Ricardo Roja llegó a ser intendente de la oficina postal cuando estaba en manos de Encotel. Durante 10 años vivió impactantes experiencias que hasta hoy conserva en su memoria.
Uno de los emblemáticos edificios que conforman el paisaje urbano de Corrientes es el Correo Argentino, un añoso centro de correspondencias rodeado de enigmáticos relatos acerca de misterios paranormales que, al parecer, esconden sus paredes.
Se trata de una construcción diseñada por el arquitecto José María Spencer y ejecutada bajo el cargo de Miguel Russo entre los años 1953 y 1957, por orden del Ministerio de Comunicaciones de la segunda presidencia de Juan Domingo Perón.
Ubicada en la intersección de las calles San Martín y San Juan en pleno centro de la Capital provincial, la oficina de correos tiene cuatro pisos y una planta baja construida sobre pilotes, un estilo arquitectónico inspirado en el artista francés Le Corbusier.
Pero al estilo, la vida entre sus paredes le aportaron una mística por momentos, misteriosa.
En la memoria de quienes trabajaron en ese edificio aparecen como un inventario los recuerdos de hechos de carácter paranormal como los que vivió Ricardo Rojas, un correntino de 53 años.
Trabajó en la Empresa Nacional de Correos y Telecomunicaciones (Encotel) durante los años 80 -antes de su privatización- cuando comenzó como auxiliar de expedición. Después fue cartero y luego pasó a intendencia, tarea que desarrolló hasta 1994 cuando debió presentar su retiro voluntario.
Al estar a cargo de la limpieza y mantenimiento del edificio, a Ricardo le tocaba cumplir sus turnos desde el final de la tarde hasta la medianoche, horario en el que sólo reinaba su soledad. Pero convivía con presencias perturbadoras.
Aparición de figuras, pasos, murmullos, timbres de teléfonos sin una voz detrás, un inquietante ascensor en marcha sin ocupantes y un sonido similar al bullicio habitual de cuando un grupo de personas ingresaba.
“Cuando todos salían, yo me quedaba un rato solo y después le entregaba el turno al que pasaba toda la noche ahí. Escuchaba gente que caminaba pero no había nadie, a la noche en los pisos de arriba siempre me cruzaba con siluetas de un ser humano en plena oscuridad y tampoco era nadie”, relató Ricardo Rojas en diálogo con ellitoral.com.ar
De repente, cuenta, se escuchaba el movimiento del ascensor que descendía desde el quinto piso hasta la planta baja. "Y después subía de nuevo”, aseguró.
Ricardo también mencionó los ruidos estruendosos de los carretones en movimiento, que “es donde colocábamos los sacos de cartas y todo lo que teníamos que transportar de expedición a clasificación”.
“Sonaban los teléfonos internos, levantaba el tubo y no había nadie del otro lado”, describió.
“Me acuerdo cuando era cartero y entrábamos por el lado de calle San Martín -donde ingresaba el personal- que veníamos chacoteando, riendo y gritando; así también era lo que después a la noche se escuchaba”, narró el hombre, quien hoy es remisero.
Ricardo recordó que los eventos paranormales eran una constante: "Ocurrían todas las noches”, dijo a ellitoral.com.ar
“El sereno al otro día me comentaba: ‘me tuvieron loco anoche’. Él era el que lo sufría más”, manifestó y luego soltó:“Yo trabajé 10 años y jamás me acostumbré”.