino trabajar en la restauración de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos dañados si queremos sostener la vida en la Tierra.
Recuperar, restituir, reintegrar, regenerar… son algunos de los sinónimos de uno de los verbos que hoy ocupa al ambientalismo a nivel mundial: restaurar. Porque ya no alcanza sólo con pensar en conservar la naturaleza que nos queda, de la cual somos parte, sino que necesitamos trabajar en la restauración de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos dañados si queremos sostener la vida en la Tierra.
Así lo identifica la ONU que declaró el decenio de la restauración de los ecosistemas que “tiene por objetivo prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todos los continentes y océanos; así, se puede ayudar a erradicar la pobreza, combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva. Su éxito depende de la colaboración de todos.” Porque la salud de nuestros ecosistemas impacta directamente sobre nuestra salud y la de nuestro planeta.
¿Por qué es necesario trabajar en restauración?
La mejor manera de pensarlo es considerando hechos reales. En los últimos años, en la Argentina vimos con muchísima preocupación y alerta que, a la avanzada pérdida y degradación de nuestros bosques, pastizales y humedales, por el mal manejo o la transformación para otros usos humanos, se le suma el factor incendios con un fuerte incremento de su frecuencia, intensidad y alcance.
Así los últimos incendios en la provincia de Corrientes superaron el millón de hectáreas afectadas en apenas dos meses, enero y febrero de este año. La combinación entonces de diversos factores que afectan a los ecosistemas naturales hace que sea más compleja su recuperación por su propia resiliencia. Cada vez más se necesita de la intervención humana para revertir la situación, la misma mano que es responsable de los factores negativos.
Y ¿cuáles son los pasos a seguir? ¿qué hay que tener en cuenta? ¿cómo hacerlo? Siguiendo con el ejemplo de lo sucedido en Corrientes, para trabajar en la restauración de los ambientes y fauna afectada, tanto en áreas protegidas cómo en áreas productivas, es necesario primero establecer un diagnóstico. El fuego no afecta a todos los ecosistemas por igual. En esta oportunidad, si bien los incendios han alcanzado principalmente ambientes de humedales y pastizales, debido a la prolongada sequía y por ende a la fuerte intensidad que tuvieron, también impactaron en ecosistemas que antes no se veían afectados por el fuego como ser las isletas de bosques nativos y selvas en galería que acompañan los arroyos que no están adaptados al impacto del fuego. Esto los pone seguramente en un lugar de prioridad en una acción de restauración.
También en Corrientes encontramos poblaciones de fauna amenazada de extinción: el yetapá de collar y el tordo amarillo son aves que anidan en los pastizales y se encuentran en peligro. El posible impacto de los incendios en sus áreas de nidificación puede implicar la necesidad de actuar con urgencia. También existen esfuerzos de reintroducción de especies que se habían extinto en los Esteros del Iberá como el venado de las pampas, el yaguareté y el oso hormiguero. Nuevamente es prioritario conocer el impacto de los incendios sobre estas especies para actuar en consecuencia, y no perder el esfuerzo realizado para fundar estas nuevas poblaciones de animales amenazados. Estos y otros grandes mamíferos están siendo monitoreados con collares GPS que permiten conocer cómo se han reubicado en el paisaje escapando del fuego y, quizás, establecido en otros territorios de acción fuera de las áreas protegidas que probablemente alberguen otras problemáticas que deberán ser atendidas.
El diagnóstico entonces es clave porque permite conocer la situación y así establecer prioridades. Al mismo tiempo hay que mapear los diversos actores presentes en el territorio con quienes hay que trabajar en las acciones que se deben implementar. Mencionaba antes la necesidad de atender la restauración de los bosques nativos, estos bosques suelen estar presentes en campos que están destinados a la ganadería y suelen verse afectados por el pisoteo del ganado que compacta el suelo y no permite la regeneración. Ello es aún peor en un bosque que ha sido tan afectado por el fuego. Entonces el productor pasa a ser uno de los actores principales que debe involucrarse siendo parte activa para revertir la situación, dando por ejemplo como primer paso encaminar el cierre con alambrado todo el límite del de bosque afectado para impedir el ingreso y pisoteo por parte del ganado. Al mismo tiempo la restauración de estos bosques puede necesitar del enriquecimiento con la incorporación de plantines de viveros de nativas para acelerar la recuperación y/o el control de la competencia de especies que conquistan el suelo y el espacio aéreo rápidamente post fuego y no dejan crecer a otras.
La dimensión del desafío necesita de un enfoque que reúna a múltiples partes para una comprensión compartida del problema y el desarrollo de un plan de acción de restauración efectivo. Instituciones públicas de gobierno, privados, academia, organizaciones de la sociedad civil, y comunidades del territorio deben reunirse para el diálogo y esfuerzo colaborativo. Sólo si todos los actores somos parte activa, seremos capaces de revertir y atender los severos impactos negativos que ya estamos viviendo en este contexto mundial de crisis de extinción de biodiversidad, cambio climático y, por ende, efectos negativos sobre las personas.
*Fernando Miñarro es director de conservación de Fundación Vida Silvestre Argentina